Desplazada por la guerra, Lyudmyla recibió garantías de que las autoridades la alojarían en una ciudad del oeste de Ucrania. Pero cuando llegó, la miraron y la rechazaron.
“Por teléfono me dijeron que estaba bien, nos pusimos de acuerdo sobre la habitación, pero cuando llegué vieron mi piel oscura y se negaron a darme alojamiento”, aseguró.
Integrante de la minoría gitana, esta mujer de 59 años que no reveló su apellido dice ser uno de los pocos integrantes de su familia en haber estudiado, al igual que su hija Ilona, una abogada.
Juntas se negaron a ser rechazadas y amenazaron con denunciar el caso, y solo después de un día entero de regatear consiguieron las llaves de la habitación donde pasaron un mes junto a la suegra de Ilona y sus tres hijos.
“Si yo no tuviera educación habríamos tenido que dormir en la calle o la estación de tren”, dijo Lyudmyla, quien regreso a su casa en Trebujiv, al oeste de Kiev, luego de que las tropas rusas se replegaron de la zona para concentrar su ataque en el sur y este de Ucrania.
Al igual que ella, muchos gitanos ucranianos dicen que deben luchar para acceder a un albergue y a la ayuda que ha llegado al país desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero.
Pocos reclamos
Datos del censo sugieren que hay unos 50.000 gitanos en Ucrania, pero grupos de derechos humanos calculan que podrían ser 400,000.
“El principal problema es la vivienda, la gente no quiere recibir a familias gitanas”, explicó Julian Kondur de Chirikli, una organización internacional que apoya a las mujeres gitanas.
Como en otros países, prejuicios antiguos contra los gitanos han generado miedo hacia ellos, agregó.
Human Rights Watch acusó el miércoles a la vecina Moldavia de “alojar deliberadamente a la mayoría de los refugiados gitanos separados de los otros que huyen de la guerra en Ucrania”, lo cual calificó como un “tratamiento desigual y discriminatorio”.
Chirikli ha recogido numerosos testimonios sobre lo ocurrido en las evacuaciones. “Un autobús estaba por salir de Járkov (noreste) y el conductor dijo ‘no’ a una familia gitana”, contó Kondur.
“A veces los gitanos están tan acostumbrados a la discriminación que lo aceptan como normal” y “raramente se quejan”, indicó.
Lyudmyla inicialmente dijo que no sufrió discriminación, pero luego relató su experiencia. En las dos primeras semanas de la guerra, Lyudmyla ofreció refugio a unos 50 gitanos en el sótano de su casa.
Ataviada con un largo vestido de flores, recordó el temor y el frío invernal de esos días.
“A diez kilómetros de aquí había tanques rusos y explosiones muy fuertes. Era aterrador”, narró.
“También sufrimos”
Además de la falta de solidaridad hacia su comunidad, los gitanos tienen problemas para recibir cierta ayuda porque carecen de los documentos adecuados.
Para evitar la represión del régimen soviético, los gitanos no se registraban con las autoridades y muchos no tienen documentos de identidad, certificado de nacimiento o pasaporte.
Cuando Ucrania se independizó en 1991, muchos gitanos se han registrado pero unos 30,000 no lo han hecho, lo que los deja en desventaja durante la guerra.
“Inevitablemente necesitas documentos de identidad para recibir paquetes de alimentos y apoyo financiero del gobierno y la ONU”, señaló Kondur.
Por ello, los gitanos tienden “a buscar ayuda dentro de su comunidad”, indicó Valentina Zolotarenko, una mediadora que ayuda a su comunidad a acceder a servicios públicos.
“En televisión solo ves a los otros ucranianos, pero nosotros también sufrimos”, aseguró Zolotarenko, de 59 años, nacida en Rusia.
Pero “a pesar de las bombas, prefiero ser una gitana en Ucrania que en Rusia”, afirmó. “Allá es mucho peor para mi comunidad”.