Periodista
La participación de la OEA en la crisis política que vive el país, y su decisión de solidarizarse y respaldar al Gobierno peruano, hacer un llamado a los actores para que respeten el estado de derecho, promover el diálogo y designar un grupo de alto nivel, pueden verse de dos maneras: como el vaso medio lleno o medio vacío.
La decisión del Gobierno de Pedro Castillo de recurrir a la OEA puede verse como una muestra de desesperación al sentirse acorralado por los dichos y los hechos, derrotado ante el aislamiento y la soledad frente a las evidencias de actos presuntamente delictivos, y ante la posibilidad de perder el poder.
Esta posición podría llevar a pensar que el haber tocado la puerta de la OEA ha sido el último recurso antes de ser expulsado de Palacio de Gobierno.
Pero también puede verse como un recurso que le gana la iniciativa a la oposición –una vez más-, lleva el conflicto a otro nivel (muy conveniente para el Gobierno), y desvía o redirige la atención de los actores políticos y la opinión pública, así como la discusión en el nivel nacional, y ahora en el internacional.
Es difícil señalar, por ahora, que la decisión de la OEA haya sido un triunfo del Gobierno. Pero luego de una primera lectura de la resolución sí se puede afirmar que el Ejecutivo ha dado pasos hacia adelante, y ha dejado a la oposición (más) desubicada.
El Gobierno ha logrado que se abra la discusión a nivel latinoamericano sobre si en el Perú hay un intento de golpe de Estado o una crisis y conflicto de poderes. En ningún momento se señala siquiera sobre la posibilidad de estar ante un Gobierno invadido por actos de corrupción, delitos flagrantes o funcionarios con claras sospechas y/o evidencias –según la fiscal de la Nación- de haber delinquido, empezando por el presidente y su familia/entorno
Es evidente que el presidente y el Gobierno han ganado tiempo, porque va a ser muy difícil que la oposición pueda poner al voto cualquier moción de vacancia o de suspensión mientras duren las gestiones de la OEA (promoción del diálogo y visita del grupo de Alto Nivel) y se emita un informe final. Esto, según algunos entendidos, puede durar un par de meses, por lo que antes de fin de año será difícil (no imposible) llegar a soluciones radicales.
Por otra parte, también va a ser muy difícil que la oposición se declare en rebeldía y no acepte dialogar con el grupo del Alto Nivel, o no reconozca siquiera la posibilidad de una participación de la OEA. No aprovechar esta oportunidad para dar a conocer la verdadera realidad y todos los detalles que la OEA no conoce sería una torpeza.
Se puede decir que la OEA es un organismo con un claro sesgo político, y con un secretario general que ha adelantado opinión y preferencias; con una enorme necesidad de cuidar su puesto y salvarse de acusaciones que nada tienen que ver con su función. Pero no se puede patear el tablero internacional, porque se estaría justamente dando la razón a quienes quieren mostrar a la oposición como irracional.
También sería una torpeza mayúscula dialogar o sentar posición con el hígado, y con posiciones personalistas, de grupo, o totalmente descoordinadas, cuando precisamente lo que quiere mostrar el Gobierno es que lo que existe es un ánimo de vacarlo o dar un golpe de Estado a toda costa y sin sólidas razones.
La victimización le ha dado al Gobierno algunos resultados, sobre todo en el ámbito internacional. Y no solo por la nueva correlación política en América Latina, sino también porque la oposición se esmeró en lograr pequeñas victorias que se convirtieron en pírricas, y que le sirvieron al Gobierno para asumir ese papel de víctima.
Siempre ha habido una percepción diferente sobre el Perú desde el exterior y desde el interior. Mientras desde Nueva York nos veían como un avión, aquí nos mirábamos como una combi. Y eso no ha cambiado mucho, con las excepciones que siempre confirman la regla.
Pongamos algunos ejemplos. Impedir los viajes del presidente a la toma de mando del actual presidente colombiano o a Europa, puede verse aquí como una victoria de la oposición sobre el Gobierno, pero también puede verse, en el exterior, como una victoria pírrica que coloca al presidente como una víctima de una oposición que limita las funciones del jefe de Estado. Más todavía cuando muchos de los pares de América Latina tienen una cierta cercanía, identificación o simpatía por su par peruano.
Otro ejemplo. Mientras los responsables máximos del JNE y de la ONPE eran cuestionados y atacados, algunas importantes e influyentes misiones diplomáticas en el Perú –con pleno conocimiento de los pedidos de renuncia- les daban todo su respaldo, con foto y todo.
La oposición va a tener que ¿repensar?, o ponerse a pensar su estrategia y su línea de acción, porque hasta hoy, el Gobierno, a pesar de todas las acusaciones que pesan sobre este, y de todas las evidencias, siempre está un paso adelante, y la mejor prueba es que sigue ahí, sobreviviendo, con un vaso medio lleno.