Escribe: Enrique Castillo, periodista.
El motivo al que más ha recurrido el Gobierno en estos días para tratar de frenar los reclamos, las amenazas de movilizaciones, los paros, las mociones de vacancia, y hasta las críticas a su gestión, ha sido la realización de la Cumbre de Líderes de APEC.
Es indudable que se trata del evento más importante del año, y de una ocasión inigualable no sólo para vender la imagen del país al mundo, sino también para buscar las mejores relaciones políticas y comerciales con los más importantes mercados del planeta, por lo que sería ideal que nada empañe ese encuentro.
No sabemos que pueda pasar durante los días de la Cumbre y cómo se comportará la población, sobre todo la que anuncia las jornadas de protesta, solo esperamos que, de ambas partes, protestantes y Gobierno, haya un manejo adecuado de sus acciones para evitar violencia y daños.
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Pero la Cumbre terminará el 16 de noviembre, dentro de un poco más de una semana, y con ella la tregua que el Gobierno le pide al país. ¿Qué va a hacer la presidenta y su administración después de esa fecha, y cómo va a enfrentar su realidad y la realidad que vivimos todos los peruanos?
El Gobierno solo tiene dos objetivos: sobrevivir hasta el 28 de julio del 2026; y dedicar gran parte de sus esfuerzos a enfrentar las investigaciones, acusaciones y denuncias contra la presidenta, y por eso ha estado viviendo al día, negando, esquivando y pateando todos sus problemas para más adelante, pensando quizás en que puedan resolverse solos o en que puedan aparecer nuevos problemas que hagan olvidar los antiguos.
Después del 16 de noviembre no habrá más APEC a qué recurrir, y volverán a estar en los titulares, sobre las mesas, y en la calle, todos los problemas (inseguridad como el principal y un largo etcétera de adicionales) y denuncias –seguramente recargadas– que hoy se tratan de poner bajo la alfombra para no incomodar a los visitantes. Pero APEC no borrará ni solucionará nuestros problemas, solo los invisibilizará –si lo hace– por tres días. Después no habrá APEC al que recurrir.
Ahí empezarán nuevamente los grandes desafíos para el Gobierno, y para los pocos grupos que lo sostienen, léase congresistas y bancadas “oficialistas”.
A las bancadas “oficialistas” y a los congresistas no se les puede reemplazar, de manera que de cualquier forma los tenemos que soportar hasta el 2026. Pero la presidenta si puede reestructurar su Gobierno, inmediatamente después de APEC, si quiere tratar de empezar a enfrentar con cierto éxito los problemas del país, y así evitar que al Congreso “no le va a quedar más remedio que evaluar” una posible vacancia.
Un grave problema que tiene el Ejecutivo, aparte de su incapacidad para tratar de solucionar muchos de los problemas, es el de la actitud y comportamiento de sus principales autoridades, que trae como consecuencia un problema de aislamiento, rechazo, y mala imagen.
A la arrogancia, altivez, autosuficiencia, y soberbia que muestra inexplicablemente la presidenta en los últimos meses, así como la necesidad de aislarse para evitar las preguntas del periodismo y los insultos de la ciudadanía, se suman el gesto duro y cortante del premier, el exitismo y deseos permanentes de confrontación del ministro del Interior, y la falta de manejo diplomático y político del canciller. Solo a alguien con muy poca muñeca y experiencia se le ocurre decirle al mundo, oficialmente y con anticipación, que el Perú es tan inseguro que no puede manejar el traslado de su presidenta y de un líder mundial a un puerto ubicado a poca distancia de la capital. Y si a este elenco se le suma la actitud del vocero presidencial, la foto está completa.
Esto que puede parecer superficial o solo de imagen, no lo es, porque el rechazo que genera este “Estado Mayor”, tanto por su actitud como por sus resultados, sumado por supuesto a lo que genera el Congreso al que se considera un aliado o un jefe del Ejecutivo, condiciona las actitudes y comportamientos de todos los actores políticos y sociales, y de la población en general.
Si la presidenta y su Gobierno van a seguir después de APEC con la misma actitud, comportamiento y gesto, las cosas no solo no van a mejorar, sino que van a empeorar.
Entendemos que la presidenta crea que necesita, dada su situación política y legal, de incondicionales y de gente de su “absoluta confianza” que vayan al choque por ella; pero no entendemos que no se dé cuenta, a la luz de los hechos y de los resultados, que eso es lo que precisamente la está llevando a una situación más grave.