Escribe: Enrique Castillo, periodista.
El caso de los relojes Rolex y las joyas que pertenecerían a la presidenta ha ido tomando diferentes giros a lo largo de estos días, y seguramente lo seguirá haciendo. A nivel de la opinión pública y del campo político, empezó como una denuncia que remeció el escenario, siguió como una impactante investigación fiscal y policial, y quizás termine como un “meme” o como una comedia o sketch digno de cualquiera de los programas cómicos de “antaño”.
Esto, por supuesto, al margen del trabajo de la Fiscalía, que tomará su tiempo, y que siempre será cuestionado por un lado o el otro, como consecuencia de esta guerra política que incluye entre sus protagonistas, precisamente, al Ministerio Público. Y, así se culmine antes la investigación, cualquier acusación deberá esperar hasta el 2026 o hasta cuando culmine la gestión de este Gobierno.
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Claro, las informaciones sobre la investigación y las “filtraciones” pueden volver a levantar el tema a nivel mediático y político, pero lo más probable es que sea sin resultados concretos, porque de este Congreso, que es el único que podría terminar con la gestión de la presidenta, se espera poco o casi nada, dado que el control político ha sido reemplazado por el “canje” o el “trueque”.
Los “guionistas” de esta potencial comedia o “sketch” buscan salir del atolladero dándole el giro “romántico” a la historia, con el protagonismo del fan enamorado o del entrañable amigo provinciano que, con los bolsillos llenos, regala o presta generosamente joyas en cumpleaños, ocasiones especiales o hasta cuando ve muñecas vacías. Todo esto con el fin de quitarle la sospecha delictiva al asunto y convertirlo, política y mediáticamente, en un insumo para una comidilla popular propia de programas cómicos o de farándula.
El giro puede dar resultados. Sobre todo, en un país machista, ávido de chismes y de historias novelescas populares, y si es con morbo, mejor. Sin embargo, esto, que puede sacar a la presidenta de los titulares y primeras planas de los medios de comunicación, tiene grandes limitaciones, responde a horizontes estrechos, piensa más en la quincena que en el largo plazo, y tiene graves consecuencias para el país, que es lo que a nosotros realmente nos debe interesar.
En primer lugar, van a hacerle creer a la presidenta que puede sentirse aliviada, pero en la realidad su credibilidad seguirá haciéndose polvo, ¿y su prestigio?, ¿reputación?, ¿imagen?, tanto a nivel nacional como internacional seguirá “cuesta abajo en la rodada”.
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Los Gobiernos serios y los medios de comunicación, nacionales e internacionales, tendrán muchos reparos para tomar en serio a un Gobierno presidido por una persona que, presumiblemente, toma decisiones gubernamentales y económicas con base en sus relaciones personales y a los regalos que recibe; y cuya frivolidad y fragilidad ha sido puesta de manifiesto en su máxima expresión, al extremo que ha necesitado del soporte de esa foto con los comandantes generales de las Fuerzas Armadas, y de hacer muchas concesiones a las bancadas del Congreso para salvar a su gabinete y salvarse ella.
La presidenta hoy es más rehén del Congreso que nunca. Si antes no había equilibrio de poderes, y Ejecutivo y Legislativo tenían un pacto tácito de no agresión y de conservación hasta el 2026; hoy el Ejecutivo está sometido completamente a una mayoría congresal que va a aprovechar hasta el último minuto de ese sometimiento.
El aislamiento de la presidenta será mayor, y ella irá acumulando una serie de temores con respecto a su futuro al dejar la presidencia, lo que limitará su accionar como jefa del Ejecutivo.
El premier ha perdido mucho del respeto de la prensa y de la ciudadanía. Al margen del papel que él mismo ha escogido desempeñar, y de que lo haya hecho de la peor manera, ha quedado sometido políticamente a las bancadas mayoritarias del Congreso, hipotecado a la presidenta con todos sus problemas, y enemistado con casi todos los medios de comunicación. Perdió su condición de interlocutor serio y confiable, y de líder del gabinete.
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Mucho de lo mencionado también le ha ocurrido a una muy buena parte del gabinete, que prefirió concursar para ganar el premio al o la mejor escudero/a.
Se ha generado un mayor manto de sospecha sobre el manejo que el Gobierno hace de los recursos públicos y de las transferencias, así como del tipo de relaciones que establece la presidenta y el Ejecutivo en general con otras autoridades, sobre todo regionales. Todo estará bajo sospecha e investigación, lo que traerá más paralización de inversiones.
Eso que tanto le preocupa al primer ministro, el flujo de inversiones, sufrirá más de lo que él cree y quiere, porque los inversionistas, que no son tontos y son muy adversos al riesgo, pensarán muchísimo antes de traer su dinero a un país con tan baja estabilidad, con un Gobierno tan débil que está sometido a las exigencias de un Congreso tan rechazado, con un gabinete donde la gran mayoría de los ministros es tan obsecuente, y donde la presidenta y su hermano, de aquí en más, estará más sometida que nunca al escrutinio de la prensa y de los políticos.
Y para finalizar, el futuro podría ser más sombrío que el presente. Las bancadas del Congreso que pueden ser catalogadas de derecha han preferido asumir el activo y el pasivo del Gobierno, antes de marcar distancia. Así las cosas, podrían correr la suerte que corren todos los grupos oficialistas en las elecciones.
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