Presidente de Apeseg
Cada aniversario patrio solemos esperar que el gobierno de turno nos administre una nueva dosis de esperanza por el futuro de la nación, que nos cuente cómo es posible seguir en la ruta de progreso duradero, en el camino a la construcción de auténtica ciudadanía y que unido a ese fervor patriota nos recuerde el gran cariño que tenemos por esta tierra bendita: nuestra familia, el orgullo por lo nuestro expresado en su cultura, en sus sabores, y siempre con la esperanza de que vale la pena quedarse a seguir haciendo patria.
Este 28 de julio, la verdad que costó mucho celebrar lo nuestro. Porque lo nuestro incluye la corrupción, nuestra falta de vergüenza por cumplir el deber con los demás, y la falta de norte de este país tan lleno de necesidades. Dado que el mensaje que escuché este 28 no cumplió con darnos esa ruta por donde debemos buscar el progreso de los peruanos intentaré mostrar el principal reto que tenemos por delante: generar más empleos formales.
Simplificando el país desde el punto de vista de cómo producimos los ingresos lo podemos dividir en 4 grupos usando 2 categorías: empresas grandes/medianas vs. pequeñas/micro y empresas formales (cuyos trabajadores reciben protección social) y las que no lo son. Si lo que nos importa es qué tanto del PBI generan tendremos una data como esta: Empresas grandes/medianas formales: 80%, informales: 5%. Empresas pequeñas/micro: formales: 5%, informales: 5%.
Pero lo que nos debería importar es en qué tipo de empresas están trabajando las personas en Perú: Empresas gran-des/medianas: formales: 20%, informales: 5%. Empresas pequeñas/micro: formales: 5%, informales: 70%.
Desde el punto de vista de quien apunta a dar bienestar generalizado a la población debería ser obvio que se requiere que sean las empresas formales las que puedan contratar mayor cantidad de trabajadores porque de esa manera se lograría alcanzar varios objetivos nacionales a la vez. Para empezar, el Gobierno recaudaría mayores impuestos para mejorar la capacidad de que el Estado cumpla con dar servicios básicos a la población; se permitiría la creación de mejores puestos de trabajo para mayor proporción de la población, si de esos que pagan más y brindan protección social completa.
Pero cuando miramos nuestra realidad encontramos que estamos muy lejos de esos objetivos. Una de las razones para que esto no ocurra es que en lugar de querer entender a la empresa como lo que en verdad es: un mecanismo que permite generar riqueza si es que se es suficientemente competitivo, se pretende que la empresa sea rentable no importa lo que ocurra con lo que produce, cómo lo produce, o a quién vende lo que produce. La empresa, sea cual sea su tamaño o su rubro, debe cada día vencer la prueba con su base de clientes de que vale la pena seguir pagando por sus servicios o sus productos.
Pensemos en restaurantes para que se entienda mucho mejor. Ese restaurante que por ahorrarse costos opta por utilizar insumos de dudosa calidad pronto verá cómo los comensales dejan los platos a medio terminar y luego no regresan. Ese restaurante que se demora en exceso para traer la comida a la mesa no mantendrá su clientela.
Nosotros como trabajadores deberíamos pasar por esa misma prueba todos los días para que nos ratifiquen la confianza. El Gobierno comete un error enorme en generar un profundo desbalance en la relación empresarios y trabajadores al fortalecer sin límites a los sindicatos. Los sindicatos claro que tienen un rol, también lo tienen los empresarios. Ambos tienen la tarea de construir empresas que todos los días cumplan con las expectativas de sus clientes, porque esa es la verdadera fuente de riqueza que compartirán.
El objetivo nacional no puede empezar con más trabajadores sindicalizados (hoy son solo 200 mil), sino debe empezar con mejores puestos de trabajo. Esos no los vamos a generar permitiendo que los sindicatos tengan más poder sin exigirles nada a cambio. El efecto indeseado de la norma será exactamente al revés de lo pensado. Precarizaremos aún más los pocos empleos formales existentes, haciendo más difícil dar esa necesaria protección social a las familias. El progreso para que sea duradero necesita ser balanceado. Apuntemos a construir ese balance con un objetivo común: más empleos formales para todos.
Precarizando aún más los pocos empleos formales existentes, se hará más difícil dar esa necesaria protección social a las familias.