
Escribe: Luis Miguel Castilla, director ejecutivo de Videnza Instituto
El comercio internacional ha cambiado de reglas sin previo aviso. Lo que antes se asumía como una competencia global en igualdad de condiciones hoy está marcado por una presión industrial sin precedentes desde China, cuyo tamaño es capaz de reconfigurar mercados enteros. Según el Portal de Medidas Comerciales Correctivas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), existen más de 2,000 medidas antidumping vigentes en el mundo y más de 400 investigaciones en curso, y China explica alrededor de un tercio del total.
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El cierre progresivo de Estados Unidos y Europa a bienes chinos mediante medidas antidumping no ha detenido ese flujo, solo lo ha redirigido hacia economías más abiertas y de menor escala relativa, como la peruana. Para el sector empresarial nacional —especialmente el que invierte, emplea y compite localmente— esta realidad es una amenaza concreta: pérdida de márgenes, imposibilidad de recuperar inversiones, mayor volatilidad y riesgos operativos.

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La asimetría no radica solo en los precios, sino en el modelo: la industria china opera con un respaldo financiero estatal y subsidios difíciles de igualar incluso para corporaciones globales, y totalmente inalcanzables para medianas y pequeñas industrias peruanas. Un artículo reciente del think tank CEPR estima que, en 2025, el apoyo de las políticas industriales chinas equivaldrá a alrededor del 4% del PIB. A su vez, la Information Technology & Innovation Foundation reporta que en 2022 al menos el 99% de un conjunto de 5,260 empresas chinas cotizadas recibió subsidios públicos que sumaron alrededor de USD 45,000 millones.
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Las investigaciones del Indecopi han puesto estas distorsiones en cifras. Sectores como acero, tubos y metalmecánica, así como manufacturas ligadas a la construcción y al equipamiento del hogar, registran márgenes de dumping que superan el 400%, junto a un aumento acelerado de importaciones, mientras caen productividad, capacidad instalada y utilidades. Cuando este patrón se repite simultáneamente en cinco industrias distintas, lo que está ocurriendo no es casual ni coyuntural: es la expresión en el Perú del desvío de comercio originado por la guerra comercial entre grandes potencias.
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El riesgo es evidente. Si se permite que la industria local compita indefinidamente contra precios por debajo de costo, se pierde la carrera no por ineficiencia, sino por desequilibrios estructurales. Se erosiona la cadena de valor, se destruye empleo formal especializado y se debilita la competitividad nacional. Defendernos del dumping no es rechazar la globalización, es asegurar que el Perú siga siendo un lugar viable para invertir, producir y generar empleo de calidad. La apertura comercial ha sido determinante para nuestro crecimiento, pero apertura no puede significar desprotección total frente a prácticas que ninguna empresa, por eficiente que sea, puede resistir sin quebrar.
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Estamos ante una decisión estratégica: ¿queremos preservar y fortalecer la industria peruana o permitiremos que se extinga lentamente mientras los productos chinos ocupan el mercado de manera irreversible? Quienes apuestan por el país necesitan previsibilidad y reglas claras. El Indecopi está cumpliendo su tarea técnica bajo el marco de la OMC y, donde se compruebe daño, corresponde aplicar los correctivos necesarios. Respaldar ese accionar institucional es hoy una responsabilidad compartida. El sector privado ha sido el motor de la expansión económica y del empleo formal de las últimas décadas. Pero ningún motor avanza si se le agota el combustible; en este caso, la rentabilidad y la certeza de retorno. Cuidar a la industria cuando enfrenta competencia desleal no es proteccionismo: es una condición mínima para que siga existiendo.
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Este no es un llamado a frenar el comercio con China. Por el contrario, el gigante asiático es y seguirá siendo un socio comercial clave para el Perú, tanto como mercado para nuestras exportaciones como proveedor en múltiples cadenas productivas. Lo que debemos exigir —como cualquier actor serio del comercio global— es competir en igualdad de condiciones, con transparencia, competencia leal y sin prácticas que destruyan la capacidad productiva del socio comercial. La verdadera pregunta es si el Perú está dispuesto a defender su competitividad cuando más lo necesita. Porque, al final, no se trata de poner barreras a China; se trata de no bajar la guardia frente a prácticas que ya han cruzado el límite de lo aceptable en un mercado que aún presume de ser justo. La Comisión de Dumping, Subsidios y Eliminación de Barreras No Arancelarias del Indecopi tendrá un rol clave en esta defensa.

Con una experiencia en bancos multilaterales de desarrollo, se desempeñó en altos cargos en el CAF – Banco de Desarrollo de América Latina, entre otros. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad Johns Hopkins de Maryland.







