Managing Partner de Asesori
Entre todos los aspectos que la pandemia evidenció, hubo un viejo conocido que resonó entre los que integramos el sector privado: la ausencia de una buena regulación y, por el contrario, la presencia de una no tan eficiente. Este es un problema que de ser atendido podría acabar con el enemigo en común que tenemos todos los peruanos: la informalidad.
La informalidad no solo implica dinero que se mueve fuera del sistema financiero o que no tributa, hace referencia también a todas las acciones informales que se dan en el sector privado como consecuencia de una desconexión entre quienes emiten las leyes y la realidad que afrontan quienes están obligados a obedecerlas. A continuación, algunos ejemplos:
En primer lugar, se requiere una política fiscal más amigable, una que tenga en cuenta que la mayoría de negocios chicos viven bajo una economía de subsistencia. Es por ello que un nuevo sistema tributario solo debería ser una posibilidad si es manejado por especialistas en temas tributarios y económicos, aquellos que sí estén en la capacidad de simplificar la estructura del impuesto a la renta (IR) en lugar de complicarla.
Otro problema que deriva en informalidad es el panorama laboral que rige el sector privado. Si bien es cierto se cometen muchas injusticias contra trabajadores, asumir que en ningún caso pasa lo contrario sería ignorar la realidad. Muchas empresas fallan en las formas de contratación no por mala fe, sino por no asumir el riesgo de ser presos de un sistema pro-trabajador que poco ha ayudado a hacer más justo el costo laboral. Uno no debería sentir miedo de contratar a su equipo de trabajo y eso es lo que se está consiguiendo.
Por último, no podemos ignorar que si existe algo que avanza mucho más rápido que nuestra legislación es la tecnología. El día de hoy, ante una tendencia de negocios digitales, sorprende como ni siquiera parece haber un esfuerzo por entender cómo funcionan los negocios apoyados en nuevas tecnologías. Un claro ejemplo de esto es el sector Fintech, uno en el cual muchas iniciativas se frenan por la falta de puentes, donde incluso a muchos negocios les cierran las puertas sin medir las consecuencias.
Sin duda podría dar más ejemplos y es quizás ese el mayor problema, que ejemplos sobran. Es momento de regular donde hace falta, de regular mejor y, sobre todo, de hacerlo con criterio.