La política sobre minorías sexuales sigue siendo motivo de tensión entre las instituciones de la Unión Europea (UE) y varios gobiernos de Europa del Este, que se resisten a seguir la estela de los países occidentales para otorgar derechos a los colectivos LGBT+ como exige Bruselas.
Con motivo del Día Mundial del Orgullo, Efe repasa la situación de la comunidad LGTB en algunos de los países de la parte oriental de la Unión Europea.
Las discrepancias sobre la materia son especialmente evidentes en el caso de Hungría, donde el primer ministro, Viktor Orbán, propone un modelo conservador de sociedad que choca con los valores liberales promovidos por la Comisión Europea.
Un año antes de su llegada al poder en 2010, Hungría había reconocido las uniones civiles entre personas del mismo sexo.
Ya bajo la administración de Orbán, que se define a sí mismo como “iliberal”, su amplia mayoría parlamentaria ha legislado contra la posibilidad de que se reconozca el matrimonio homosexual y se permita adoptar niños a las parejas del mismo sexo.
Leyes polémicas
En 2020, Hungría también cambió la ley para que las personas transgénero no puedan cambiar su género en el registro oficial, según denunciaron en su momento organizaciones de derechos humanos.
Un año después, el Parlamento húngaro prohibía la distribución a menores de edad de contenidos pornográficos o que “propaguen” ideas asociadas al cambio de sexo y la homosexualidad.
La ley hacía referencia, asimismo, a la pedofilia, sugiriendo una relación entre los derechos LGBT+ y esta conducta delictiva.
Como respuesta a la adopción de esta ley considerada homófoba y discriminatoria por Bruselas, la CE puso en marcha un procedimiento de infracción contra Hungría.
“Acoso y violencia”
Militantes LGBT+ denuncian un deterioro de su situación como consecuencia de las políticas promovidas por Orbán.
“Las personas LGBT+ informan del aumento de acoso y violencia en los últimos años, sea en espacios públicos, el trabajo o la escuela”, denuncia a Efe el activista Luca Dudits.
Según Dudits, directivo de la Sociedad Háttér, la mayor ONG dedicada a los derechos LGBT+ en Hungría, las leyes mencionadas “han dificultado su vida cotidiana, han afectado negativamente su salud mental y han hecho que sean menos propensos a pedir ayuda de profesionales y autoridades”.
Rumanía y Bulgaria
Pese a que se le ha prestado menos atención, la situación de las minorías sexuales en Rumanía y Bulgaria es, en algunos aspectos, más precaria que en Hungría. A diferencia de Hungría, Rumanía y Bulgaria no reconocen las uniones homosexuales en ninguna de sus variantes.
En 2021, el partido centrista rumano USR PLUS impulsó una ley para el reconocimiento de las uniones civiles, tanto heterosexuales como homosexuales, pero la iniciativa fue rechazada por la mayoría de diputados en el Parlamento en Bucarest.
La votación tuvo lugar dos semanas después de que el Parlamento Europeo instara a todos los países miembros a reconocer los matrimonios y uniones entre personas del mismo sexo.
Pese a que sí existen en Rumanía protocolos para el cambio de género, los colectivos LGTB+ denuncian graves deficiencias en el proceso y discriminación sistemática.
En 2021, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Rumanía por negar el cambio de género legal a dos personas transgénero que no se habían sometido a una operación de reasignación.
Por su parte, las aspiraciones de reconocimiento legal de las personas transgénero en la vecina Bulgaria sufrieron un importante revés en 2021.
El Tribunal Constitucional falló en 2021 que la Convención de Estambul -sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica- choca con la ley fundamental búlgara al incluir un concepto de “género” que puede no coincidir con el sexo biológico.
Para el activista búlgaro Pol Naydenov “sigue existiendo un enorme miedo de la clase política” a abordar la cuestión de los derechos de estos colectivos, que siguen marcados por el “estigma” en sociedades conservadoras como la búlgara, en las que abanderar esta causa puede ser una rémora electoral.
En la República Checa, donde gobierna una coalición de centro derecha liberal, se debate en el Parlamento un proyecto para establecer el matrimonio igualitario y una enmienda constitucional que define el matrimonio como unión estable entre hombre y mujer.
Los analistas locales consideran difícil prever cómo evolucionarán estas dos propuestas legislativas.
Al mismo tiempo, parece haber un clima proclive a enmendar la actual ley de uniones registradas, para permitir la adopción de niños o la regulación de la maternidad subrogada (úteros de alquiler).
Más aceptación social
Pese al rechazo a los colectivos LGBT+ que sigue observándose, las encuestas muestran que las sociedades del Este de Europa se muestran cada vez más tolerantes hacia las minorías sexuales.
En Hungría, el porcentaje de ciudadanos que aceptan el matrimonio entre personas del mismo sexo ha pasado de ser el 30% en 2013 a situarse en un 46% en 2021.
Pese a que un 40% de los habitantes de Serbia, donde una mujer lesbiana fue primera ministra los últimos cinco años, siguen identificando la homosexualidad como una “enfermedad”, el porcentaje es 26 puntos porcentuales inferior al que se registró en 2010.
La evolución también puede verse en la normalización de los desfiles del Orgullo Gay en todas las capitales de Europa Oriental.
Cada vez más miembros del colectivo LGBT+ salen a expresar su sexualidad o su identidad de género, aunque algunos hayan de seguir haciéndolo protegidos por la policía ante amenazas homófobas de grupos ultras.