Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico
El 2025 se presenta con múltiples fundamentos positivos y negativos, externos e internos, que pueden describir lo que puede suceder con la economía peruana el próximo año. A nivel global, el principal factor a considerar será el desarrollo de las medidas que tome el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos. Posiblemente no serán tan extremas como las anunciadas durante su campaña, a las que ya muchos aluden como la formación de un nuevo orden mundial, pero sí sustanciales para impactar en todos los países.
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Una, que debe preocupar al Perú, sería la imposición de una tarifa ecuménica a la importación de todos los bienes y servicios hacia los Estados Unidos. Ello llevaría, sin duda, a represalias de otras naciones, motivando una fragmentación más marcada entre el Occidente desarrollado y el Asia liderada por China.
El trasfondo de ello es la lucha hegemónica entre las dos potencias, Estados Unidos y China, queriendo el primero aislarse, sin importarle el resto del mundo, con un proteccionismo a sus empresas, a la par de retrasar lo máximo posible el que China consiga la supremacía mundial. El Gobierno peruano debe ser muy prudente y equilibrado en su trato con ambos, pues seremos presionados de muchas maneras en dicho combate geopolítico.
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Tal guerra comercial tiene varias consecuencias. La primera es un menor crecimiento económico planetario, lo que conllevaría a una menor demanda de recursos naturales, entre ellos la de los metales que son nuestra principal fuente de divisas y de tributos. Tal efecto ya es patente aún sin aún haber asumido Trump. El cobre, oro y plata han reducido sus precios en 19%, 9% y 11%, respectivamente, en las últimas semanas.
También esa refriega comercial traería una inflación en muchos países, pues esas tarifas y varios costos logísticos se trasladarían a los precios. Así, cuando el Perú importe bienes y servicios, estos serán más caros.
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En teoría esas consecuencias deberían llevar a una depreciación del sol y a reavivar la inflación. En la práctica, no sería así, pues hay muchos miles de millones de dólares que ingresan al sistema monetario procedente del tráfico ilegal del oro, el narcotráfico, la tala ilegal y la explotación de personas. La inflación, por su parte, estaría contenida por la baja en el poder adquisitivo de la población.
Internamente, los problemas de la economía en el 2025 serán el perverso e inepto gobierno, la crisis política, el pésimo sistema judicial, la impunidad, la corrupción, y la inseguridad sin escrúpulos. Esos factores se intensificarán a medida que se acerquen las elecciones, pues una cuarentena de partidos y movimientos, nacionales y subnacionales habilitados aseguran protestas, paralizaciones y posible violencia.
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Continuará la juerga fiscal para sostener a Petroperú y para mantener “contentos” a los revoltosos en aras de seguir perdurando en el poder. Obviamente, los inversionistas mostrarán un recato creciente, mientras el ya alto déficit fiscal seguirá aumentando nuestro endeudamiento público y encareciendo los nuevos créditos.
Por el lado positivo, la estabilidad macroeconómica, la importante inversión del puerto de Chancay y varios logros comerciales obtenidos en la APEC, que verán sus frutos más despacio de lo que ha prometido el entusiasmo inicial, ayudarán a morigerar los factores negativos referidos.
En suma entre luces y sombras, el 2025 se concibe sombrío e incierto económicamente, lo que terminaremos pagando, como siempre, con la tuya y con la mía.
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