Retrasar el tratamiento de un cáncer aunque solo sea un mes aumenta el riesgo de mortalidad de los pacientes, según un estudio publicado el miércoles, que refuerza las conclusiones de otras investigaciones sobre los efectos colaterales de la pandemia de COVID-19 para otras enfermedades.
Aunque en circunstancias normales ya hay tensiones por el suministro de algunos tratamientos, el coronavirus ha causado rupturas sin precedentes en el acceso a los servicios sanitarios en el mundo entero.
En el estudio publicado por la revista médica británica BMJ, investigadores británicos y canadienses han analizado las consecuencias de retrasar los tratamientos (cirugías, radioterapia, quimioterapia...) para siete tipos de cáncer, a partir de 34 estudios publicados estos últimos veinte años.
Fuera de la pandemia, “los retrasos en el tratamiento son excepción pero pueden afectar al 10% o al 15% de los pacientes”, explicó el oncólogo Ajay Aggarwal, uno de los autores del estudio.
Este oncólogo concluye que un mes de retraso puede aumentar el riesgo entre 6% y 13% de que el paciente muera. Y cuanto mayor sea el retraso, mayor es el riesgo.
Aplazar doce semanas la operación de las mujeres con cáncer de mama que necesitan una cirugía -como en los confinamientos por el COVID-19 por ejemplo- se traduce en 6,100 muertes adicionales en un año en Estados Unidos y 1,400 en Reino Unido, estiman los autores.
Reprogramación
Estas conclusiones “invitan a la reflexión”, sostienen, en un momento en que muchos hospitales han tenido que reprogramar las operaciones consideradas “no urgentes” para aumentar el número de camas y de personal sanitario disponible para pacientes con COVID-19.
“Algunos países han publicado recomendaciones para priorizar cirugías de cánceres, que los resultados de este estudio no parecen validar”, explican los investigadores.
En Reino Unido, por ejemplo, se considera que se pueden atrasar de 10 a 12 semanas algunos tratamientos, como las cirugías colorrectales, sin impacto negativo en el pronóstico para el paciente.
En cambio, “hemos encontrado que aumentar el lapso de espera para este tipo de operación a 12 semanas en lugar de 6 aumenta el riesgo de mortalidad en 9%”, subrayan los investigadores.
Globalmente, un retraso de cuatro semanas de una cirugía aumenta la mortalidad en un 6% a 8%, y el riesgo de tal aplazamiento sube un 9% en el caso de la radioterapia para los cánceres de cabeza y de cuello. En algunas situaciones, aumenta hasta un 13%, como es el caso del tratamiento coadyuvante (que completa el tratamiento principal para prevenir el riesgo de recaída) de los cánceres colorrectales.
Si este retraso pasa a ocho o doce semanas en las cirugías de un cáncer de mama, el riesgo de mortalidad aumenta un 17% y 26%, respectivamente, calculan los autores.
Otro estudio aparecido en julio en The Lancet Oncology estimaba que los retrasos de diagnóstico en el Reino Unido desde mediados de marzo se tradujeron en unas 3,500 muertes adicionales en cuatro tipos de cánceres en los próximos cinco años en el país.
Un artículo publicado en agosto en JAMA Network Open también mostró que el número de cánceres diagnosticados cada semana en Estados Unidos había caído en torno a un 50% en marzo y abril.