Hace un tiempo, al mundo no le importaba mucho el litio. Una década después de que Sony Corp. desarrollara baterías de iones de litio en 1991, el auge de los teléfonos inteligentes y de las computadoras portátiles a principios de la década del 2000 todavía no fueron suficiente para generar un cambio en el mercado.
El metal ligero y reactivo se consideraba principalmente un aditivo útil para fabricar aluminio, vidrio o lubricantes industriales. Pocos pensaban en él como un elemento cuya oferta y demanda podrían determinar la capacidad de la humanidad para evitar un cambio climático catastrófico.
¡Cómo han cambiado las cosas! Es probable que la producción crezca 17 veces entre 2015 y 2030, gracias casi en su totalidad a las voraces necesidades de la creciente flota mundial de vehículos eléctricos. Cuando el consumo es mayor que el suministro minero, como ha sucedido en los últimos años, el aumento de los precios de los metales ha sido suficiente para elevar el costo de los automóviles propulsados por baterías que los utilizan. Esto ha contribuido a que en los últimos meses los fabricantes de automóviles redujeran sus metas de producción de vehículos eléctricos.
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El nuevo papel protagónico del litio en la transición energética ha convertido un negocio aletargado, que alguna vez estuvo dominado por compañías de fertilizantes, en una industria en auge donde se despliegan balances de miles de millones de dólares. Es lamentable que algunos magnates en el mayor productor, Australia, se estén comportando como si los viejos tiempos nunca hubieran terminado.
Chile tiene, por lejos, las reservas naturales más extensas. Puede producir litio con menos emisiones al permitir que el sol evapore lentamente las salmueras en las alturas de la cordillera de Los Andes, lo que deja un depósito rico en metales.
Pero el entorno favorable para la minería de Australia y sus recursos de rápida explotación han impulsado una fiebre del oro en dicha nación. Hace dos décadas, el país extraía menos de una quinta parte del litio del mundo. En 2021, extrajo más que todos los demás países juntos. Aproximadamente la mitad de la producción incremental durante la última década provino de Australia.
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No se espera que eso cambie. Se prevé que el actual déficit de oferta se convierta en un exceso en los próximos años, pero casi un tercio del aumento de la demanda para 2030 será cubierto por las minas australianas, según estimaciones de BloombergNEF. Si esas inversiones fracasan, es posible que nuevamente haya escasez y que los precios suban, lo que una vez más dejaría en suspenso el impulso hacia las cero emisiones netas.
Es una posibilidad preocupantemente real después de que dos de las personas más ricas de Australia intervinieran en batallas de adquisición de mineras jóvenes en las últimas semanas. Gina Rinehart, una multimillonaria del sector del mineral de hierro de Australia Occidental, compró este mes una participación del 19.9% en Liontown Resources Ltd., lo que provocó que el mayor productor de litio del mundo, Albemarle Corp., con sede en Charlotte, Carolina del Norte, abandonara una oferta de adquisición de 6,600 millones de dólares australianos (US$ 4,300 millones).
Rinehart también adquirió el 18% de Azure Minerals Ltd. junto con una participación del 12% en manos de Mineral Resources Ltd., una pequeña minera fundada por Chris Ellison, un ingeniero convertido en magnate. Eso podría hacer que el postor chileno Sociedad Química y Minera de Chile SA, o SQM, descarte una oferta en efectivo de 1,600 millones de dólares australianos por la empresa.
Hay un resultado positivo en cada una de estas batallas de adquisición. Los magnates mineros del estado de Australia Occidental se han beneficiado durante mucho tiempo al combinar su experiencia local y su conocimiento geológico con la gran cantidad de capital de las grandes empresas mineras.
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El capital inicial de la fortuna de US$ 21,400 millones de Rinehart provino de un acuerdo que su padre cerró con Rio Tinto Group en 1963, el que le otorgó una regalía perpetua sobre el mineral de hierro extraído de propiedades que descubrió en el norte del estado. Mineral Resources de Ellison tiene minas de litio en empresas conjuntas que opera con Albemarle y la china Jiangxi Ganfeng Lithium Co., en un modelo en el que la empresa australiana gestiona las operaciones mientras sus socios extranjeros aportan efectivo y experiencia sobre la cadena de suministro.
Sin embargo, todo depende de si esos actores extranjeros regresan o se mantienen alejados.
Desarrollar una mina de litio no es barato. El proyecto Kathleen Valley de Liontown costó alrededor de 951 millones de dólares australianos y se espera que el costo de la mina Andover de Azure sea de una escala similar. El sector a nivel mundial necesita alrededor de US$ 7,000 millones al año entre 2022 y 2028 para satisfacer la demanda prevista, según la consultora Benchmark Mineral Intelligence.
Rinehart y Ellison esperan que sus participaciones estratégicas induzcan a los postores extranjeros a volver a ofrecer precios más altos, pero si no lo hacen, podrían terminar con activos sin explotar. Mineral Resources tiene alrededor de dos quintas partes de los flujos de efectivo operativos de SQM, por lo que le resultaría mucho más difícil financiar el proyecto por sí solo, especialmente con las tasas de interés en los niveles actuales.
Hancock Prospecting Pty, el vehículo de inversión de Rinehart, tenía más de 17 mil millones de dólares australianos en efectivo neto en junio de 2022, por lo que no estaría presionado por dinero, pero la atención de la gerencia puede ser un problema mayor en una empresa con un jefe voluble que siempre ha ganado todo su dinero del mineral de hierro.
Las compañías mineras del mundo se han abierto camino hasta las puertas de Australia durante la última década con la propuesta de que es una jurisdicción más amigable que Chile. Combinado con la reciente debilidad de los precios, el comportamiento territorial de los magnates locales corre el riesgo de hacer que esas empresas se alejen.
Si quedan demasiados depósitos sin explotar, quedaremos con otra cadena de suministro dependiente de China y altos precios del litio, lo que retrasará aún más la transición a los vehículos eléctricos. Rinehart y Ellison necesitan poner sus cartas sobre la mesa sobre cómo desarrollarán estos recursos en ausencia de capital extranjero; de lo contrario, la inversión, como las aguas de un salar chileno, corren el riesgo de evaporarse por completo.
Por David Fickling
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