La inversión privada creció 0.3% en el primer trimestre, respecto del mismo periodo del año pasado, según el BCR. Sin embargo, al igual que sucedió con el PBI y otros indicadores macroeconómicos, se trató principalmente de un efecto estadístico puesto que la base era muy baja: en el primer trimestre del 2023, la inversión privada cayó 12% (respecto del mismo periodo del 2022), debido a que las protestas, paros y tomas de carreteras agravaron la crisis política y empeoraron el entorno para hacer negocios. Esto prolongó la toma de decisiones de las empresas de invertir: el indicador siguió decreciendo en los trimestres siguientes y cerró el año con una contracción de 7.2%.
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Para el 2024, el BCR proyecta un incremento de 2.3% –que no será suficiente para cubrir la pérdida del 2023, aunque algo es algo–, justificado por “un entorno de estabilidad sociopolítica y macroeconómica que continúe favoreciendo la recuperación de la confianza empresarial y de los hogares”. Hay que precisar que un pilar de la estabilidad macroeconómica es la prudencia fiscal, la cual sigue siendo golpeada por el constante aumento del gasto público corriente, cortesía del Congreso, al que se ha sumado el Ejecutivo (a juzgar por los anuncios presidenciales del 28 de julio).
No obstante, otro supuesto ha merecido un análisis más profundo del BCR: la confianza empresarial, medida a través de las expectativas de sus ejecutivos de mayor rango. El BCR recoge esas opiniones en sus encuestas mensuales a las principales empresas del país. Debido a su pronta disponibilidad (a inicios del mes siguiente de realizado cada sondeo), “estas expectativas permiten adelantar el comportamiento de la inversión privada y, en consecuencia, del PBI”. Claro que no todo tipo de inversión responde de la misma manera, ni mucho menos en el mismo tiempo. Pero sí existiría un estrecho vínculo entre la evolución de la inversión privada y la confianza empresarial.
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Por ejemplo, una reducción en cinco puntos porcentuales del índice de expectativa de la economía a tres meses contrae la inversión privada en 0.68% en el trimestre siguiente. Asimismo, cuando la confianza empresarial está en el tramo pesimista –como ocurrió el 2022 y el 2023–, la inversión no residencial tiende a contraerse. En lo que va del 2024, la gran mayoría de expectativas ha pasado al lado optimista, aunque todavía siguen siendo bastante volátiles, pues un mes suben y al otro, bajan. Quizás ese comportamiento refleje el entorno inestable en el que vivimos. Esperemos que los cálculos del BCR se cumplan.
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