1. Si tuviésemos que escoger una palabra para caracterizar el ánimo o el contexto económico y político actual del Perú, probablemente esta no sería “esperanza” ni “convicción”, sino, más bien, “incertidumbre” o “desconfianza”. Tenemos un gobierno débil y una clase política que no contribuyen a generar la confianza requerida para salir del letargo económico en que nos encontramos.
2. Hace un mes, al referirme al mensaje presidencial de 28 de julio en esta misma columna, señalaba que “necesitábamos un mensaje claro, con definiciones básicas que reduzcan la incertidumbre, fomenten la inversión y la reducción de la pobreza”. El largo discurso de la presidente tuvo varios aciertos, pero le faltó establecer prioridades y delinear con mayor precisión qué es lo que podemos esperar. El reto de reducir la incertidumbre sigue pendiente y debe ser enfrentado a la brevedad porque la economía y los peruanos estamos golpeados.
3. “Parece que va a llover, la economía se está parando, ay, mamá, me estoy mojando…” La desaceleración de la inversión y la caída de la producción están incrementando la pobreza y exacerbando el malestar social. Esto genera incertidumbre sobre si el gobierno se sostendrá hasta el 2026 y, sobre todo sobre qué es lo vendría después. ¿Habrá sido el desgobierno de Castillo un nefasto paréntesis o un trágico preludio al populismo radical que podría instalarse en el país? Sin crecimiento, la probabilidad de que el infeliz paréntesis termine siendo un dramático preludio aumenta.
4. Estamos en una encrucijada: ¿cómo promover la inversión en un contexto de alta incertidumbre? Se necesitan logros a corto plazo para poder empezar a generar un círculo virtuoso. Requerimos un shock exógeno de inversión privada que genere confianza, nueva inversión, más confianza y más inversión, de manera endógena. Solo de esta manera podremos revertir la tendencia decreciente del crecimiento potencial que venimos sufriendo hace varios años. Es crucial reconocer que este es el desafío económico principal que debemos abordar, pues reduce el bienestar actual y futuro de los peruanos.
5. ¿Qué hacer? Aunque algunos pensarán que lo que se necesita es implementar políticas anticíclicas que dinamicen el gasto agregado –para lo cual el sector público debería gastar más–, creo que esta opción no es la correcta. No necesitamos de más inversión pública y menos aún de aquella de dudosa rentabilidad social. Eso se llama despilfarro y no contribuye a generar la confianza requerida. Necesitamos promover la inversión privada dinamizando las concesiones, las APP y, sobre todo, destrabando proyectos detenidos por la burocracia o por falta de decisión política. Hay que concentrarse en “cosechar la fruta que está al alcance de las manos”.
6. Un excelente ejemplo de esto es la reciente adjudicación por parte de Proinversión de la línea de transmisión que interconectará Perú con Ecuador (modalidad APP). La interconexión eléctrica con países vecinos trae enormes beneficios, potencia complementariedades naturales y genera eficiencias en beneficio de los consumidores. Tras un proceso competitivo, una empresa española con amplia experiencia en este campo recibió la buena pro, generándole importantes ahorros al Estado. ¡Una excelente noticia!
7. ¿Se imagina usted qué hubiese pasado si algún iluminado en el MINEM hubiese insistido en darle este importante proyecto a Electroperú a fin de fortalecerla ya que el proyecto es evidentemente rentable? Lejos de ser una excelente noticia, habría sido una lamentable decisión. Ojalá que este buen paso en el sector eléctrico sirva de ejemplo en el mismo MINEM para revaluar la decisión de asignarle “a dedo” los lotes petroleros del noroeste a Petroperú, que no tiene la experiencia ni la capacidad financiera para desarrollarlos. Necesitamos de liderazgo con ideas claras para promover la inversión y la reactivación de la economía.
8. Así como la APP recientemente aprobada, existen muchas otras oportunidades. Pero hay que priorizar, concentrarse en aquellas que pueden redituar a corto plazo. Por ejemplo, se pueden potenciar las concesiones existentes en infraestructura y en la actividad extractiva ampliando los plazos de las mismas, sujeto a compromisos de inversión que dinamicen la economía en los próximos cinco años. Hace poco, junto con Alberto Pascó Font, enfatizamos que no solo requerimos de nuevas concesiones y APPs, sino que es necesario potenciar las ya existentes, destrabando su ejecución al revisar diversas regulaciones o rigideces contractuales. En muchos casos, esto implica extender los plazos de concesión a fin de viabilizar nuevas inversiones en el corto plazo.
9. Destrabar megaproyectos agrícolas, mineros y de infraestructura es menos complejo de lo que se cree, pero requiere de visión, liderazgo y valentía. El 28 de julio, la presidente Boluarte enfatizó su compromiso con la promoción de la inversión; ojalá lo materialice. También esperamos que nombre a profesionales idóneos en la recientemente creada Autoridad Nacional de Infraestructura. Sería un paso importante para promover la inversión en tiempos de incertidumbre y estancamiento.