Los argentinos vuelven a recurrir al trueque ante la crisis económica que ha llevado a la mitad de la población a la pobreza que se profundizó por la pandemia de COVID-19, al organizarse para intercambiar prendas, juguetes o electrodomésticos por los alimentos que necesitan para el día.
Un pantalón de nene por dos leches, un pulóver por pañales, dos pantalones deportivos infantiles por tres paquetes de azúcar, una leche por un detergente, un jean por una leche, un buzo de nene por un pan de manteca, fideos por camisetas.
El intercambio de bienes y servicios sin dinero fue una estrategia de supervivencia emblemática de la crisis económica de principio de siglo en Argentina, cuando además de la falta de recursos y de trabajo había caído la cantidad de dinero circulante.
Esta práctica se reedita ante una inflación interanual de 51.8% en julio pasado, la caída del empleo y una pobreza que ya había trepado al 42% en el segundo semestre del 2020, en una economía que el año pasado sufrió la segunda caída más profunda desde el 2001 -9.9%- acumulando tres años en recesión.
Las familias se desprenden de sus cosas o de las donaciones para hacer trueque principalmente por comida o por productos de limpieza e higiene personal y por menos de lo que valen.
“Las chicas, en general, cambian productos, ropa, calzado por mercadería. Muchas, por comida y alimentos no perecederos, que es lo que en este momento ellas necesitan para su hogar”, declaró Elizabeth Romero (48), quien administra el grupo de trueque “Fe y Esperanza”.
Ese grupo reúne a unas 150 mujeres que son madres solteras o no tienen trabajo y que se juntan en las afueras del Hospital Germani, en la localidad de Laferrere, en la provincia de Buenos Aires, para exponer sobre una manta en el suelo lo que tienen para cambiar.
“Llevan la comida para el día”, cuenta Romero, por eso los encuentros que hasta julio eran tres veces por semana subieron a cinco días por semana desde este agosto.
En los intercambios también intentan obtener efectivo por prendas de mayor valor para poder pagar los servicios o el transporte.
En redes sociales
El de Romero es uno de los tantos grupos de trueque que empezaron a revivir en los últimos años organizándose en grupos de Facebook para luego, con el aislamiento impuesto por la pandemia, migrar a la red de chat de Whatsapp y coordinar los encuentros para intercambiar la mercadería en una esquina o lugar céntrico.
También en el populoso cinturón urbano (conurbano) de Buenos Aires se organizan ferias comunitarias de cuatro o cinco cuadras de extensión. Al finalizar el día, para ayudar a quienes no han vendido nada, se intercambian los bienes o se hacen sorteos por dinero o mercadería.
Carola García, quien participa del grupo “La calesita vieja” en la localidad de Moreno, de más de diez mil miembros, al que muchas personas se suman de otras localidades, declaró que “hay mucha necesidad”.
“Tiene que ver con la experiencia histórica”, dice Héctor “Toty” Flores, quien como parte del Movimiento de Trabajadores Desocupados en el municipio La Matanza, fundó la cooperativa La Juanita, donde en el 2001 funcionó uno de los clubes de trueque, que se realizaban en galpones.
“Hace unos años habían empezado de nuevo las convocatorias a partir de redes sociales, donde se intercambiaba fundamentalmente ropa” y de manera directa, recuerda el hoy dirigente opositor, quien advierte que “en los últimos seis meses se ha masificado” y que lo que ha llamado la atención “es que ese intercambio es por comida fundamentalmente”.
¿Qué cambian?
La alternativa del trueque se da en una población que a diferencia del 2001 recibe más ayudas estatales para paliar la pobreza y la carencia de alimentos.
“Para las mujeres que tienen muchos hijos, por más ayuda que reciban, no alcanza. Se quedaron sin trabajo: el marido era albañil y ellas, empleadas domésticas y de un día para el otro se quedaron sin nada. Tratan de hacer trueque por comida”, explica Maguy Gómez (41), quien administra el grupo “Trueque sin dinero solo por alimentos” en La Matanza, con más de 38,000 miembros.
Uno de esos programas es la llamada Tarjeta Alimentar, que carga efectivo para adquirir alimentos, y que también se utiliza para canjear: si una persona no tiene dinero para comprar una prenda, ofrece comprar alimentos con la tarjeta y cambiarlos por la ropa. También se ofrece la comida que se recibe en donaciones.
Además se ofrecen cosas que usan: “He visto gente que, por ejemplo, se desprende de calzados que no tienen para ellos y se quedaron con un solo calzado -explica Romero-. Hay muchísima más necesidad”.