Sudamérica, que se vio particularmente afectada por el COVID-19, está experimentando una repentina disminución en sus cifras de casos y muertes, aparentemente gracias a una rápida y rigurosa vacunación tras una terrible ola que proporcionó anticuerpos a aquellos que no mató.
Durante un período de siete días, el continente representa ahora el 6% de los casos y el 9% de las muertes, el nivel más bajo desde el inicio de la pandemia. En su punto álgido, en junio, representaba el 38% de los contagios y el 44% de las muertes a nivel mundial.
Una peculiaridad del continente es que la variante delta, que está alterando drásticamente los planes desde Asia hasta Estados Unidos, no ha avanzado allí. En Sudamérica se detectaron variantes igualmente contagiosas, conocidas como gamma y lambda, y su presencia podría estar manteniendo a raya la variante delta y extendiendo la inmunidad. Esto no ocurre en México, Centroamérica ni Cuba, donde la variante delta se ha afianzado y las otras dos, no.
“La vacunación ocurrió en un entorno donde ya había habido bastante transmisión”, dijo Lyda Osorio, epidemióloga de la Escuela de Salud Pública de la Universidad del Valle, en Cali, Colombia. “Entonces, una hipótesis que podría uno anticipar es que la vacuna se convirtió en ese ‘refuerzo’ para las personas que ya habían estado infectadas, y esa inmunidad puede durar un poco más”.
Sudamérica da cuenta de 1.15 millones de los 4.75 millones de muertes que se han registrado oficialmente durante la pandemia, un 24% del total, a pesar de tener solo el 6% de la población mundial. Incluso teniendo en cuenta que los casos reportados son muy inferiores a las cifras reales, casi el 10% de la población ha dado positivo.
La región está acostumbrada a vacunas contra la fiebre amarilla, la malaria, la meningitis y otras enfermedades, y la del COVID se ha convertido en otra línea en la tarjeta de vacunación para la mayoría de la población.
Seis de los 10 principales países de Sudamérica han administrado al menos una primera dosis al 50% de la población. Chile, Ecuador y Uruguay han completado el esquema de vacunación de una proporción mayor que la de Estados Unidos. En las ciudades brasileñas de São Paulo y Río de Janeiro, el 99% de los adultos elegibles ha recibido una vacuna y ya se han administrado dosis de refuerzo a muchos de ellos.
“Nuestra población tiene una cultura positiva frente a la vacunación y no existe tanto rechazo como en otros lugares”, dijo María Teresa Valenzuela, profesora de la Universidad de los Andes, en Chile, y asesora del Ministerio de Salud. “Es una población que adhiere al llamado de la autoridad. Ha sido extremadamente ordenado, por edades, por grupos de riesgo, por buscar a los rezagados”.
La brutal ola que azotó al continente en el primer semestre del 2021 se produjo en medio de débiles campañas de vacunación debido a limitaciones de suministro y logística. En un momento, Brasil –que tiene la segunda mayor cantidad de muertes a nivel mundial después de Estados Unidos, pero con una población más pequeña– registraba un promedio de más de 3,000 muertes por día. Y Perú sigue siendo el país con la más alta tasa de mortalidad per cápita.
“El aumento que tuvimos entre febrero y mayo no tiene comparación”, dijo Fernando Spilki, investigador del COVID del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil. “Entonces, se genera alguna forma de inmunidad”. Dijo que eso, combinado con vacunas, podría prevenir otro gran brote.
No obstante, la repentina mejora en la región está generando debate. Los profesionales médicos apuntan no solo a estables tasas de vacunación con poca renuencia y anticuerpos acumulados naturalmente por el contagio generalizado de principios de año, sino también al uso sostenido de cubrebocas y retrasos en la reapertura. También reconocen que sigue habiendo mucho misterio en el comportamiento del virus.
El trauma de la ola anterior se ha traducido en que los estadios deportivos han permanecido en gran parte cerrados y que no se han vuelto a realizar conciertos bajo techo como ha ocurrido en algunas partes de Norteamérica. Ahora, Sudamérica, con cerca de 420 millones de personas desde el Caribe hasta la Antártida, está comenzando a regresar a las modalidades previas a la pandemia, lo que genera tanto alivio como ansiedad.
Tras cerrar sus aeropuertos durante la mayor parte del 2020 y luego restringir el número de visitantes diarios a solo 600 personas, incluidos los ciudadanos, Argentina está preparando una reapertura completa para las próximas semanas. Chile, que posiblemente ha tenido el toque de queda más prolongado en un país democrático, también levantará las restricciones nocturnas.
Después de que las economías sudamericanas se contrajeron un promedio de 6.3% en el 2020, deberían crecer alrededor de 5.1% este año, lo que deja a muchas aún por debajo de los niveles previos a la pandemia, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Mientras la maltrecha región, que se dirige a la primavera y al verano, disfruta de la calma, los médicos advierten que no se debe bajar la guardia. Por ahora, la mayoría de las personas continúa utilizando cubrebocas en exteriores en las principales áreas metropolitanas, incluidos los parques.
Gustavo Miranda, investigador de la Universidad de São Paulo, dice estar preocupado.
“Si renunciamos a las medidas sanitarias, como los cubrebocas, la variante delta se volverá predominante porque se propaga muy fácilmente”, dijo. “Caminamos por una línea muy fina y es imposible decir que la pandemia está bajo control. Estamos ganando la guerra batalla por batalla, pero podría volverse contra nosotros en cualquier momento”.