
Escribe: Enzo Defilippi, profesor principal de la Universidad del Pacífico
En su famosa novela de 1989, Los pilares de la tierra, Ken Follet narra la construcción de una catedral y, al hacerlo, retrata la vida en la Inglaterra del siglo XII. El título no solo alude a las columnas que sostienen el edificio, sino también a las instituciones que daban estructura a la vida medieval: la Iglesia, la nobleza, la naciente burguesía y los campesinos.
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Del mismo modo, el crecimiento económico que desde los años noventa ha elevado de manera sostenida la calidad de vida de los peruanos descansa sobre pilares fundamentales: el libre mercado, la independencia del Banco Central y un estricto control de las cuentas fiscales. Sin ellos, nuestro bienestar actual no sería muy superior al de los años ochenta, cuando alcanzaba niveles bajísimos.

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A pesar de su importancia, todos los días vemos cómo se erosionan estos fundamentos, ya sea por iniciativas absurdas del Congreso o por la falta de voluntad del Gobierno de defender el bien común. Ahí están las propuestas para controlar el precio de los medicamentos o para obligar al Banco Central a comprar oro a la minería ilegal. Y también las leyes que reducen impuestos a hoteles y restaurantes o crean Zonas Económicas Especiales de Turismo: beneficios mínimos (que se apropiarán sus promotores, por supuesto) a costa de recortar ingresos fiscales en miles de millones de soles al año. Todo ello, en un país con una recaudación particularmente baja y enormes necesidades de inversión en educación, salud, seguridad e infraestructura.
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Y ahí está también un Poder Ejecutivo que, por razones estrictamente políticas, deja de observar leyes a las que se opuso con argumentos técnicos, como la reducción del IGV a hoteles y restaurantes. De hecho, según el Consejo Fiscal, desde 2023 se han aprobado al menos veinte leyes con sustancial impacto en la recaudación, de las cuales el Ejecutivo solo observó once.
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No es que una de estas pésimas ideas, por sí sola, vaya a destruir los cimientos de nuestro crecimiento. Es la acumulación de todas ellas, sumadas al rescate de Petroperú, el sobreendeudamiento de la Municipalidad de Lima, la demolición del sistema previsional que condenará a miles de peruanos a la pobreza en su vejez y muchas otras decisiones, lo que está socavando la fortaleza macroeconómica del Perú. Y con ella, la capacidad del Estado de brindar los servicios que los ciudadanos necesitan.
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No, el techo de la catedral no se derrumbará mañana. Pero ¿vamos a permitir que, día a día, se agrieten los pilares que lo mantienen en pie?

Profesor de la Universidad del Pacífico. Exviceministro de Economía.







