El canciller alemán, Olaf Scholz, criticado por su falta de carisma y apodado “el autómata” por sus discursos monocordes, se convirtió en un firme canciller de guerra desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, un conflicto que rompió numerosos tabús alemanes.
En enero, en medio de las tensas discusiones entre Rusia y Estados Unidos, emergió en las redes sociales alemanas la etiqueta ¿#Dónde está Olaf Scholz?”, que reflejaba la añoranza de la anterior canciller Angela Merkel.
Tras la invasión rusa de Ucrania, el exalcalde de Hamburgo se mostró ante sus conciudadanos como un jefe de guerra que habla claro.
La opinión pública alemana quedó marcada por su discurso del domingo, en que anunció una inversión sin precedentes en materia de defensa y describió un mundo inmerso en una “nueva era”.
Scholz recibió incluso los aplausos de sus rivales de la CDU (derecha), relegados a la oposición tras 16 años en el poder, pero que vuelven a encabezar los sondeos.
Incluso el tabloide Bild, que suele criticar con dureza a Scholz, elogió a este “canciller de izquierdas que impulsa las exigencias abandonadas por dirigentes conservadores durante muchos, muchos años”.
“Ilusiones”
El socialdemócrata Scholz, que preside un gobierno de coalición con los liberales y los verdes, un partido con una tradición antimilitarista, “no dejó ninguna duda sobre su determinación”, destacó el semanario Der Spiegel.
“Mientras al principio de la crisis rusa, el canciller alemán aún dudaba sobre la necesidad de adoptar una posición clara, el ataque belicista de Putin hizo estallar por los aires estas ilusiones”, explicó la politóloga Ursula Münch, quien subraya que Scholz “sabe hablar de manera clara e inequívoca cuando hace falta”.
Aunque hasta hace unas semanas se refería al gasoducto ruso Nord Stream 2 como un asunto “económico privado”, suspendió este macroproyecto tras el reconocimiento ruso de la independencia de los territorios separatistas del este de Ucrania.
El gobierno alemán también olvidó uno de los tabús del país, la venta de armas letales a zonas de guerra, y el sábado autorizó la entrega a Kiev de obuses, lanzamisiles antitanques y misiles suelo-aire.
Además, anunció un aumento de su presupuesto militar más allá del 2% del Producto Bruto Interno (PBI), a pesar de sus reticencias en los últimos años de aumentar su contribución a la OTAN ante las presiones del entonces presidente estadounidense, Donald Trump.
Incluso Scholz marcó distancias con el excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder, por su presencia en varios consejos de administración rusos y su supuesta afinidad con Vladimir Putin.
Merkel demasiado ingenua
La conversión de Scholz en jefe de guerra resulta una paradoja para el que antaño fue un miembro destacado de los jóvenes socialdemócratas y empezó a militar políticamente por su compromiso pacifista.
Sin embargo, como ya hizo durante la pandemia, cuando impulsó como ministro de Finanzas un ambicioso plan de gasto público tras años defendiendo el rigor presupuestario, ahora mostró su capacidad para adaptarse a un acontecimiento mayor.
Este conflicto puede servirle para reforzar su estatura como mandatario y deshacerse de la alargada sombra de Merkel, al frente de la cancillería durante 16 años.
“Ya no elogiaremos su talento de negociadora, sino que hablaremos más bien de si sus gobiernos fueron demasiado ingenuos ante Putin”, señala Münch.