La inmigración, tema candente de la Cumbre de las Américas, está presente en cada esquina de Los Ángeles: con casi el 90% de población hispana, los barrios que rodean la sede de la cita reflejan los problemas del continente, desde la desigualdad a la violencia de las pandillas.
A unos metros del Centro de Convenciones, esta semana se reunirá la mayoría de dirigentes latinoamericanos, los locales para enviar remesas de dinero desde Estados Unidos copan el barrio de Pico-Union, un área también conocida como el Corredor Salvadoreño, donde el español se escucha en cada calle.
Tal es la concentración de salvadoreños, que muchos habitantes se refieren a la zona como el 15º Departamento de El Salvador, una especie de territorio insular que mantiene fuertes vínculos con el país centroamericano.
Aquí nació la peligrosa Mara Salvatrucha en 1970, un estigma que arrastra un barrio de familias de clase trabajadora que buscan estabilidad a pesar del repunte de violencia en la ciudad, que registró 391 homicidios en el 2021.
Y es que si durante unos días Los Ángeles va a concentrar a políticos de todo el continente americano, el resto del año ya es un crisol de todas sus culturas.
“Es una ciudad con muchas oportunidades para quien quiere salir adelante. El latino y el inmigrante forman una parte importantísima de la economía de la ciudad”, explica Brenda Montoya, presidenta de la Directiva de Vendedores del Mercado de El Salvador.
Mitad de la población latina
Hace más de 30 años, los padres de Montoya emigraron a esta metrópolis de más de diez millones de habitantes en la que casi el 50% se identifica como latino y el 36% es inmigrante, según los últimos datos del Censo estadounidense.
Su historia es la de millones de personas que pueblan la segunda ciudad de Estados Unidos: aquí abrieron un negocio que se convirtió en el pionero de una avenida repleta de puestos de alimentación, medicinas tradicionales y pupuserías.
En los días previos a la Cumbre, cuyo lema es “construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”, sus propietarios denuncian que hace unas semanas las autoridades expulsaron a muchos comerciantes para limpiar las calles.
“Desalojaron a todos los vendedores para embellecer la acera. Ahora mismo, en nuestro barrio hay más de 100 familias que se han quedado sin ingresos”, denuncia Montoya, quien recuerda que la venta ambulante es legal en toda la ciudad después de que los activistas presionaran al Condado de Los Ángeles.
“A una persona de 60 o 70 años no la van a contratar en el McDonald’s, depende de su puesto para vivir”, señala.
A pesar de la imagen glamurosa que desprende, el sur de California reproduce muchas de las desigualdades que agitan al continente: las zonas más ricas, como Bel Air y Beverly Hills, apenas cuentan con un 5% de población hispana mientras que en los barrios del este de Los Ángeles, mucho más humildes, lo es el 90%.
Ese es el caso de Boyle Heights, icono de la lucha chicana por la igualdad y lugar de residencia de una buena parte de los 4.5 millones de mexicanos que residen en Los Ángeles, aunque el importante número de personas indocumentadas dificulta ofrecer una estimación exacta.
La falsa idea de hacer mucho dinero
Ajenos a Hollywood y la potente industria del entretenimiento, la economía de estos barrios está íntimamente ligada al folclore mexicano. Su corazón es Mariachi Plaza, lugar de reunión para grupos de mariachis que esperan para ser contratados.
“El Mercadito” es otro lugar popular del barrio. Repleto de taquerías y tiendas que venden figuras religiosas, chiles, huaraches y todo tipo de productos tradicionales.
Allí atiende Tere Fuentes, quien reconoce que dejar su país fue un proceso duro, pero gracias a la “hermandad mexicana” y a su “lucha” personal consiguió “salir adelante” en Los Ángeles.
Ahora, desde la experiencia, la tendera originaria de Michoacán (centro-oeste de México) trata de “prevenir a los nuevos” para que tengan un camino más fácil que el suyo.
Entre los recién llegados hay personas como Rebeca, camarera de una de las cantinas de “El Mercadito”, graduada en Ciencias de la Comunicación en Sinaloa (noroeste) que llegó hace cuatro años para buscar un futuro mejor en California.
“Uno cuando viene tiene la idea de que ganará mucho dinero si trabaja duro y podrá volver para montar un negocio, pero no es así”, manifestó Rebeca para añadir que, al final, muchos se acaban quedando por “la inseguridad y el miedo a la delincuencia” a la hora de volver a México.
De media, los núcleos familiares latinos ingresan aproximadamente US$ 61,000 anuales, mientras que en los hogares estadounidenses esta cifra alcanza los US$ 68,000.
Aunque muchos vengan por un tiempo y terminen haciendo su vida aquí, gran parte del dinero que generan vuelve a sus países. Según el Banco de México, solo en el 2021 más de US$ 16,000 millones llegaron al país en forma de remesa desde California, más que en ningún otro territorio de Estados Unidos.
“Siempre he tratado de apoyar a mi familia lo más que se pueda. Obvio, mi familia es lo primero”, sostiene Tere, emocionada por la idea de regresar.