Cuatro décadas después de que Estados Unidos estableciera relaciones diplomáticas con China comunista, las tensiones entre ambas naciones pueden haber alcanzado un momento crucial.
Ha sido un camino que siempre fue complicado debido a que las ambiciones de la superpotencia en ascenso chocaban cada vez con más frecuencia con los de la superpotencia establecida.
China ordenó el viernes el cierre del consulado estadounidense en la ciudad suroccidental de Chengu, en una veloz represalia por el cierre de su consulado en Houston.
Hace dos semanas, el ministro chino del exterior, Wang Yi, preguntó en voz alta si las relaciones podrían mantenerse normales. El jueves, el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, respondió: llegó la hora de cambiar de curso.
“El viejo paradigma del compromiso ciego con China simple y sencillamente no funciona”, dijo Pompeo en un discurso en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon en el sur de California. “No debemos mantenerlo. No debemos volver a él”.
La visita de Nixon a China en 1972 fue la primera de un mandatario estadounidense desde que los comunistas tomaron el poder en 1949, poniendo de cabeza un paradigma de la Guerra Fría y allanando el camino a la normalización de las relaciones en 1979.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos había sido un aliado estrecho del dirigente chino Chiang Kai-shek y durante tres décadas reconoció a Taiwán como el verdadero gobierno chino después de que Chiang huyera hacia esa isla tras perder el control del territorio continental en 1949.
Las relaciones entre Washington y el gobierno comunista de Pekín comenzaron a deshielarse en la década de 1970 a la par del deterioro de los vínculos entre China y la Unión Soviética mientras el gobernante Mao Zedong buscaba un contrapeso frente a su vecino más poderoso.
Un nuevo dirigente, Deng Xiaoping, visitó Estados Unidos en 1979 después del establecimiento de los lazos diplomáticos y sonreía para los fotógrafos mientras se probaba un sombrero de vaquero en Texas. El consulado de Houston cerrado en fecha reciente había abierto el mismo año. Era el primero de China en Estados Unidos.
Dejando de lado las diferencias políticas, Estados Unidos y China fomentaron los vínculos económicos, sociales y culturales, brevemente interrumpidos una década después debido a la represión militar en China contra las manifestaciones de 1989 a favor de la democracia en la Plaza de Tiananmen en Pekín.
Vínculos económicos
Los vínculos económicos aumentaron exponencialmente en los años siguientes debido a las fuertes inversiones de empresas estadounidenses en China, derivando a la larga en superávits comerciales para el país asiático por US$ 350,000 millones anuales.
La relación no ha estado exenta de episodios de tensión. Estados Unidos ha mantenido su apoyo militar a Taiwán y en 1996 el gobierno del presidente Bill Clinton envió un portaviones al estrecho de Taiwán después de que China disparara misiles hacia la isla.
En el 2001, un jet caza chino y un avión de vigilancia de la Marina de Estados Unidos colisionaron en el mar de China Meridional, una importante ruta marítima en la región de Asia-Pacífico. China detuvo durante días a la tripulación del avión estadounidense, que hizo un aterrizaje de emergencia en una base china.
Una vez que se volvió la segunda economía más grande del mundo después de Estados Unidos, China ha sido considerado cada vez más como un contrincante de Estados Unidos, tanto en lo económico como en lo militar, y representa un posible desafío al modelo democrático predominante que encabeza Occidente desde la era posterior a la Segunda Guerra Mundial.
El año electoral en Estados Unidos atiza las tensiones y el presidente Donald Trump parece aprovechar las fricciones con China para agitar el apoyo entre su base de simpatizantes. Se reelija Trump o no en noviembre, es una situación que no eliminará las persistentes diferencias.
“Estamos examinando un cambio estructural en la relación, que tendrá continuidad incluso si Trump no consigue un segundo periodo”, dijo Steve Tsang, director del Instituto de China en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en Londres.
En el plano militar, los barcos de guerra estadounidenses y chinos a menudo rivalizan en el mar de China Meridional. En lo económico, Estados Unidos busca el apoyo de sus aliados para excluir al líder de telecomunicaciones chino Huawei de las redes de telefonía celular, con el argumento de la ciberseguridad.
En el ámbito de los derechos humanos, Estados Unidos decidió imponer sanciones por las políticas de China hacia Hong Kong, el Tíbet y Xianjiang.
Los puntos de vista más severos de Estados Unidos sobre China ya “han sido introducidos al sistema”, declaró Tsang.
El discurso de Pompeo fue la crítica dura más reciente contra China entre las emitidas por funcionarios estadounidenses a nivel de gabinete, entre ellos el secretario de Defensa, Mark Esper, y el secretario de Justicia, Bill Barr.
Aunque Trump aprovechó antes lo que él llamaba una relación cálida con el gobernante chino Xi Jinping, las comunicaciones entre las partes se encuentran en sus niveles más bajos.
“El tipo de compromiso que hemos estado buscando no ha redituado en el tipo de cambio en China que esperaba inducir el presidente Nixon”, afirmó Pompeo. “La verdad es que nuestras políticas –y las de otras naciones libres– hicieron resucitar a la deteriorada economía de China, sólo para ver que Pekín muerde las manos internacionales que la ayudaron”.
Chu Yin, profesor en la Universidad de Relaciones Internacionales en Pekín, opinó que los estadounidenses que abogaron por el acercamiento están molestos porque el crecimiento económico de China y el surgimiento de una clase media reforzaron la legitimidad del gobernante Partido Comunista en lugar de propiciar un cambio democrático.
La estrategia política interna de Trump ha añadido algunos elementos explosivos a los problemas estructurales en la región, agregó.
“China no tomará en serio el discurso de Pompeo. Es el último grito de quienes van de salida”, declaró Chu. “China quiere tener un diálogo con un político estadounidense más acorde a la categoría de un país importante”.
Chu declinó hacer pronósticos y acotó: “Seamos más pacientes en estos tiempos de turbulencia”.