
La aplastante victoria de José Antonio Kast en Chile no debe interpretarse únicamente como un giro político interno en el país vecino. Podría tener efectos más amplios en la región, en particular para el Perú, en ámbitos sensibles como la seguridad, la migración y la relación bilateral. La agenda que el presidente electo ha planteado durante la campaña introduce elementos que, de materializarse, obligarán a una lectura más atenta de lo que ocurra al sur de nuestra frontera, habida cuenta de lo polarizante de su discurso.
Parte de sus propuestas se materializan en el Plan Escudo Fronterizo, un documento de tono radical que ha sido presentado como respuesta al deterioro de la seguridad. El plan enumera medidas de alto impacto (centros de internación y expulsión, deportaciones aceleradas, despliegue militar), pero deja interrogantes sobre su ejecución. Aun así, el mensaje es claro y funciona como amenaza política, especialmente cuando se plantea la posibilidad de represalias económicas y diplomáticas contra países que no cooperen en la devolución de inmigrantes. En ese enfoque, Kast, hasta el momento, aparece como otro émulo de Donald Trump, privilegiando la presión política por encima de la viabilidad técnica.
Los primeros efectos ya se sienten en la frontera. Hace pocas semanas, las declaraciones del hoy presidente electo generaron desplazamientos de inmigrantes hacia el eje Tacna–Arica y llevaron al Gobierno peruano a declarar estados de emergencia en distritos fronterizos para reforzar el control. Especialistas advierten que estos movimientos pueden activar economías ilegales vinculadas a la trata de personas, el contrabando y otras actividades informales, aprovechando zonas con limitada presencia estatal.
A ello se suma el componente económico. Chile es uno de los principales socios comerciales del Perú. En el 2024, el comercio bilateral superó los US$ 3,400 millones (Adex), con exportaciones peruanas en crecimiento, mientras que la inversión chilena en Perú cuenta con un stock acumulado de US$ 20,048 millones (período 1990 -2020) a través de 400 empresas que desarrollan unos 800 proyectos (ProChile). Cualquier deterioro del clima bilateral, producto de tensiones diplomáticas o decisiones unilaterales, puede afectar expectativas empresariales y flujos de inversión.
El impacto político en nuestro país tampoco es menor. Kast asumirá en marzo, en plena antesala del proceso electoral en nuestro país. Habrá tiempo suficiente para que quizá mantenga un discurso duro en materia migratoria y de seguridad, con el Perú inevitablemente incorporado en esa narrativa. El riesgo es que candidatos peruanos opten por replicar ese tono, radicalicen posiciones y conviertan la migración en una bandera electoral, sin evaluar sus costos institucionales, sociales y económicos.
Chile tomó una decisión soberana. Para el Perú, el desafío será evitar que la frontera se convierta en un espacio de confrontación discursiva y política, cuando lo que exige es coordinación, prudencia y respuestas de Estado.







