PROGRAMAS SOCIALES. Es claro que una de las armas que tiene el Estado para luchar contra la pobreza son los programas sociales. Más aún cuando el país no logra recuperarse de la crisis económica generada a partir de la pandemia y que se ha ido agravando por la falta de confianza que genera el Gobierno y que impide una mayor inversión. Por eso es de saludar que en el proyecto de presupuesto se plantee un incremento en el monto con el que contarán los mismos.
Sin embargo, para asegurar que los S/ 5,528 millones con los que contarán los programas sociales y que serán administrados por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) se utilicen adecuadamente se necesita, en primera instancia, que se fiscalice el padrón de los beneficiarios. Se han visto varios casos en los que padres de congresistas, congresistas, la cuñada del presidente y varias otras personas que realmente no los necesitan terminan siendo beneficiados, restando oportunidad a quienes sí deberían recibir el subsidio estatal. Mejorar los filtros debería ser la primera preocupación del Midis, sobre todo porque este tipo de programas corre el riesgo de ser utilizado políticamente.
Pero, sobre todo, lo que el Gobierno debe interiorizar es que los programas sociales no bastan para ayudar a reducir la pobreza, como tampoco será posible solo con el crecimiento económico. Ambos factores deben estar complementados por un trabajo serio que fomente el acceso a empleo de calidad con una remuneración adecuada, algo que pasa por mejorar la educación y dotar de capacidad productiva a las personas con baja educación.
No se discute la importancia de los programas sociales, pero estos deben ser evaluados permanentemente para confirmar su utilidad y eficiencia. No se trata de que una persona dependa de ellos durante toda su vida, el esfuerzo de cada gobierno debe ser que las personas utilicen estos programas el menor tiempo posible, salgan de la pobreza y puedan sostenerse por sí mismas sin estas ayudas.
Con esta idea nació el programa Juntos, cuyo objetivo es “que las familias reciban este subsidio por un periodo de tiempo corto y al mismo tiempo sean empoderadas con otros programas orientados a la generación de autonomía”, y sin embargo en los más de quince años de existencia es poco lo que se sabe de las familias que ya dejaron el programa.
Insistimos en que es mejor enseñar a pescar que regalar pescado.