Chef a domicilio, Selim M’nasri cocina para una clientela adinerada en la Costa Azul francesa y estaba acostumbrado a trabajar con ricos rusos una vez por mes. Pero desde la guerra en Ucrania no tiene noticias de ellos.
Este cocinero de 34 años, que dice saber rebuscárselas en la vida, estima sin embargo que hay que adaptarse a todo tipo de cliente “porque trabajo hay”. M’nasri cocina ahora para deportistas de alto nivel y grandes fortunas que residen en la costa.
La ausencia de los turistas rusos debido a la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania obligó a esta turística región del sureste de Francia a movilizarse para atraer a otros veraneantes pudientes.
La Costa Azul es el segundo destino de rusos, tras París, pero perdió con la pandemia un 80% de esa clientela “que residía en suntuosas villas desde el siglo XIX”, explica François de Canson, del Comité Regional de Turismo.
Aunque su número “no es enorme”, según Denis Zanon, director general de la oficina de turismo de la metrópolis de Niza, su tren de vida y su importante poder adquisitivo mantenía todo un ecosistema de servicios en la Riviera Francesa.
“Hay un sector de este mercado con mucho dinero, que vive en la costa y cuyos huéspedes alquilaban villas en los alrededores, hacían trabajar a hoteleros de lujo, a empresas de alquiler de yates, a servicios de catering”, explica Zanon.
Léa Combelonge, también chef a domicilio durante la pandemia, perdió como M’nasri la clientela rusa, “generosa pero complicada”, como esta “mujer que un día pidió a las cinco de la tarde caviar para cenar”, explica.
Para la cocinera, “hay ricos por todas partes”, por lo que no fue complicado sustituir a los rusos. El hotel de París en Mónaco, por ejemplo, no tuvo problemas para alquilar sus dos ‘suites’, asegura su director general Ivan Artolli.
Qatar y EE.UU.
Una nueva clientela que “aporta mucho” oriunda principalmente de Qatar y Estados Unidos permitió que el turismo repuntara desde la reapertura de las fronteras, explica Thomas de Pariente, concejal de Turismo en Cannes. Y “¡todavía se escucha hablar ruso en la Croisette!”, el célebre bulevar de la ciudad mundialmente conocida por su festival de cine, exclama.
La Unión Europea (UE) adoptó una lista negra de cientos de oligarcas y diputados rusos desde la anexión de Crimea por Moscú en el 2014, que se amplió con muchos más nombres con la reciente ofensiva rusa en Ucrania. Pero muchas familias rusas comunes y corrientes que vivían en Francia se quedaron en la costa.
El sector turístico cortejó a nuevos clientes, sobre todo escandinavos o canadienses, con campañas de promoción lanzadas “mucho antes de la pandemia” y que permitieron “limitar los daños”, asegura Renaud Muselier, presidente de la región Provenza-Alpes-Costa Azul.
Tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, “se retomaron estas campañas de comunicación y se desplegaron importantes esfuerzos hacia Estados Unidos”, explica De Canson, que se felicita de la apertura de tres vuelos directos diarios entre Niza y Nueva York.
A finales de abril del 2022, las reservas en la región eran incluso un 21% superiores a las del 2019 en ese mismo período, según el Comité Regional de Turismo.
En Cannes, Romain Benichou, especialista en el alquiler de villas de lujo en Century 21, señala que ya no hay ninguna disponible para julio y agosto. Y el sector de los yates también prevé una temporada “buena”, abunda Fabrice Viard, de Liberty-Yachts.
La Costa Azul espera conservar también la clientela francesa, que compró las villas vendidas por los rusos desde la guerra en Ucrania al movilizar los recursos ahorrados durante la pandemia, según Nicolas Dos Passos, de la agencia Albert Inmobilier de Cannes.