Analista económico
Más de un millón de peruanos poseen criptomonedas. Todos han experimentado una pérdida de su valor durante el presente año. No existen cifras concretas de dicho menoscabo, pero si se toma como referencia estimaciones a nivel mundial, el 50% de las personas que gastaron en criptomonedas, perdieron buena parte de lo adquirido, algunos hasta el 90%.
Las recientes formidables quiebras y fraudes, en las plataformas y derivados de criptomonedas, a nivel global, han destruido su principal activo: la confianza, toda vez que las criptomonedas son una ficción especulativa, poco transparente y anónima. Nadie las controla, son inventadas por cualquiera y, ahora, su seguridad ha quedado en entredicho.
La criptomoneda líder con el 40% del mercado, el bitcoin, ha perdido en el presente año más del 70% de su valor, extendiendo su debacle al conjunto del sistema. El menor valor de la totalidad de las criptomonedas, en el 2022, se calcula en más de un billón de dólares (US$ 1 000 000 000 000).
Las criptomonedas no pueden considerarse una inversión, no hay activos que las respalden, no produce un flujo de caja ni reparte dividendos. Tampoco genera intereses.
Su valor es enteramente imaginario. Es como una obra de arte cuyo precio no está en los materiales utilizados, simplemente en el gusto y capricho del que la compra, en aras que otro comprador caprichoso y ambicioso, más adelante, lo adquiera a mayor precio. Hay una ligera similitud al esquema Ponzi, pero más sofisticado con tecnología de punta.
Tampoco está sirviendo como medio de pago. Las transacciones usuales son complejas y costosas. Donde sí está sirviendo es para aquellos negocios obscuros lindantes con la ilegalidad y para satisfacer la necesidad de quienes lo utilizan para esconder su patrimonio y eludir al fisco.
Un factor que dañará a las criptomonedas, es el cambio de la política de los bancos centrales. Se está pasando desde una emisión gigantesca de dinero y tasa de interés muy bajas, a una rápida absorción de ese dinero y tasas crecientes para frenar la inflación mundial. Habrá poco dinero disponible y con mayor riesgo para aventurarse en criptomonedas.
La volatilidad que viene experimentando el precio de las criptomonedas, con tendencia hacia la baja, lo hace un juego peligroso al que algunos aún se atreven a desafiar dada la ilusión que retorne la gran subida que se dio, sin ton ni son, en años anteriores. ¿El sistema de criptomonedas está en una ruta hacia su desaparición?
Difícil. Lo más probable es que, como en todo nuevo invento que se introduce comercialmente, los más fuertes sobreviven, esos serán los que den probada seguridad a sus tenedores en toda transacción y custodia, así como una mayor transparencia y balances auditados.
Eso tomará tiempo, por lo que, mientras, es posible que las criptomonedas pierdan algo más de valor. En el camino muchas de las 12,000 criptomonedas que existen actualmente desaparecerán por quiebra o fusión, pudiendo haber un efecto dominó en este mercado.
Regularlo, como ya varios países y bancos centrales están considerando hacer, es dificultoso. No sólo complicado, sino que ello implica entrometerse en transacciones entre privados dispuestos a apostar. Estar en el mercado de criptomonedas no es una actividad en que todos ganan. A la larga, lo que alguien gana, alguien lo pierde.
Si algo positivo se puede reconocer al auge de las criptomonedas es el avance tecnológico que han desarrollado. Especialmente el llamado blockchain o cadena de bloques que, en forma compartida y descentralizada, almacena información generando registros únicos que hace imposible manipular los datos. Su uso en la seguridad de las transacciones digitales es vital.
La debacle de las criptomonedas no la estamos pagando directamente con la tuya y con la mía. La interrelación con el sistema financiero tradicional aún es muy baja, por lo que no se espera un contagio sistémico que afecte la estabilidad financiera. Quizá si se desarrolle como medio de pago y facilite algunas transacciones.
Indirectamente si puede ser un factor adicional a la stagflación mundial, la recesión con inflación que cargaremos durante el 2023, pues los millones de afectados contraerán sus gastos bajando la demanda agregada.