Renat Heuberger reunió a sus cofundadores en un glaciar de los Alpes suizos para una celebración. La media docena de hombres detrás de South Pole, el vendedor líder mundial de compensaciones de carbono, levantaron sus cervezas alrededor de un fuego crepitante: el negocio estaba en auge y la valoración de la empresa de Zúrich se precipitaba hacia los US$ 1,000 millones, lo que la convertía en uno de los primeros “unicornios de carbono”.
Pero las afirmaciones que sustentan el éxito de South Pole han ido perdiendo terreno como el hielo bajo sus pies aquel día hace dos veranos. La mayor fuente de ingresos de la compañía es un megaproyecto en Zimbabue llamado Kariba, que, según South Pole, evitó la aniquilación de un bosque casi del tamaño de Puerto Rico.
Ese es el modelo comercial de South Pole: ayudar a financiar proyectos que puedan contrarrestar de manera creíble los niveles crecientes de gases de efecto invernadero, como detener la deforestación, y luego vender el crédito resultante a clientes corporativos que quieren compensar su propia contaminación que calienta el planeta.
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Sin embargo, según varios expertos externos y el análisis propio de South Pole, la firma y su socio terminaron sobrestimando enormemente el alcance de la preservación de Kariba. Como resultado, Gucci, Nestlé, McKinsey y otros clientes de South Pole, sin darse cuenta, han exagerado su propio progreso en la lucha contra el cambio climático, dado que los créditos de Kariba que compraron no generaron suficientes beneficios atmosféricos reales. (South Pole dice que los créditos son legítimos y seguirán beneficiando al clima).
Los detalles financieros recientemente publicados por South Pole hacen que estos créditos defectuosos resulten aún más preocupantes para algunos clientes. La mayor parte de los € 100 millones en ingresos de Kariba se destinaron a South Pole y su socio del proyecto, una empresa llamada Carbon Green Investments, no, como ambas empresas indicaron anteriormente en entrevistas y entradas públicas de blog— a las personas de las comunidades rurales que realizan el trabajo contra la deforestación.
Algunos de los mayores clientes de South Pole han comenzado a recular. Funcionarios de Barclays, L’Oreal y McKinsey le dijeron a Bloomberg Green que habían agotado sus créditos Kariba o bien, que no tenían planes de comprar más. La empresa energética holandesa Greenchoice, que adquirió más de 4 millones de créditos de Kariba, dijo que estaba “desagradablemente sorprendida” y que iniciaría una investigación antes de determinar los pasos a seguir.
Takeda Pharmaceutical Company, que utilizó 75,000 créditos Kariba en diciembre para ayudar a alcanzar objetivos climáticos, dijo que está “pausando cualquier inversión futura con South Pole”.
Por su parte, South Pole afirma que las fuerzas complejas que impulsan la deforestación han cambiado en la década desde que ayudó a lanzar el proyecto, pero que todos los créditos de Kariba siguen siendo creíbles y que el proyecto ha seguido los estándares de la industria. South Pole dijo que compró millones de créditos Kariba para respaldar el proyecto durante tiempos difíciles, y que su valor se disparó posteriormente.
“Estamos realmente orgullosos del proyecto, que ha protegido más de 750,000 hectáreas de bosque y ha beneficiado a miles de personas en una zona rural de Zimbabue“, dijo South Pole en un comunicado.
La incertidumbre sobre el proyecto insignia de South Pole podría influir en la forma en que legiones de empresas intentan reducir sus emisiones. En 2021, las compras de créditos de carbono se cuadruplicaron a US$ 2,000 millones, según Ecosystem Marketplace.
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Sin embargo, las persistentes dudas en relación a sus beneficios han dañado su reputación como solución climática legítima. Debido principalmente a esta “creciente crítica a las compensaciones de carbono”, las corporaciones usaron un 4% menos de créditos en 2022, según investigadores de BloombergNEF.
“Nadie que compra un paquete de papas de cinco kilos en el supermercado quiere terminar teniendo solo con un kilo”, dijo Jürg Füssler, un veterano del mercado de carbono que dirige el trabajo ambiental en INFRAS, una firma de investigación y consultoría en Zúrich, hablando en general sobre la industria. “Eso es lo que está pasando ahora. La confianza básica del mercado está destrozada”.
Incluso las aerolíneas, que se encuentran entre los mayores compradores de compensaciones, buscan alternativas. Delta Air Lines, que ha gastado cientos de millones de dólares en créditos de carbono, algunos de Kariba, se ha unido a JetBlue, EasyJet y otros para priorizar otros métodos de reducción de emisiones en su lugar.
Otros grandes compradores como Volkswagen ya no confían en intermediarios como South Pole y, en cambio, planean desarrollar sus propios proyectos de carbono, un paso que esperan evite acusaciones de lavado verde.
El proyecto Kariba es lo suficientemente grande como para acelerar potencialmente la espiral descendente. El esfuerzo de conservación de Zimbabue es el segundo más popular en el mercado voluntario de carbono, según AlliedOffsets, que rastrea las transacciones de carbono. Aproximadamente, hay cerca de 7,000 proyectos en el mercado. Las empresas han comprado 23 millones de créditos de Kariba, suficientes para compensar más de la mitad de emisiones anuales de Suiza.
“Cuando se descubre que un proyecto muy conocido y altamente comercializado no está generando los impactos declarados, existe el riesgo de que se destruya toda la reputación de los mercados de carbono”, dijo Allister Furey, director de Sylvera, una firma con sede en Londres que califica la calidad de los proyectos de carbono y que ha dado una mala nota a Kariba.
La reputación de South Pole tiene implicaciones importantes para el mercado de carbono en general. La empresa participa en casi 1,000 proyectos de carbono en todo el mundo. Como parte de esta investigación, los reporteros de Bloomberg Green visitaron varios proyectos respaldados por South Pole, incluida una plantación de teca mexicana que parecía no cumplir con el impacto climático anunciado.
Los funcionarios de South Pole afirmaron que el proyecto de teca cumplió con los estándares de la industria y dicen que la compañía lleva mucho tiempo ofreciendo beneficios climáticos reales, prueba de que los mecanismos de mercado se pueden utilizar para hacer frente al cambio climático. “La alta calidad y un impulso constante para innovar han sido la base de nuestra empresa”, dijo Heuberger, director ejecutivo, en un correo electrónico.
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Sin embargo, para algunos expertos, la verdadera ventaja de South Pole ha sido su astucia empresarial. “Desde que el mercado voluntario de carbono despegó en 2018, han estado encontrando la olla de oro”, dijo Axel Michaelowa, un fundador de Perspectives, una empresa de consultoría climática que ha colaborado con South Pole. “En realidad no han estado luchando por un mercado de alta integridad. Han estado buscando obtener beneficios de donde se pueda”.
“¿Qué mierda es esto?” Se preguntó Heuberger cuándo se enteró por primera vez de la compensación de carbono hace aproximadamente dos décadas. La idea de pagarle a una de las partes para reducir emisiones y luego dejar que otra persona se lleve el mérito de los beneficios ambientales era como comprar los pecados climáticos propios, recordó en una entrevista el verano pasado mientras tomaba un plato de curry de tofu cerca de la sede de South Pole en Zúrich.
Entonces se encontró con un dilema personal: tenía que volar a una conferencia en Costa Rica, un viaje que, calculó, lo haría responsable de emisiones de algunas toneladas de CO2. En lugar de renunciar al viaje, organizó un esfuerzo para cambiar los paneles solares por quemadores de diésel en el lugar del evento, una mejora diseñada para compensar las emisiones generadas por Heuberger y otros que volaban allí. Los asistentes a la conferencia pagaron US$ 25 por tonelada de emisiones, lo que permitió a Heuberger recaudar varios miles de dólares.
Estaba enganchado. “Este es el instrumento de financiamiento climático más poderoso que jamás se haya inventado”, dijo el hombre de 46 años, que luce una barba muy corta cobriza y plateada, y al que le gusta hacer senderismo y kitesurf.
Poco después de graduarse, Heuberger y un grupo de amigos de la universidad fundaron una empresa para vender créditos de carbono a gran escala: South Pole, un nombre que eligieron en parte porque el deshielo de la Antártida es un símbolo vívido de la necesidad de actuar sobre el cambio climático, y porque sus proyectos apuntarían a ayudar a las comunidades más pobres en el Sur Global. Heuberger y otros cuatro cofundadores aportaron cada uno 20,000 francos suizos (unos US$ 21,000). Heuberger pidió prestada su contribución a sus padres.
La suerte de South Pole siguió a la del mercado de carbono en general. Cuando empezaron hace 17 años, la acción climática parecía inevitable. El documental Una verdad incómoda ganaba dos Oscar. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas recibía el premio Nobel de la Paz.
Tras el frenesí inicial, el valor de los créditos de carbono cayó a casi cero. El sistema de comercio de carbono establecido por el Protocolo de Kioto colapsó y el mercado voluntario de carbono, donde opera South Pole, apenas sobrevivió. Muchos competidores cerraron sus puertas.
Durante los tiempos difíciles, South Pole comenzó a ayudar a los clientes corporativos con un rango de necesidades climáticas, como medir las emisiones de sus cadenas de suministro y orientarlos sobre formas de reducir su huella de carbono. A menudo, estos arreglos culminan en una venta considerable de créditos de carbono. (Bloomberg LP, la matriz de Bloomberg Green , se asocia con South Pole para comprar créditos de carbono para compensar las emisiones de viajes globales).
Desde que comenzó la recuperación del mercado hace cinco años, este enfoque de servicio completo ha resultado extremadamente lucrativo. South Pole tiene más de 1,200 empleados en seis continentes e inversiones de Salesforce, el Gobierno de Singapur y la familia real de Liechtenstein. Los ingresos se aumentaron más de seis veces en los últimos tres años a un estimado de € 232 millones, según la firma. La participación personal de Heuberger, algo menos del 10%, está valorada en casi € 100 millones.
Heuberger afirma que South Pole ha prosperado gracias a su historial de innovación. La compañía, por ejemplo, elaboró los primeros proyectos de carbono que redujeron la deforestación en las zonas rurales de África mediante el suministro de dispensadores de cloro, lo que eliminó la necesidad de talar árboles para obtener leña para hervir el agua. Heuberger destaca también un acuerdo de carbono reciente que ayudaron a orquestar, con el que el Gobierno suizo financiará la adopción de vehículos eléctricos en Tailandia.
Los empleados de South Pole, apodados “pingüinos” en honor a los habitantes del Polo Sur geográfico, son a veces escépticos. Interrogaron a Heuberger en una reunión general después de que la petrolera francesa TotalEnergies SE, afirmara en 2020 que un envío de gas natural había sido “neutro en carbono” porque había comprado créditos Kariba. Heuberger estuvo de acuerdo: “Es una tontería tan obvia” afirmar que emisiones de combustibles fósiles se compensan con compensaciones de carbono, dijo entonces a Bloomberg Green. (En ese momento, Total dijo que llevaba a cabo la debida diligencia en los proyectos de compensación).
Cuando más tarde se supo que South Pole podría asesorar a Arabia Saudita en su objetivo de cero neto, los pingüinos cuestionaron a Heuberger sobre la moralidad de trabajar con el país, dado su historial de derechos humanos y su inquebrantable compromiso con los combustibles fósiles. Arabia Saudita no puede ser ignorada, respondió Heuberger: son un importante contribuyente a las emisiones globales. Poco después, voló a Riad para hablar en el acto inaugural del príncipe heredero Mohamed bin Salman sobre las iniciativas verdes de su país.
South Pole tampoco ha logrado evitar un problema generalizado en el mercado del carbono. Los proyectos de compensación a menudo se quedan cortos en “adicionalidad”, es decir, que los pagos de carbono sean necesarios para impulsar la actividad respetuosa con el clima. En una visita reciente a la plantación de teca cerca de las ruinas de la ciudad maya de Palenque en el sur México, la espesa jungla lentamente da paso a pastizales. Al borde de un campo sobresalen hileras interminables de flacos árboles de teca, plantados en 2013 por la empresa forestal Agropecuaria Santa Genoveva.
Cinco años después, con la ayuda de South Pole, Santa Genoveva puso en marcha un proyecto de carbono para vender créditos por el CO2 que absorben estos árboles. Uno de los mayores compradores es la firma de bienes raíces Prologis, de San Francisco. Compró cerca de 100,000 créditos a principios del año pasado para ayudar a declarar “neutral en carbono” una extensa instalación en las afueras de París.
Pero la plantación de teca parece fallar en la prueba de “adicionalidad”: habría existido con o sin pagos de carbono. El director de producción de Santa Genoveva, Víctor Fernández, le dijo a Bloomberg Green que las compensaciones de carbono no alteraron el plan de negocios de la compañía ni la alentaron a plantar más árboles. “Se mantiene el mismito plan que trajimos de establecimiento”, dijo en una entrevista. “Es un beneficio adicional simple”.
Tres empresas que califican la calidad de los proyectos de carbono levantaron señales de alarma sobre el proyecto. Sylvera, por ejemplo, otorgó al proyecto de teca la puntuación más baja posible, lo que indica “un riesgo muy alto de que las solicitudes de un proyecto sean inexactas”.
South Pole discrepa con los críticos del proyecto y dice que la promesa de los pagos de carbono ayudó a Santa Genoveva a desarrollar más plantaciones de lo que lo habría desarrollado de otro modo. También dijo que el proyecto se adhirió a los estándares del mercado. Esta es una respuesta cada vez más común en una industria que trata de desviar las crecientes críticas de compensaciones inútiles.
Sin embargo, a unos 14,000 kilómetros de distancia se cocinaba a fuego lento un problema mayor. Ya en 2010, South Pole y Carbon Green Investments (CGI) empezaron a trabajar en un proyecto de carbono en casi 2 millones de acres de bosque de Zimbabue.
Esta vasta extensión de árboles se enfrentaba a la destrucción, según los documentos del proyecto. Los fondos de carbono podrían salvarlos, en teoría, previniendo la deforestación enseñando a los aldeanos locales técnicas de agricultura sostenible y capacitándolos en trabajos respetuosos con los bosques, como la apicultura.
A decir de casi todos, el dinero generado por el proyecto Kariba ha ayudado. Pero la predicción original de la deforestación masiva fue tremendamente exagerada. Las empresas generaron, y vendieron, créditos para salvar árboles que, al parecer, no estaban amenazados.
¿Qué tan exageradas resultaron ser las solicitudes iniciales? En noviembre, Elias Ayrey, científico jefe de la firma de calificación de carbono Renoster, estimó que Kariba reclamó 30 veces más créditos de carbono de los que merecía. Sylvera y Calyx Global, otra firma calificadora, ubicaron el factor entre cinco y ocho.
South Pole confirma que el volumen de créditos emitidos hasta ahora ha eclipsado los beneficios climáticos del proyecto. No obstante, la empresa niega rotundamente que cualquiera de los créditos de Kariba sean ilegítimos. “Kariba nunca ha estado sobrevalorado”, insistió Heuberger en un correo electrónico.
Para explicar esta aparente contradicción, South Pole vuelve a señalar los estándares de la industria. En este caso, Kariba cumplió con las reglas establecidas por el grupo sin ánimo de lucro Verra, que supervisa el registro de proyectos de carbono más popular del mundo.
Según las reglas de Verra, si se considera que las estimaciones originales han sido demasiado agresivas, el proyecto puede compensarlo no emitiendo créditos legítimos en el futuro. South Pole dice que las empresas que compraron créditos de Kariba no se equivocaron al afirmar que habían reducido sus emisiones, es solo que es posible que el CO2 no se extraiga de la atmósfera hasta dentro de unos años.
En el mejor de los casos, es un error caro. Sylvera estima que South Pole y CGI tendrían que operar Kariba durante otros 25 años para cumplir con los créditos que ya generó. Financiar el proyecto cuesta al menos US$ 60,000 al mes, y no está claro si South Pole y CGI estarían dispuestos a sostenerlo durante tanto tiempo. (South Pole dijo que no puede discutir detalles hasta que se calcule y audite la tasa de deforestación revisada. El fundador de CGI, Steve Wentzel, dijo no ser un experto técnico y aplazó las preguntas sobre la acreditación a South Pole).
Las finanzas de Kariba también han despertado inquietud entre los clientes. South Pole y CGI le dijeron inicialmente a Bloomberg Green que South Pole mantiene el 25% de las ventas de créditos Kariba a retorno de su labor técnica y de marketing. South Pole luego pasa el resto a CGI con sede en Guernsey, que se queda con el 30% restante. Se supone que el resto (52.5% de los ingresos originales) será asignado por CGI a las comunidades y Gobiernos locales mediante una fórmula precisa.
South Pole, de hecho, tiene un contrato para vender algunos créditos a cambio de una comisión del 25%. Pero, en la mayoría de los casos, South Pole ha comprado directamente los créditos de CGI antes de revenderlos a sus clientes corporativos con márgenes mucho más altos, como informó por primera vez el medio de noticias holandés Follow the Money. Después de que periodistas, incluido Bloomberg Green, presionaron a South Pole para obtener más detalles, la compañía publicó nuevos numeros mostrando que se había quedado con cerca del 42% de los ingresos del proyecto Kariba.
South Pole le dijo a Bloomberg Green que compró esos créditos entre 2015 y 2019 cuando “intervino como inversionista de último recurso” para mantener el proyecto a flote durante los años más sombríos del mercado. Pero South Pole realizó su mayor compra directa de 7.9 millones de créditos Kariba en 2021, un hecho que la empresa informó en una publicación de blog posterior.
Esto fue mucho después de que el mercado se recuperara, un movimiento estratégico para solidificar su relación con CGI y defenderse de un competidor, según dos personas familiarizadas con la transacción que pidieron no ser identificadas discutiendo negocios internos. Cuando se les preguntó por qué inicialmente omitieron información clave sobre el momento de su compra directa más grande, los funcionarios del Polo Sur dijeron que habían sido “lo más transparentes posible en nuestra comunicación”.
Se trata de un problema habitual en la industria de las compensaciones: un gran proyecto que sigue las reglas resulta tener muchos menos beneficios de los anunciados. Los vendedores como South Pole aún tienen que tomar medidas audaces, pero costosas: cancelar los créditos no vendidos; reembolsar a los clientes, lo que podría reconstruir la confianza en la compensación de carbono.
Para Kyle Harrison, jefe de investigación de sustentabilidad de BloombergNEF, la renuencia a impulsar una mayor calidad es alucinante. Él dice que las compensaciones de carbono pueden convertirse en una herramienta importante para desacelerar el cambio climático, con un mercado que podría dispararse a medio billón de dólares por año para 2050. Sin embargo, languidecerá sin grandes mejoras. “El mercado hoy está cavando su propia tumba”, dijo.
De vuelta en la sede de South Pole en Zúrich, los funcionarios de la compañía pintan una imagen muy diferente. El cambio climático no se puede frenar sin grandes cantidades de capital privado que ayuden a proteger los bosques y reducir emisiones. Las compensaciones de carbono son el mejor conducto para este caso, argumentan, y criticarlas solo dificultará esta tarea urgente.
“No tenemos más tiempo”, dijo Heuberger. “Estos son los últimos ocho o nueve años en los que podemos marcar la diferencia”.