Internacionalista
El Perú debe felicitarse por el avance en el proceso de adhesión a la OCDE. Éste debiera contribuir a mejorar la gobernanza interna y el status del país en la comunidad internacional. Las congratulaciones, sin embargo, van acompañadas de obligados cuestionamientos.
En efecto, el Estudio Económico del Perú 2023, presentado en Lima por el Secretario General de esa entidad, Mathias Cormann, como aporte inicial a la adhesión, destaca la fortaleza de las “instituciones macroeconómicas” nacionales que contribuyeron al fuerte crecimiento de inicios de siglo y a mitigar los efectos de shocks externos posteriores. Ente los más recientes subraya el causado por la guerra en Ucrania.
Sin embargo, en el reciente debate de la Asamblea General de la ONU la presidenta Boluarte escogió, displicentemente, eludir la realidad expansiva de esa conflagración considerando el escenario bélico como “inaceptable”. Esa expresión evasiva no sólo omitió la posición peruana adoptada en 2022 al suscribir, junto con la gran mayoría de los miembros de la ONU, la resolución de la Asamblea que condenó la invasión rusa sino que contrarió explícitamente el diagnóstico internacional de la entidad a la que el Perú postula hoy que semeja a la del conjunto de los organismos multilaterales.
Peor aún, esta seria falla perceptiva no ha sido corregida por los titulares del sector que ejecuta la política exterior. Si de gobernanza se trata, bien podrían éstos convocar a las instancias que aconsejen y eviten conductas disfuncionales que recuerdan a la gestión de Castillo.
Si los encargados de ese sector no pueden orientar adecuadamente a quien lo dirige en el ámbito de una guerra de efectos sistémicos (que pueden ser los de una “nueva era”) ellos contribuyen a que el Perú se coloque al lado de la minoría que no rechaza la invasión o que se transite a una tendenciosa neutralidad. Y también a que el Estado pierda sitio en el desempeño de un eventual rol colectivo que coadyuve a la solución del conflicto, se margine de la definición del orden internacional subsiguiente y hasta se prive de su propia interpretación de los hechos.
Por lo demás, resulta escandaloso que la presidenta en la ONU no haya tomado nota de que la guerra en Ucrania ha contribuido a un extraordinario deterioro de la paz mundial mientras el gasto militar bate récords en el mundo. Y también a que la proyección de crecimiento global sea aún “sub-par” (OCDE, 3%).
Esa debilidad, que afecta a todos, es resultado hoy de un lentísimo incremento del comercio internacional (1.7%, abril) luego de caer fuertemente en 2022, de la contracción de la inversión extranjera en 2022 (-12%) que hoy llega sólo “marginalmente” a los países en desarrollo y de una inflación que se modera pero que se mantiene por encima de los objetivos de los bancos centrales.
Algo muy malo ocurre en las instituciones a cargo de nuestra política exterior si estas cifras, que se expresan en fragmentación global, pobreza y deterioro ambiental, son irrelevantes para quien ha ejercido nuestra representación en la ONU.