Tres años de sequía extrema provocaron el hundimiento de la poderosa civilización hitita de Anatolia (la actual Turquía) en el siglo XII antes de la era cristiana, según un estudio basado en el análisis de leños milenarios.
Las sequías o el agotamiento de los recursos naturales son factores cada vez más estudiados por los historiadores para explicar cambios dramáticos en el pasado, por ejemplo en los territorios mayas de Mesoamérica.
Los hititas fueron una de las civilizaciones antiguas más influyentes en el Mediterráneo oriental y Oriente Medio, entre 1650 y 1200 antes de Jesucristo, a partir de la Anatolia central, una región semiárida que ocupa prácticamente toda la Turquía actual.
Su capital, Hattusa, es un sitio arqueológico clasificado como patrimonio mundial por la Unesco.
Los hititas se expandieron hasta la Siria actual y tejieron numerosos vínculos con otros imperios, e incluso rivalizaron con el poderoso imperio egipcio de Ramsés II.
Su caída fue bastante precipitada. Hattusa fue abandonada y luego arrasada por un incendio.
Con ese derrumbe se perdieron el sistema de escritura y cualquier rastro de su sistema de administración. Todo sucedió “bastante rápidamente”, explica a AFP Sturt Manning, profesor de Arqueología de la universidad estadounidense de Cornell, autor principal del estudio publicado esta semana en Nature.
Muchas civilizaciones mediterráneas -como la de la ciudad griega de Micenas- sufrieron la misma suerte durante ese periodo, a finales de la Edad de Bronce.
Hambrunas, epidemias, ataques exteriores contribuyeron a esos cambios dramáticos.
Pero hasta ahora no parecía haber un elemento responsable primordial, según Müge Durusu-Tanriöver, investigadora de Historia del Arte de la universidad de Filadelfia, en un comentario anexo al estudio.
Leños de enebro
En el caso de los hititas, la respuesta yacía en los árboles, concretamente en unos leños de enebro hallados en un túmulo funerario en Gordion (centro de Turquía) donde fue descubierta en los años 1950 la tumba de un rey.
Esa tumba contenía una de las estructuras de madera más vieja del mundo, muy bien conservada.
El análisis de los anillos de esos troncos de enebro (dendrocronología) permitió reconstituir con precisión las condiciones climáticas en esa época.
“El principal obstáculo para el crecimiento de los árboles en Anatolia central es la ausencia de agua”, explica Sturt Manning.
Los investigadores identificaron tres años consecutivos de crecimiento anormalmente débil, lo que sugiere un periodo de sequía prolongada y particularmente severa, entre 1198 y 1196 antes de la era cristiana.
Una hipótesis confirmada por dataciones con carbono 12 y 13.
Esa aridez extrema deja presumir largos periodos de penuria alimentaria a causa de la dependencia de los cereales y de la ganadería, muy vulnerables a esa situación.
La población local estaba probablemente acostumbrada a la falta de agua desde hacía siglos. Pero “no pudo enfrentarse a un cambio climático tan brutal. Todas sus estrategias de adaptación y de resiliencia en épocas difíciles, como el almacenamiento de granos en enormes silos, se vieron superadas”, añade Manning.
La penuria alimentaria condujo a desórdenes políticos, económicos y sociales, así como a epidemias que precipitaron el hundimiento del imperio.
“Este estudio nos da por fin una explicación tangible del abandono de la ciudad de Hattusa”, se congratuló Müge Durusu-Tanriöver, que espera que otras investigaciones ayuden a determinar si otras regiones se vieron afectadas por ese periodo de aridez.
(Con información de AFP)