Presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía
Pedro Castillo cumple un año como presidente de la República. Al momento de su toma de mando, la minería internacional pasaba por un período de precios favorables que mostraban un buen panorama, pero, lamentablemente, los primeros meses de su Gobierno estuvieron marcados por señales desde el Ejecutivo que mellaron la confianza del sector minero-energético nacional. Esto se inició con el anuncio del Premier Guido Bellido sobre la estatización del gas de Camisea, para seguir luego con la Premier Mirtha Vásquez anunciando un arbitrario cierre de operaciones mineras en Ayacucho. En paralelo, el Ministro de Economía y Finanzas, Pedro Francke anunció una subida de impuestos a la minería, sin real sustento técnico ni diálogo con el sector. Y todas estas acciones con un telón de fondo de conflictividad social exacerbada por las autoridades, incluidos algunos ministros de Energía y Minas.
Durante este primer año, por razones ideológicas, se ha deslizado un mensaje de superioridad de la empresa pública versus la empresa privada, argumento sin respaldo técnico ni histórico. Además, se ha desconocido el rol de la inversión privada en el crecimiento del país y su impacto en la generación de empleo de calidad en un clima de estabilidad macroeconómica. Es decir, ha sido un año en el que el Gobierno ha dejado de lado el aprendizaje de políticas públicas exitosas por parte del aparato estatal y perdido de vista el gran objetivo de mejorar el bienestar de todos los ciudadanos, o si se prefiere, del Pueblo.
Ante el riesgo de un grave daño a nuestro tejido empresarial, las compañías del sector minero energético, la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE) y otros gremios empresariales han dado respuestas públicas y tomado acciones constantes para que se conozcan los temas más técnicos del sector, permitiendo una mejor comprensión de su potencial y dinamismo sobre la economía peruana. Ello ha sido ratificado y apoyado por los propios trabajadores y proveedores de estas empresas, quienes han hecho sentir su voluntad de participar activamente en defensa de sus empleos y las fuentes que generan el sistema económico y social del que dependen sus actividades y progreso.
Del mismo modo, luego de un año en que el Gobierno improvisó funcionarios sin calificación para puestos claves en el Ministerio de Energía y Minas y en otros sectores, se ha visto la intención de volver a nombrar -al menos en el ministerio de nuestro sector- funcionarios públicos probos y capacitados en los puestos técnicos relevantes, de forma que esperamos contribuyan a una eficiente toma de decisiones.
Sin embargo, en buena parte como producto de las expectativas que las acciones iniciales del Gobierno causaron -y algunos discursos continúan haciéndolo- seguimos viendo un aumento significativo de la conflictividad social, cada vez más violenta, afectando los derechos de las empresas mineras, de hidrocarburos y de energía, pero también de sus trabajadores y de las poblaciones cercanas a las operaciones.
Aún con este panorama nebuloso que dificulta la toma de decisiones de inversión, el sector ha concentrado esfuerzos en sostener la productividad de sus operaciones e introducir estándares internacionales de calidad, responsabilidad social, ambiental y buen gobierno corporativo demostrando, como en otras épocas difíciles de nuestra historia, una férrea voluntad de salir adelante con profundo respeto por el compromiso asumido con el país de continuar con su rol de generador de empleos de calidad y motor de desarrollo para todos los peruanos.
Al inicio del segundo año de la actual administración, el Ejecutivo tiene la oportunidad de generar áreas de consenso con el gremio minero-energético y lograr un apoyo muy potente para el progreso nacional en un contexto interno e internacional complicado. Un año después, en el gremio seguimos trabajando por llegar a esos consensos que beneficien a todos los peruanos. Y, de repente, en ese empeño, en el Perú descubrimos que todos somos más pro minería, petróleo y energía de lo que creíamos.