POLÍTICA. La tercera moción de vacancia presidencial por incapacidad moral permanente que se ha presentado recientemente en contra del presidente Pedro Castillo alega ser diferente de las dos que la precedieron sobre todo por dos motivos. Por un lado, porque se trata –en efecto– de una moción con una sustentación más clara y contundente que las anteriores. Y por otro, según sus promotores, porque esta vez se habría alcanzado ya un número mayor de votos en favor de la medida, que los que se alcanzaron en las dos últimas oportunidades. No obstante, las tres podrían terminar siendo similares en la práctica.
Primero, porque el supuesto mayor apoyo obtenido aún no se ha materializado en votos. En favor de la admisión a trámite de la medida, por ejemplo, votaron esta vez solo 73 congresistas, tres menos de los que votaron a favor de admitir la segunda moción de vacancia presentada en marzo de este año. Además, ni siquiera sumando a toda la oposición se alcanzarían los 87 votos necesarios. Una eventual vacancia presidencial solo podría aprobarse si una parte no menor del bloque oficialista se quiebra y vota en contra de Castillo. Con todo ello, parece difícil que, si nada más cambia en los próximos días, puedan alcanzarse realmente todos los votos necesarios.
Y segundo, algo que no debería dejarse de lado en este debate, como sí ocurrió en las dos oportunidades previas, es que el Congreso debería definir qué estaría ofreciendo para el día después de la vacancia. ¿Se respetaría el mandato de la vicepresidente que asumiría hasta el 2026? ¿Se le exigiría un adelanto de elecciones? ¿O se le exigiría la renuncia o se plantearía también otra moción de vacancia en su contra? Y tomando en cuenta que el artículo 115 de la Constitución no lo deja claro, si quien eventualmente asume la presidencia de la República es el presidente del Congreso, ¿se llamarían solo a elecciones presidenciales? ¿O a elecciones generales?
Cualquiera sea el camino que se proponga, este debería tenerse claro desde antes, incluso, de que se pidan los votos. Y la medida debería plantearse así a la ciudadanía, pues difícilmente todos esos posibles desenlaces tendrían la misma recepción.
Si esto no ocurre, incluso si llegasen a alcanzarse los votos necesarios para aprobar la vacancia, lo que el Congreso habría logrado no sería iniciar una salida a la crisis, sino llevarnos a otro contexto de caos sin salida clara, que no es difícil pensar que nos terminaría llevando a otra crisis.