PAD, Universidad de Piura
En marzo de este año, el Ever Given, un buque transportador de contenedores se atascó en el Canal de Suez. Con 400 metros de eslora, un poco más alto que un edificio de 120 pisos, quedó casi una semana detenido, fracasando los intentos de desatorarlo, hasta que, gracias a la naturaleza, la marea subió y permitió ponerlo en cauce.
Este suceso es un buen ejemplo de cómo debe ser la tarea de ejecutivos y gerentes de organizaciones, y de cómo se debe actuar en circunstancias fuera de lo normal y, más importante, como aprendizaje de los errores, propios o ajenos.
Los gerentes o directivos deben tomar decisiones para resolver problemas o analizar situaciones; las cuestiones operativas no son las relevantes, no tienen “gracia”, las puede resolver cualquier persona que interprete bien y aplique correctamente los procedimientos o protocolos establecidos. Pero los problemas no operativos, aquellos cuya primera dificultad consiste en diagnosticarlos adecuadamente, son los que hacen que, como dice el refrán, “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. La buena formación ayuda mucho; pero es fundamental una personalidad madura, serena, cordial; una actitud coherente, ética, íntegra. Por eso, quienes se guían por lo “políticamente correcto” o quienes se inclinan ante el poder de turno ceden ante esos ideales, abdican de su condición de directivos. Lo que digamos y hagamos siempre tendrá repercusiones, positivas o negativas en el otro. Pero hemos de movernos cumpliendo nuestro deber, por convicción.
El capitán del Ever Given dijo que fuertes vientos lo sacaron de rumbo. Más de 400 buques detenidos, cuyos capitanes dudaban si seguir esperando o navegar siete mil kilómetros más… Tiempo, dinero, consecuencias… Así son las decisiones difíciles.
Se habla mucho del líder; su figura se ha mitificado. Y cuando algo “sencillo” como pasar por el Canal se vuelve crítico por violentos vientos, no importa ser líder o no, sino un buen piloto: haber oteado el panorama, estar atento, no confiarse. Para muchos momentos de la vida de las organizaciones, en aquellos problemas no operativos, hacen falta directivos prudentes, talentos medios pero constantes, sobrios, trabajadores y, sobre todo, éticos. Además de saber reconocer que, muchas veces, salimos de los problemas no por nuestras acciones, sino gracias a otros factores no previstos… ¡una marea favorable!
Sin el lobo, el cuento de Caperucita no tendría sentido. No nos quejemos de los lobos: muchas veces son una condición de un entorno de cambios; habrá que huir de ellos, esquivarlos o ahuyentarlos; y, ante una amenaza grande, eliminarlos. Pero también, en la medida de lo posible, aprendamos a elegir caminos en donde estos no estén al acecho. El entorno contrario exige otras cualidades y actitudes en los gerentes: resistir la adversidad con paciencia y fortaleza, hacerle frente haciendo valer sus legítimos derechos, sin “hacerse el simpático”, condescendiente.
Un buen directivo debe saber compaginar la acción con la reflexión; debe pedir la opinión y consejo de sus colegas, no copiar experiencias sin más, analizar y medir todas las consecuencias de posibles decisiones.
Cuando Alejandro Magno preguntó a Diógenes por qué le llamaban El Perro, este contestó: “Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan, y a los malos los muerdo”. Alejandro, sin inmutarse, le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Diógenes, tranquilamente, le contestó: “Quítate de donde estás, que me tapas el sol”. El buen directivo debe saber quitar lo que le dificulta su visión: hay que hacer cosas buenas, pero, además, hay que hacerlas bien.