Presidente del Consejo Privado de Competitividad
Algunos recordarán a Jonah Berger, profesor de Wharton School, y autor del best seller “Contagioso”, quien señalaba que para que un producto se posicione como relevante en la mente y conversación de las personas, este tiene que ser singular, despertar atractivo, generar emociones, escalar al conocimiento público, tener valor práctico y que se pueda construir una historia importante a partir de ello. Todas esas características las engarza la energía geotérmica, una fuente de generación eficiente y abundante, que puede traer un bienestar enorme a millones de peruanos. Sin embargo, pocos la conocen e, inexplicablemente, su inversión no es promovida activamente por las autoridades competentes. Si esto no se evidencia, los peruanos nunca nos daremos cuenta del tremendo potencial disponible para transformar la economía.
La geotermia es una fuente 100% renovable que se encuentra textualmente bajo nuestros zapatos y es considerada por los expertos como una de las más eficientes; superior a las tecnologías eólicas y fotovoltaicas dado los bajísimos niveles de contaminación, provisión continua de energía, costos de largo plazo, fuente infinita y con una convivencia armoniosa con las comunidades colindantes. En efecto, en los países donde esta se utiliza, se ha dado prueba de su superioridad diáfana al desarrollar un ecosistema balanceado socio ambiental, al no verter calor residual a las aguas superficiales, hacer un mínimo uso de este y utilizar poco terreno. Así, las actividades agrícolas y ganaderas pueden convivir perfectamente con ella.
En el Perú, el potencial peruano en geotermia se calcula en un nivel aproximado de 3.000 MW, el cual se aglutina en un 60% en el cinturón volcánico del sur del país, situación que es toda una paradoja si caemos en cuenta del elevado déficit de electricidad que tiene esta región del país, y que asciende a 1,000 MW. ¿Y cómo se atiende este? Con transferencias desde el sistema central. Contando el sur con tanto potencial geotérmico, esto es inaceptable. Pero, además de cubrir esta urgente necesidad energética regional, invertir en esta tecnología traería un impacto macroeconómico importante para estas regiones que se traduciría en mayor bienestar ciudadano.
Así, suponiendo que se pongan en marcha inversiones iniciales en plantas de entre 100-300 MW por un valor de US$ 1,500 millones, esto redundaría en un incremento adicional en el crecimiento de Arequipa de 1.5 puntos porcentuales cada año, y de 5 puntos porcentuales tanto en Moquegua como en Tacna. Esta inversión y crecimiento, como consecuencia de los efectos multiplicadores, se reflejaría de forma inmediata en una reducción de las tasas de pobreza y generación de empleo de calidad. Y no solo ello, si estas regiones del sur invierten en geotermia, puede poner en marcha un real encadenamiento productivo que eslabone a las comunidades locales a través del desarrollo de invernaderos para la agricultura, piscigranjas, secado de alimentos, pasteurización, además de calefacción factible para la población hoy altamente vulnerable ante las terribles heladas. Sin duda, una inversión capaz de desarrollar un crecimiento inclusivo regional en toda regla.
Y a nivel nacional, debemos entender que, de cara al futuro, y más aún, teniendo en cuenta la actual crisis energética global, necesitamos avanzar hacia una mayor diversificación en nuestra matriz energética. Hoy, dependemos en un 95% de dos fuentes de generación que manifiestan cada vez mayores probabilidades de riesgos tanto por desastres naturales como eventuales limitantes de suministro. La búsqueda de este mayor equilibrio de la matriz ha sido llevada en la última década a través de un avance hacia la mayor inversión en energías renovables, sobre todo eólicas y fotovoltaicas, lo cual ha estado bastante bien. No obstante, esta estrategia está incompleta en tanto se siga dejando de lado a una fuente de energía natural altamente eficiente, como la geotérmica, que sin duda traerá estabilidad y seguridad energética con verdadero desarrollo regional.
La revista The Economist destacó la crisis energética en la que el mundo se encuentra inmerso, así como las acciones que se vienen desplegando. Con los precios estratosféricos que registra el mercado de hidrocarburos y del gas, el Perú debe impulsar una política de largo plazo orientada a diversificar más nuestra matriz. El camino a la competitividad, que sigue un derrotero de muy largo aliento, no puede ser alcanzado si no se asegura las fuentes necesarias y sostenibles para proveer la energía que dinamice sosteniblemente las diferentes actividades económicas del país. Seguir de espaldas a este soporte de energía 100% renovable como lo es la generación geotérmica, considerada como una de las más eficientes, infinita, barata, constante, de base y capaz de traer crecimiento a la región sur, no tiene ningún sentido. Un verdadero plan de competitividad debe considerarlo como parte de los ingredientes indispensables para traer prosperidad a todos los peruanos.