Una camiseta a cambio de un paquete de arroz o de una docena de huevos: a pocos días de las elecciones presidenciales del domingo, en una Argentina sumida en una grave crisis económica, muchos recurren al trueque y a la solidaridad popular para sobrevivir.
En los suburbios del Gran Buenos Aires, en la esquina de una calle polvorienta del barrio de Villa Fiorito, algunos lugareños ofrecen ropa, zapatos y otros objetos sobre mantas extendidas en el suelo.
En el mejor de los casos, se pueden intercambiar por un paquete de pasta, azúcar o galletas. O sino, por unos pocos pesos.
“La comida está muy cara”, se lamenta Luz López, de 25 años, detrás de su puesto instalado en una plazoleta de este barrio obrero, en la municipalidad de Lomas de Zamora, donde creció Diego Maradona.
“A veces vas caminando, ves cosas, las lavas y las traes”, explica esta mujer, madre de dos niños pequeños.
A su lado, María Fernanda Díaz, de 28 años, cuenta que duerme bajo el puente peatonal que atraviesa el bulevar. Sobre una columna de la estructura, decorada con murales de la leyenda del fútbol, se cuela un afiche de Sergio Massa, ministro de Economía peronista y quien el 19 de noviembre disputará el balotaje presidencial al ultraliberal Javier Milei.
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“¡Que vengan aquí los políticos a ver cómo vivimos!”, dice Díaz, quien se mantiene gracias a lo que le regala la gente.
En tanto Emilce Bravo, de 35 años, viene varias veces a la semana a ofrecer a cambio de comida las cosas que recoge aquí y allá.
En el país del fútbol, pero también de la soja y la carne bovina, los precios no dejan de aumentar debido a una inflación descontrolada (143% en un año) y a una moneda que cae en picada. Cuatro de cada diez argentinos viven en la pobreza.
“Todos los días hay un precio nuevo, los pañales están muy caros; antes por ejemplo el paquete estaba a 2,600 pesos, ahora está a 4,500″, cuenta esta trabajadora de un comedor popular que además administra uno de los muchos grupos de Facebook de la capital y su periferia dedicados al intercambio de bienes.
A diario se intercambian cientos de mensajes en estos grupos donde miles de miembros ofrecen, por ejemplo, “cuadernos por galletas” o “tazas por huevos”. Una vez cerrado el trato, el trueque se realiza en una esquina o en pequeñas ferias de barrio.
“Queremos que se mantenga el tema del trueque, que no se pierda esto del compañerismo. En el peor momento de la economía argentina, esto nos ayudó un montón”, explica Bravo.
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Vuelve el trueque
El trueque surgió en Argentina en los años 1990 y se estableció como intercambio comercial durante la profunda crisis de 2001, cuando el país sufrió el mayor impago de su historia (US$ 100,000 millones), seguido de una confiscación de depósitos bancarios y un sangriento estallido social.
“La pobreza en Argentina es muy dramática y una parte gigantesca de lo que impide que esta situación sea realmente insostenible es la gran trama de organización popular que existe”, explica a la AFP Mariana Luzzi, socióloga del instituto nacional de investigaciones Conicet.
“Vuelve el trueque en este sentido muy precario, personas que van a ofrecer muy poquitas cosas, las pocas que tienen y que las cambian por otras que necesitan mucho”, añade la experta.
Elisabet Bacigalupo, economista de la consultora Abeceb, explicó de su lado que “el argentino tiene una capacidad de resiliencia muy fuerte porque ya la pasó mal muchas veces”, y estimó que la inflación rozará el 190% interanual a finales de 2023.
El próximo presidente tendrá entonces la difícil tarea de estabilizar una economía profundamente desequilibrada.
Sin embargo, según Bacigalupo, esto implicará probablemente “meses de recesión y un aumento de la pobreza”, más si gana el incendiario Milei, quien dice querer recortar los gastos del Estado con una motosierra.
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