Profesora Principal del Departamento Académico de Administración y profesora de Pacífico Business School
Una mujer en el Perú que ocupe puestos de dirección se convierte en un referente para otras jóvenes mujeres que se encuentran en formación. Se trata de un deber moral y, naturalmente, se vuelve parte de sus convicciones más profundas. Esto porque, en nuestro país y, en general, en Latinoamérica, el techo, las paredes y el piso de cristal, así como la brecha salarial, la violencia de género en el trabajo y la discriminación, aún existen.
Un estudio del 2020 del Banco Interamericano de Desarrollo, trabajado sobre una muestra de 1,015 empresas en 20 países de la región, nos ofrece datos evidentes:
- Techo de cristal: 14% de las empresas son de propiedad femenina; 11% de las gerencias generales son ocupadas por mujeres; 15% de los miembros de un directorio son mujeres.
- Paredes de cristal: las mujeres son contratadas, en mayoría, en actividades profesionales asociadas a “habilidades blandas”: son mujeres el 64% de colaboradores en áreas de recursos humanos; 63% en áreas de comunicaciones y relaciones públicas; 53% en áreas de responsabilidad social. Solo un 35% de puestos que emplean tecnologías avanzadas son ocupados por mujeres.
- Piso de cristal: existen carreras asociadas a “capacidades más técnicas” en donde las estudiantes mujeres aún son minoría. Esto se ve en los niveles de pregrado y de postgrado. Luego, en puestos junior, administrativos o de supervisores el 36% son mujeres; en los siguientes niveles esta proporción baja a 25%.
Tomar conciencia de esto nos lleva a trabajar por y con ellas, por el fortalecimiento de sus capacidades personales para revalorarse -porque muchas veces han escuchado mensajes contradictorios- y, para abrirse oportunidades donde parece no haberlas. Se trata de promover redes de hombres y mujeres que trabajen por convicción en cambiar esta realidad y en convertir a sus organizaciones en creadoras de espacios donde la igualdad de oportunidades, la formación de cuadros femeninos y la meritocracia no aparezcan por generación espontánea, sino que surjan de proyectos concretos liderados desde dentro para dejar de ser parte de una realidad que no es justa.
Un verdadero homenaje a la mujer peruana será pasar de la reflexión y la observación, a la acción. En este tema no hay peruano que no tenga algo que aportar.