En plena noche, el ruido que se temía desde hacía días despertó a la capital ucraniana, en pánico. A las 04h30, las explosiones desgarraron el cielo de Kiev por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.
Al amanecer, las primeras sirenas de aviso sonaron durante varios minutos por los altavoces de toda la capital.
“Me despertó el ruido de las bombas, hice las maletas y salí corriendo”, dijo a la AFP Maria Kashkoska, de 29 años, agachada en el suelo del metro, donde encontró refugio.
Conmocionada, esta empresaria aseguró estar “preparada para cualquier eventualidad”.
En los balcones, se veían miradas preocupadas y de interrogación: ¿Fue un ataque aéreo, explosiones? ¿Qué objetivos se alcanzaron?
Una hora después de ese despertar en pánico, nadie sabía nada, no se filtró ninguna información sobre el origen o el objetivo de estas explosiones en la capital o en sus alrededores.
Sin esperar a saberlo, los habitantes de Kiev se pusieron en marcha.
Las avenidas se llenaron de tráfico cuando aún era de noche. Coches llenos de familias salían de la ciudad, hacia el oeste o hacia el campo, lejos de la frontera rusa, situada a 400 km.
Si el frente del este es donde los bombardeos parecen más intensos, ninguna región de Ucrania parece estar a salvo.
En el otro extremo del país, en la ciudad costera de Odesa e incluso en Leópolis (Lviv), la ciudad del oeste donde Estados Unidos y otros países trasladaron sus embajadas, las sirenas, que anuncian la necesidad de refugiarse urgentemente, también sonaron cada 15 minutos.
“¡Mantengan la calma!”, escribió en Twitter el ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov.
“Si es posible, quédense en casa. La situación está bajo control (...) Su tranquilidad y su confianza en las fuerzas armadas ucranianas es la mejor ayuda en estos momentos”, dijo en un mensaje a la población.
“Salvar nuestras vidas”
Muchos ucranianos no creyeron hasta el último momento en la guerra, que tomó la forma de ataques coordinados lanzados el miércoles por la noche por Vladimir Putin contra el país vecino.
En Kiev, los preparativos habían sido discretos hasta entonces.
Pero el miércoles por la noche, tras la proclamación del estado de excepción, el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, anunció la instalación de puestos de control en las principales entradas de la capital y el refuerzo de los controles de pasajeros en las estaciones de tren y el aeropuerto.
En el exterior de la estación de metro de la plaza Maidán, en el centro de Kiev, una mujer intentaba acallar los gritos de su gato, al que finalmente puso en una mochila.
“Tenemos que salvar nuestras vidas, y esperamos que el metro sea lo suficientemente seguro, ya que es subterráneo”, dijo Ksenia Mitchenka a la AFP, antes de entrar a toda prisa en el metro.
Muchas familias acudieron a la entrada de la estación con maletas y bolsas y los ojos pegados a sus teléfonos. Los agentes abrieron los torniquetes e indicaban el camino. Al final de las interminables escaleras mecánicas, varios grupos de personas esperaban sentadas en el suelo.
“Nos quedamos aquí, es más seguro, vamos a esperar aquí”, explicó una joven, que no quiso dar su nombre y que llevaba en su bolsa su documentación, cargadores y mucho dinero en efectivo, “lo esencial” para huir en tiempos de guerra.