Presidente del Consejo Privado de Competitividad
En un contexto en el que existe una fragmentación enorme en la política; con el Congreso más populista y desprestigiado de la historia; con un Ejecutivo y un Legislativo en mínimos de popularidad; con una fragmentación casi absoluta de las fuerzas políticas; con un Fenómeno del Niño ad-portas; con todo el país hablando de recesión; es decir, en el contexto más impensable para que cualquier Ley trascendental se apruebe, la reforma de pensiones presentada por el Ejecutivo al Congreso parece tener altas probabilidades de lograrlo.
Su aprobación podría ser una interesante señal de que, si el gobierno se lo propone, puede sacar temas complejos adelante. Sin embargo, esta reforma tiene varios claroscuros que requieren revisarse sino se quiere caer en la “trampa de la sábana corta”: abordas unos problemas, pero al hacerlo dejas al descubierto otros.
Con la cabeza tapada…
Comencemos con lo que ha conseguido cubrir esta “sábana reformadora”, es decir, lo que nos parece positivo del proyecto del Ejecutivo. Se debe destacar los esfuerzos por unir las piezas de una estructura fragmentada; la intención de querer brindar una salida a la ausencia de pensiones mínimas en el Sistema Privado de Pensiones (SPP); algunos esfuerzos para incorporar a los trabajadores independientes e informales; la búsqueda de mayor competencia en el ámbito privado; la ampliación de cobertura de Pensión 65; y, aplaudir las restricciones a los retiros anticipados, así como la eliminación de la tan dañina Ley del 95,5%.
… pero con los pies muy fríos
Un primer tema a cotejar es si se ha valorado correctamente los impactos de introducir una reforma donde el Sistema Nacional de Pensiones (SNP) toma protagonismo. Por ejemplo, me parece muy extraño que con las modificaciones realizadas los efectos fiscales a largo plazo no sean grandes, más aún cuando no se propone ningún cambio paramétrico. ¿Habrán tomado supuestos optimistas sobre las tasas de crecimiento del PBI, las tasas de retorno y las demográficas? Adicionalmente, siguiendo varios estudios sobre el impacto que ha tenido el ahorro privado de pensiones sobre el crecimiento potencial, restarle peso a este último en el proyecto de reforma en favor del sistema público, propiciaría menores tasas de crecimiento a largo plazo para el Perú. Siendo estas dudas válidas y muy importantes, creo que lo correcto es que el Ejecutivo dé a conocer un análisis de sensibilidad de sus proyecciones, considerando diferentes supuestos con los diferentes impactos sobre la sostenibilidad fiscal, pues podríamos terminar dejando una seria carga a las futuras generaciones. Aquí, una tarea importante para el Consejo Fiscal.
Yendo a detalles, creo que la propuesta de que los nuevos cotizantes de 18 años vayan por default al SNP requiere también más análisis. ¿Es esta opción por descarte la mejor para los trabajadores? ¿Será financieramente justo ejercer la opción de salida del SNP al SPP si el afiliado lo deseara? Asimismo, respecto al tema de las pensiones mínimas, el proyecto plantea que la vía de acceso a este beneficio para un afiliado al SPP pasa por trasladar todos sus fondos al sistema de reparto. Si bien tomar esta decisión es voluntaria, los deudos del afiliado al sistema privado, en caso de fallecer, perderían el derecho a la herencia sobre el fondo acumulado, pudiendo sólo acceder a la pensión planteada en la reforma para estos fines.
Y más allá de que estas decisiones del gobierno requieren ser muy bien fundamentadas, lo que es evidente es que, de producirse estos cambios, se requerirá un fortalecimiento institucional muy serio de la Oficina de Normalización Previsional (ONP), quien es el administrador del SNP. Hay que subrayar el nivel de profesionalismo de la ONP (de las primeras en adscribirse al régimen de SERVIR), así como su espíritu de innovación y servicio al ciudadano, premiado en múltiples oportunidades nacional e internacionalmente. En ese sentido, normativas que fortalezcan su gobernanza y su capital humano, así como dotarle de algún esquema de autonomía que permita realizar las inversiones tecnológicas a futuro para gestionar importantes recursos de los peruanos, será fundamental.
Si bien la reforma de pensiones es un interesante paso para “ordenar la casa”, creo que será muy importante también bajar las expectativas sobre la misma, para evitar que la gente piense erróneamente que a partir de ahora todos los peruanos tendrán pensión. Este proyecto -como no podría ser de otra manera en un país con el 75% de la PEA en la informalidad- sólo incrementa muy en el margen la posibilidad de que este segmento obtenga una pensión. Mientras nuestra productividad sea bajísima, y el mercado laboral sea restrictivo, difícilmente este tipo de reformas, apegados al antiguo traje de la seguridad social solucionará los problemas. Para ello, se requieren otras innovaciones en el ámbito de la inclusión financiera enfocada en la tercera edad, de las que hablaré en otra entrega.