José Ruidías Rojas
Profesor de Pacífico Business School
La llegada del nuevo gobierno transitorio le dio un breve respiro a la alicaída imagen del Estado en su conjunto, luego de haber pasado por un proceso muy complejo de vacancia que devino en una de las crisis políticas más drásticas de los últimos 20 años. En ese momento, el presidente Sagasti se configuraba como la opción intermedia que la mayoría prefería, básicamente por su estilo de relacionamiento mesurado durante su permanencia en el Congreso. Pero esta “luna de miel” con la ciudadanía duró muy poco, y apenas culminado su discurso inaugural luego de tomar el poder, comenzó a recibir una gran cantidad de críticas basadas en su parsimonia y la imagen de lentitud que proyectaba.
Sin embargo, las demandas podrían ser consideradas como desmedidas por un sector de la población, dado que se tuvo que configurar un gobierno de emergencia sobre la marcha, con ningún plan estructurado que permita evaluar, tanto los lineamientos políticos del periodo que le tocaría gobernar a Sagasti, como el hecho de escoger concienzudamente a sus cuadros. Esto evidenció una clara descoordinación en la estrategia de comunicación, pues durante los primeros anuncios presidenciales se cometieron errores a la hora de transmitir información que, en lugar de aclarar el panorama, terminaron por confundir a la población.
Por otro lado, la llegada acelerada de las vacunas y su posterior confirmación que, durante el presente año podríamos ser uno de los países más abastecidos de este medicamento, impactó de manera positiva en la imagen que se estaba tomando acción diligentemente y que, de alguna forma, este gobierno estaba reaccionando más rápido que el improductivo último año del correspondiente a Vizcarra.
Pero, para no desentonar con una coyuntura llena de vaivenes políticos en los últimos 5 años, llegó el vergonzoso caso bautizado como “Vacunagate”, donde estaban involucradas personalidades que deberían haber cuidado que el proceso de inoculación esté exento de dudas y fallas. Y de esto, lamentablemente el presidente Sagasti, no ha podido desvincularse de manera tajante, quedando aún la percepción de que hay muchas personas cercanas al actual gobierno, posiblemente involucradas en este bochornoso hecho.
En resumen, el manejo de las crisis reputacionales que la ha tocado sortear al presidente Sagasti en tan corto tiempo, se puede resumir con una nota desaprobatoria en su gestión, y si en el muy corto plazo no se toman acciones articuladas que demuestren la implementación de una estrategia de comunicación clara y una desvinculación tajante con los personajes corruptos, el camino se tornará más difícil y nuevamente volveremos a escuchar llamados de vacancia en el Congreso.