De la edición impresa
La pandemia del Covid-19 tendrá muchos perdedores, pero ya tiene un claro ganador: el sector de las grandes tecnológicas. Las enormes plataformas digitales, entre ellas Alphabet y Facebook, saldrán de la crisis más fuertes de lo que ya son.
Y deberían usar esa buena fortuna para reajustar sus algunas veces irritantes relaciones con sus usuarios. De otra forma, es probable que el Estado regulador, el otro beneficiario de la calamidad causada por el nuevo coronavirus, lo haga por ellas.
La demanda por servicios online se ha disparado y la infraestructura detrás de Internet ha probado ser admirablemente fiable. Las nuevas en el sector, como Slack y Zoom, que ayudan a las empresas a operar remotamente, se han convertido en marcas conocidas.
La mano ganadora
Aunque algunas cadenas de suministro de tecnología están afrontando dificultades y el gasto en publicidad se ha contraído, las cinco grandes compañías del sector están experimentando una demanda al alza.
Facebook ha informado que la actividad de su servicio de mensajes ha aumentado 50% en países golpeados fuertemente por el virus. Amazon tiene planeado contratar 100,000 nuevos trabajadores para seguirle el ritmo a los mayores pedidos en su servicio de comercio electrónico.
Las grandes tecnológicas también son un bastión de estabilidad financiera: en total, Alphabet, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft tienen US$ 570,000 millones de flujo de caja bruto. Y sus acciones han superado el desempeño del mercado desde fines de enero.
Unicornios en problemas
Pero mientras las grandes están mejor que antes, muchas de las tecnológicas jóvenes y más pequeñas están siendo afectadas por la peor crisis desde el crash de las “dotcom” de hace 20 años.
Incluso antes del golpe asestado por el covid-19, se venían dificultades en la tierra de los unicornios, que es como son llamadas las startups con valorización superior a US$ 1,000 millones.
Entre muchas que destinan sus servicios al consumidor final, la estrategia de crecer a cualquier costo, conocida como “blitzscaling”, ha resultado ser defectuosa. Algunas, en particular las que recibieron capital de Vision Fund, el fondo de US$ 100,000 millones del japonés SoftBank.
Todo esto facilitará que las grandes contraten al mejor talento y las que comiencen a colapsar podrían ser adquiridas a precio de ganga por las gigantes. Si eso ocurre, es posible que los reguladores harán poco o nada para detener una oleada de consolidación corporativa.
Cambio de planes
En Estados Unidos, las investigaciones antimonopólicas contra Alphabet, la casa matriz de Google, y Facebook, han sido suspendidas en la práctica, ya que los funcionarios reguladores están abordando otras prioridades y se han abstenido de supervisar empresas desestabilizadoras en época de crisis.
Asimismo, una nueva ley federal sobre privacidad parece más lejana que nunca. Incluso los escépticos de la tecnología en la Unión Europea quieren repensar su enfoque en torno a la regulación de la inteligencia artificial (IA).
En un abrupto cambio de postura, “el capitalismo de la vigilancia”, que es como los críticos llaman a las prácticas de las grandes tecnológicas, ya no es visto como explotador, sino esencial para lidiar con el virus.
Y nadie se está quejando de que Facebook y Google estén retirando celosamente desinformación sobre el covid-19, y recurriendo a la IA de manera creciente para hacerlo. Antes de la pandemia, tal actividad hubiese provocado protestas de indignación opuestas a la censura y la parcialidad.
Regular o no regular
De hecho, está más claro que nunca que las grandes tecnológicas actúan como servicios públicos vitales. Y ahí es donde está la trampa, porque en todo lugar los servicios públicos, tales como agua o electricidad, están fuertemente regulados y sus precios y ganancias tienen topes.
Cuando esta crisis pase, tanto ciudadanos exaltados como gobiernos que han adquirido más influencia (a raíz de la pandemia), podrían presionar para que el Estado ejerza un control similar sobre las grandes tecnológicas.
Estas compañías parecen percibir este peligro. Su mejor defensa deber ser proponer un nuevo pacto con los ciudadanos del mundo, lo que significa aplicar reglas claras y verificables respecto de cómo publican y moderan contenido, ayudar a los usuarios a poseer, controlar y rentabilizar su propia data, y tratar de manera justa a las competidoras que usen sus plataformas.
Este enfoque bien podría ser más rentable en el largo plazo. La compañía más valiosa en Estados Unidos es Microsoft, que resurgió gracias a que construyó una reputación de ser confiable.
Se trata de un ejemplo que deberían seguir las otras grandes plataformas tecnológicas —o servicios públicos digitales, que es como están a punto de comenzar a ser conocidas—.
Traducido para Gestión por:
Antonio Yonz Martínez