Los grandes anuncios sin propuestas claras pueden ser, en el mejor de los casos, promesas vacías, y en el peor, despropósitos con consecuencias negativas. Hoy se cumple un mes desde que, el 28 de julio pasado, la presidenta Dina Boluarte informase al país su intención de crear un Ministerio de Infraestructura (MI) y de fusionar “dos pares de ministerios”. Hasta el momento, lo que se tiene es incertidumbre y declaraciones poco concretas de representantes del Gobierno.
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La creación de un MI sin planes u objetivos firmes podría ser un retroceso en la eficiencia del Estado. Si esta medida se limita a una simple “reorganización de escritorios y sillas” y a agrupar programas bajo un rótulo, poco se habrá avanzado en hacer un Estado más eficiente y, más bien, se habrá creado un “monstruo” de oportunidades para el mal manejo de recursos, dado el gran presupuesto que podría tener a su cargo.
En cuanto a lo segundo, resulta alarmante que se hable de fusionar los ministerios de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp) con el de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), especialmente en un contexto donde la violencia contra las mujeres y los feminicidios han alcanzado niveles críticos en el país. La existencia de una institución dedicada exclusivamente a la protección de los derechos de las mujeres es fundamental para garantizar la relevancia y el enfoque especializado que se requiere. Reducir esta labor a una simple oficina dentro de un ministerio podría diluir la importancia de políticas públicas vitales y urgentes.
La ligereza con la que se ha manejado la propuesta en las últimas semanas es un mal indicador sobre esta posible reorganización. La conversación pública sobre la iniciativa ha mostrado numerosos vacíos. Varios especialistas han puesto de relieve en nuestras páginas, por ejemplo, las carencias que una mala ejecución de un MI podría traer.
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Leonie Roca, presidenta de la AFIN, ha dicho que desde el gremio tienen varios años sugiriendo una consolidación, pero que preocupa el anuncio tal y como se ha hecho. Ha advertido, por ejemplo, que un ministerio como el MI, con tanto poder, sería motivo de conflictos políticos, lo que podría traer inestabilidad en el liderazgo. La catedrática María Antonieta Merino ha afirmado que, sin un adecuado análisis de por qué no funcionaron anteriores intentos por mejorar la eficiencia en el desarrollo de infraestructura, estaríamos en un ciclo sin fin donde el Estado no soluciona los problemas. El exministro de Economía David Tuesta ha indicado que la creación del MI “no traerá por arte de magia una mejor gestión” y que se requieren reformas de fondo en la planificación y gestión a todo nivel.
Sin una visión integral que sustente estas iniciativas, lo que queda en evidencia es la improvisación con la que se aborda lo que sería una reorganización estatal clave. Esperamos que en los próximos días estas iniciativas se tomen con la seriedad que se requiere, pues de lo contrario, lo mejor para el país sería encarpetarlas y dejarlas en el olvido.