Economista
El valor del dólar en el país es siempre un tema de conversación y a veces de preocupación por parte de los agentes económicos. Esta preocupación es mayor que -por ejemplo- en Colombia y Chile. Ello es así por la dolarización que aún presenta la economía nacional.
Desde enero del 2020 hasta setiembre de 2021 el dólar había aumentado en promedio cerca de 23%, causando cierto estrés en la inflación, en los indicadores financieros de las empresas y, en general, en las carteras de los agentes económicos. Desde esos máximos históricos de setiembre del año pasado, se ha venido corrigiendo hasta febrero en cerca de 8%.
Afortunadamente, la dolarización financiera (créditos y depósitos) ha venido en reversa en los últimos 20 años. Grosso modo, ha pasado de valores de alrededor de 80% hasta valores cercanos al 20% en el caso del crédito y al 30% en el caso de los depósitos.
Sin embargo, la dolarización real, a nivel microeconómico, es todavía relativamente alta. Según las encuestas del BCRP, solo 35% de las empresas grandes no financieras fijan sus precios exclusivamente en soles; mientras que 34% lo hace solo en dólares y un 31% en ambas monedas.
Muchas empresas también lo hacen porque su competencia también lo hace. Hay inercias difíciles de romper. La dolarización tiene cierta memoria.
Asimismo, las empresas compran materias primas con precios expresados o vinculados al dólar y/o mantienen obligaciones en esa moneda.
Es decir, los componentes de los ingresos y los costos de las empresas no financieras muestran todavía el peso de la dolarización. Ello -por supuesto- varía en función del sector económico y del tamaño de la empresa. Es decir, no es la misma en una empresa minera o una empresa de comercio minorista; en una pyme de servicios personales o en una gran corporación.
Esta dolarización real hace vulnerables a las firmas ante fluctuaciones cambiarias. Muchas todavía presentan descalces en sus hojas de balance y en su estructura de ingresos y gastos. Y la gran mayoría no usa coberturas cambiarias.
Diversos factores han explicado la evolución reciente del tipo de cambio. Al principio, en la medida que el sol peruano “solamente” es usado dentro del territorio nacional, una fuerte expansión de la cantidad de soles genera cierto reacomodo de cartera.
Sin embargo, fue el temor ante un cambio del modelo económico a raíz del triunfo del candidato Castillo y, sobre todo, el nombramiento de Bellido como el primer presidente del Consejo de Ministros, lo que generó una masiva salida de capitales del país.
Los episodios de cambios de cartera y salidas de capitales llegan eventualmente a su término, la expansión monetaria también. Al mismo tiempo, la balanza comercial presenta récords históricos, gracias a los altos precios del cobre, nuestro principal producto de exportación.
Sin embargo, en 2022 reaparece un viejo actor: la FED. El inicio inminente en marzo de un ciclo de tasas de interés al alza y el ¨tapering” hacen prever presiones alcistas en el tipo de cambio.
Es difícil saber qué fuerzas serán mayores semana a semana. Sin embargo, la masiva salida de capitales ya ocurrió y ello hace pensar que las nuevas presiones alcistas cederán ante la balanza comercial en un plazo más largo. De alguna manera nos hemos adelantado al tapering.
Por ahora, el dólar parece haberse estabilizado, pero podría tener presiones al alza, en función de cuán duro será el tapering y la agresividad del aumento de tasas del FED. Y, por supuesto, dependerá del desenlace de la actual crisis política.
Es posible entonces que ocurran hipos alcistas durante el año, pero a la larga observaremos una suave tendencia a la baja. Sin embargo, el valor futuro del dólar nadie lo puede saber. Se hacen supuestos y, en función de ellos, se realizan pronósticos.