Escribe: Alejandro Deustua, internacionalista.
En medio del entusiasmo local por la inversión china que subvalúa el riesgo geopolítico y económico consecuente en tiempos de cambio sistémico, ha llegado al Perú una delegación de empresarios norteamericanos encabezada por el subsecretario de Estado para Asuntos de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente. Su propósito fue evaluar posibilidades de nueva inversión estratégica. La visita tuvo también una dimensión política y geopolítica.
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La primera se expresa en el fortalecimiento de la menguada relación bilateral, considerando la jerarquía del subsecretario José Fernández y el marco hemisférico en el que opera (la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas establecida para arraigar la integración regional y la democracia en el área).
La segunda se resume en un memorándum de entendimiento sobre cooperación en cadenas de suministro de minerales críticos para la transición energética y la promoción del comercio de muto beneficio. Un documento similar se suscribió con Argentina.
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El compromiso fue complementado por una propuesta: vigorizar la interacción entre 15 países productores mineros y representantes de gobiernos y empresas para fortalecer esas cadenas de valor. La reunión se realizaría este mes en Nueva York (quizás en el marco de la Asociación para la Seguridad de Minerales, Minerals Security Partnership).
Este tipo de procesos, sin embargo, no equivale a la materialización de objetivos. Por tanto, si el acontecimiento es visto también como parte de la contención de China en Suramérica, éste debiera haber encaminado operaciones semejantes a las que realiza China como segundo inversionista extranjero en la región, enmarcadas en la iniciativa de la Franja y la Ruta y en visitas de Estado.
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Por ello es imprescindible que los inversionistas que nos visitaron valoren en breve plazo las oportunidades que ofrece el Perú. Estas provienen de la brecha de infraestructura de alrededor de US$ 160 mil millones (Universidad del Pacífico) y de proyectos mineros (US$ 54,566 millones, Minem), entre otros.
Los esfuerzos en intangibles y de futuro son muy necesarios (ratificación de principios, cooperación espacial, seguridad de baja intensidad, potencial transferencia tecnológica, etc). Pero las realizaciones de transformación de la matriz minero-energética, conectividad o seguridad en la escala requerida incrementarán tangiblemente, con apoyo público, el arraigo geopolítico peruano en Occidente. Sin ellas, a pesar del comercio, el esfuerzo diplomático no tendrá la dimensión que se espera. El nuevo canciller debe estar al tanto de ello.
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Al respecto debe recordarse que Estados Unidos es, con US$ 6.69 millones de millones en el 2023, el segundo inversionista mundial hacia afuera (detrás de la Unión Europea; BEA y DoC). Y que la inversión extranjera en el Perú representó en ese año apenas el 2.1% de la dirigida al conjunto latinoamericano (Cepal). Con un beneficio estratégico mutuo, la mayor concurrencia de la inversión norteamericana debe poder disminuir esa escandalosa brecha.
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