Ayer el Gobierno de Dina Boluarte finalmente confirmó el cambio de cabezas en cuatro ministerios. Tras varios días de especulaciones, se fueron Javier González Olaechea (Relaciones Exteriores), Elizabeth Galdo Marín (Comercio Exterior y Turismo), Hania Pérez de Cuéllar (Vivienda) y Leslie Urteaga (Cultura); quienes fueron reemplazados, respectivamente, por Elmer Schialer Salcedo, Desilú León, Durich Whittembury y Fabricio Valencia Gibaja.
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A diferencia de lo que se solía ver –aunque de manera similar a lo que ha venido ocurriendo en los últimos años–, los motivos detrás de estos cambios no quedan realmente claros. Antes, era común que los cambios ministeriales tengan explicaciones más puntuales, dentro de un esfuerzo general por fortalecer la imagen, capacidades e influencia política de cada Gabinete. Pero en un Gobierno que ya lleva más de 50 cambios, no parece ser realmente esa la lógica detrás de tanta rotación.
Si realmente el objetivo hubiese sido reforzar el Gabinete, es difícil pensar en algo que justifique que se haya elegido específicamente a las carteras mencionadas y no a otras que vienen enfrentando problemas y cuestionamientos más graves y evidentes, como Salud o el Ministerio del Interior. Sin embargo, los titulares de dichos sectores permanecen en sus puestos.
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Al mismo tiempo, no ocurre tampoco que todos los nuevos nombres que han entrado representen mejoras evidentes en cuanto a experiencia y/o competencias técnicas que quienes han dejado sus cargos. Salvo quizá en el caso del nuevo canciller, en el sentido de que vuelve a ocupar este cargo diplomático de carrera. Dicho esto, González Olaechea, al igual que Pérez de Cuéllar, de hecho se percibían como ministros cercanos a la presidenta. O, cuando menos, con mayor influencia en el Gabinete. Llama también la atención, además, que a pocas semanas del foro APEC se hagan cambios justamente en Cancillería y Mincetur.
Whittembury, el nuevo titular de Vivienda, antes fue secretario general de ese mismo ministerio cuando este era dirigido por el hoy apresado e investigado Geiner Alvarado. Esto durante la primera etapa del Gobierno de Pedro Castillo. ¿Qué nivel de confianza puede otorgar este precedente en una cartera tan delicada y que maneja tanto presupuesto?
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Otro detalle sobre el renovado Gabinete es el desbalance de género: solo dos carteras son ahora dirigidas por mujeres. Incluyendo a la ministra de la Mujer, una cartera que este mismo Gobierno estaría buscando fusionar.
Así las cosas, no existen pues indicios que realmente sugieran que estos cambios se han dado pensando en cómo mejorar la calidad del Gabinete y hacerlo más efectivo. En realidad, pareciera que los movimientos han respondido más bien a situaciones específicas en cada caso, y a un esfuerzo no por mejorar la gestión del Gobierno, sino simplemente para que este no termine de ahogarse en su propio caos e improvisación.