Periodista
El rechazo a la moción de vacancia deja algunos saldos que es bueno tener en cuenta.
La oposición ha demostrado que dista mucho de ser tal; y que, por el contrario, con su comportamiento y manejo, solo logra darle respiro y tiempo al Gobierno, y desprestigiarse sola.
El Congreso no solo pierde en el intento, en la iniciativa y en el manejo político -empezando por su presidenta-, sino también en lo mínimo de respeto que le puede quedar ante la opinión pública. Bancadas que se dividen, supuestos liderazgos y acuerdos que casi nadie respeta, congresistas que se ponen en evidencia, conductas sospechosas, penosas justificaciones a los “errores” del Gobierno, y escándalos que suman a la desaprobación galopante.
Para salvar la cara, ayer censuraron al ministro de Salud, aunque con notoria demora, y anuncian otras interpelaciones.
El presidente se salva de un nuevo intento de vacancia, y le gana al Congreso en el pulseo, logrando -gracias a las circunstancias, que incluyen al fútbol- ganar tiempo y un poco de oxígeno, pero siempre en cuidados intensivos, viviendo a salto de mata, tratando de evitar que aparezca “la prueba” que tumbe al jefe de Estado, y de impedir que hable quien tenga que hablar.
Es claro, entonces, que mientras la oposición y el Congreso sigan actuando como lo hacen, y mientras no exista esa prueba clara que involucre directamente al presidente, seguiremos viviendo al límite, con un Ejecutivo esquivando y superando al Congreso, con un premier-operador que lo asusta o lo “ataranta”, y/o “convenciendo” a varios parlamentarios.
A la delicada crisis política se suma una crisis económica -con malas calificaciones de las agencias- derivada de la incertidumbre política, los pésimos nombramientos de funcionarios, el mal manejo de los sectores, la inflación (con aporte externo), y de todas las consecuencias que esta siempre trae: alza de precios, reclamos sectoriales, incremento de los conflictos sociales, solicitud de subsidios y compensaciones, marchas y bloqueos, desabastecimiento y especulación.
Ante esta situación, el Gobierno podría tratar de aprovechar las circunstancias para “consolidar” su alivio político, y para dar la imagen que actúa frente a la situación económica, impulsando varias medidas populistas que caigan bien en los sectores C, D y E, buscando así mejorar su popularidad.
Aprobar un aumento de la remuneración mínima vital, buscar un nuevo retiro de fondos de las AFP, plantear subsidios o bonos, u otras medidas de este tipo, pueden ser una tentación grande.
La pregunta aquí es: ¿qué hará el ministro de Economía?, ¿“colaborará” con la “estabilidad política” de su gobierno y la popularidad de su presidente, o se la jugará por la estabilidad económica del país?
Muchos ministros deben estar alentando la aprobación de estas medidas para tratar de que el Gobierno se gane alguito. Y suponemos que el mismo presidente debe estar animado a firmarlas.
Soltar medidas populistas en medio de una crisis es una receta casi de manual de cualquier gobierno que se sustenta en la improvisación, y que busca recuperar su popularidad para hacer frente a sus críticos en una mejor condición.
Veremos cómo se comporta y qué hace este Gobierno, y sobre todo qué hace el MEF.