Las frecuentes alarmas antiaéreas interrumpen las clases escolares en toda Ucrania, lo que tiene un impacto negativo en la calidad de la educación, que se ha visto afectada por la destrucción de cientos de escuelas y el desplazamiento de millones de niños y sus maestros.
Casi 400 escuelas y otros centros educativos han quedado completamente destruidas desde el inicio de la invasión rusa, mientras que el número total de instalaciones dañadas alcanza las tres mil, según el Ministerio de Educación del país.
Sin embargo, incluso en aquellas zonas donde las escuelas han quedado intactas, los estudiantes y sus profesores no pueden escapar de los efectos de la invasión rusa.
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“Las clases, tanto en línea como presenciales, se interrumpen durante cada alarma aérea. A veces sólo es posible impartir una lección completa al día”, escribe Nadia Kelm, periodista y madre de dos escolares, en un artículo.
Sólo en Kiev, la amenaza de ataques rusos ha hecho imposible impartir al menos 37 clases en cada escuela en los últimos meses, dijo Kelm. El impacto está siendo mayor desde noviembre y también ha aumentado el riesgo de cortes de energía debido a los ataques rusos con misiles y drones.
La falta de interacción predecible con los profesores, que además están sobrecargados, desmotiva a los niños, subraya Kelm. Les hace perder el interés en sus estudios, mientras que los padres suelen carecer del tiempo y las habilidades para ayudar a sus hijos en casa.
Las brechas en los niveles educativos se agrandan
“Las lagunas en el aprendizaje son enormes. Muchos niños van tres o cuatro años por detrás de lo que se espera que sepan a estas alturas”, explica Olga Ivashura, profesora de lengua ucraniana en un colegio privado de Kropivnitski (centro).
Para muchos resulta simplemente demasiado difícil concentrarse en sus estudios. “A algunos les destruyeron sus casas y mataron a sus familias. Muchos tienen a sus familiares luchando en el ejército”, explica Ivashura.
Los niños de las zonas del frente son los que más han sufrido, explica la maestra. Muchos carecen del equipo adecuado, como portátiles, para aprovechar al máximo el material de aprendizaje disponible en línea.
Oleksí Uchirov, de 11 años, natural de Zaporizhzhia (sur), sólo ha asistido presencialmente a la escuela uno de los cinco años que ha estudiado allí. Después de dos años de pandemia seguida de la invasión rusa a gran escala, las escuelas funcionan en línea en esta ciudad, ubicada a sólo 40 kilómetros de la línea del frente.
Las clases en formato digital se ven interrumpidas cada día por múltiples alarmas aéreas, explica Evguenia, la madre de Oleksí.
“En cuanto suena la alarma, se interrumpe la clase para que los niños tengan tiempo de trasladarse a los refugios antiaéreos”, subraya.
La responsabilidad de ayudar a su hijo a cubrir el material que no se ha discutido en clase recae sobre los hombros de Evguenia. Sin embargo, apenas puede hacerlo después de un largo día de trabajo.
Los docentes se movilizan
Para tratar de superar las lagunas educativas se están desarrollando diversas iniciativas. Junto con cientos de otros profesores, Ivashura ha intentado ayudar a miles de niños en el marco de “Educational Soup” (apoyo educativo), un proyecto de tutoría dirigido por la ONG “Teach for Ukraine” (Enseña para Ucrania).
Se centra en llenar las deficiencias que tienen los niños ucranianos en el conocimiento de dos materias clave: lengua ucraniana y matemáticas. Asisten a clases adicionales en línea varias veces a la semana, con profesores capacitados para centrarse en las necesidades de cada participante.
Cada curso tiene una duración máxima de ocho semanas, ya que el proyecto pretende ayudar al mayor número de niños posible. Sin embargo, grupos más pequeños y un enfoque más individual ayudan a lograr resultados significativos incluso durante este tiempo relativamente corto, dice Ivashura.
“Les enseñamos a los niños a aprender. Estas habilidades les ayudan después de terminar nuestro proyecto”, explica. También se presta mucha atención al bienestar emocional de los niños.
“Si nos preocupamos más por lo que sienten los niños, muchos de ellos muy estresados, se abren. Sólo después de que salga todo el dolor y las emociones que han acumulado aparece en su interior un lugar para nuevos conocimientos”, subraya Ivashura.
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