El asunto de la liberación de los más de 200 rehenes secuestrados por Hamás en Gaza ha intensificado una diplomacia discreta y multibanda, en la que los aliados de Israel negocian directa o indirectamente con algunos de sus socios, que en algún caso son enemigos del estado judío y a la vez valedores del grupo armado islamista, en una especie de caos geopolítico con repercusiones para el futuro de la región.
La cuestión de esos rehenes que permanecen en poder del grupo islamista palestino desde el pasado día 7, cuando llevó a cabo el ataque terrorista contra Israel, que causó además 1.400 muertos, es un tema central no sólo en la agenda del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y de los altos mandos militares, sino también en la de las cancillerías de un buen número de países que, de una forma, u otra están implicados en este conflicto y tratan de evitar por todos los medios que se expanda de manera incontralada.
Entrar en Gaza a cualquier precio o negociar la liberación de los rehenes
Todo parece indicar que el Ejército israelí va a entrar en Gaza, como así ratificó anoche Netanyahu en una alocución televisada en la que sin embargo, se guardó muy mucho de precisar cuándo y cómo sería esta intervención.
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Entrar en Gaza con todo, sin pensar en la suerte de los secuestrados, es una posibilidad que parece irse alejando paulatinamente de los planes de acción que tanto el Gobierno como el Ejército israelíes deben de estar conformando. Y ello por una razón evidente: la suerte de los rehenes estaría echada si los soldados entraran en la Franja sin saber dónde están o, al menos, sin tener claro dónde pueden estar.
El escenario diplomático más obvio: El apoyo de los aliados de Israel
Desde el 7 de octubre, Israel ha recibido el apoyo explícito de países como Estados Unidos, su gran aliado geopolitico, el Reino Unido y de buena parte de los miembros de la Unión Europea (UE), entre ellos Francia, cuyo presidente, Emmanuel Macron, viajó el martes a Jerusalén y se entrevistó con Netanyahu.
En su visita a Israel Macron planteó la idea de que la coalición internacional contra el Estado Islámico (EI) incorpore también a Hamás entre sus objetivos y con el mismo rango de peligrosidad e igual dedicación en la estrategia para combatirlo.
La consecuencia final de ese combate masivo y multinacional sería que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) volviera a controlar la Franja de la que fue expulsada por Hamás en 2007 y que ese control estuviera avalado por países como Estados Unidos, varios europeos, Egipto, Jordania y Arabia Saudí, entre otros.
En definitiva, “todos los que tienen un interés político o estratégico en la estabilidad y también en los propios palestinos creo que buscarían un régimen o tipo de régimen acorde para mantener el control de Gaza”, según dijo a EFE el investigador israelí Uzi Arad, miembro del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv.
En opinión de Michael Milstein, del Centro de Estudios Africanos y de Oriente Medio, también en declaraciones a EFE, el futuro escenario de posguerra “se basará en un nuevo orden político que incluirá un liderazgo local apoyado por actores árabes e internacionales en lugar de Hamás. No estoy seguro de que sea un orden muy estable, pero es la mejor de todas las malas alternativas que se le presentan a Israel”.
El escenario más enrevesado: cuando el amigo de mi enemigo puede ser mi amigo
Catar e Irán son los principales apoyos y mantenedores de Hamás. El primero en el ámbito financiero e incluso tácitamente institucional, dado que el líder del grupo islamista, Ismail Haniye, reside temporal o permanentemente en el emirato. El segundo porque considera al grupo palestino el brazo meridional de su tenaza contra Israel, papel que por el norte le corresponde al grupo chií libanés Hizbulá.
Catar e Irán mantienen buenas relaciones, de tipo financiero y energético, lo que suscita el recelo del resto de países de la península arábiga, sobre todo de Arabia Saudí, en trayectoria de acercamiento a Israel en los últimos años y que ve cómo los cataríes se escapan de su influencia casi absoluta.
Pero al mismo tiempo, Catar es un buen socio de Estados Unidos y de Francia, estrechos aliados de Israel, y que al mismo tiempo defienden la solución de los dos estados para poner fin al conflicto palestino-israelí.
Como le indicó a EFE una fuente diplomática israelí, “Irán es la raíz del mal y de todo el terrorismo aquí. Nosotros le hemos enviado mensajes en el sentido de que si cualquier país u organización (sustentada por Teherán) ataca a Israel, lo pagará muy caro”
En todo caso, y ya en el plano geoestratégico a medio plazo, la idea fundamental que un buen número de actores internacionales tiene acerca de este conflicto radica en que no se desborde ni implique a terceros.
Como señala Milstein, “Hizbulá no está ansioso por unirse a un conflicto amplio, básicamente por su miedo a la respuesta israelí y las críticas de su propio escenario en el Líbano”, si bien reconoce que “el principal peligro es una escalada no planificada que puede ocurrir rápidamente y canalizar a ambas partes hacia un enfrentamiento amplio”.
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