Vladimir Putin. (Foto: Bloomberg).
Vladimir Putin. (Foto: Bloomberg).

Un halo mítico rodea a los "padrinos" de la mafia rusa, conocidos por su código de honor, tatuajes impresionantes y violencia desmedida, pero ahora se encuentran en el punto de mira del Kremlim.

La mafia rusa existe desde hace un siglo. Vivió su edad dorada en los años noventa, cuando la URSS se desmoronaba. Amasó fortunas considerables al tiempo que marcaba el imaginario colectivo con sus crímenes y asesinatos.

Con la llegada de al poder en 1999, los "Vory v zakone" ("ladrones de ley" en ruso), tuvieron que cambiar por las buenas o por las malas.

"Algunos están en la cárcel, otros fueron asesinados. Los más inteligentes se reconvirtieron en el mundo de los negocios", resume Mijaíl Orski, un "gánster jubilado" en su residencia en un pueblo del norte de Moscú. Ahora viste corbata.

"Algunos millonarios rusos son antiguos jefes mafiosos. Controlan importantes flujos financieros, empresas, compran diputados, jueces, fiscales", explica Mijaíl Pashkin, un exinvestigador y presidente del Sindicato de la Policía de Moscú.

Desde siempre la justicia tropieza con un problema para condenarlos: la dificultad de implicarlos directamente en los delitos cometidos por su organización.

El martes los diputados adoptaron en segunda lectura, a propuesta de Vladimir Putin, una enmienda al código penal que permite atraparlos más fácilmente.

Con esta ley, "el simple hecho de dirigir una organización criminal basta" para ser condenado, explica el diputado Otari Arshba, principal defensor del texto.

Concretamente un jefe de la mafia se expone a hasta 15 años de cárcel si confiesa ser un "padrino" o si otro le denuncia.

"Tenemos que acabar con este Estado en el Estado y con esta imagen romanesca que rodea a veces a los 'padrinos', presentados como héroes por Hollywood", estima Arshba, exagente del KGB soviético que luchó contra el crimen organizado en la URSS.

Cárcel o exilio

"La iniciativa del presidente provocó una onda expansiva en los círculos criminales. Algunos están pensando en irse del país", recalca en el diario digital Lenta.ru Viktoria Gefter, redactora de la web Prime Crime, especializada en la mafia rusa.

En el 2005, decenas de jefes mafiosos se fueron de la exrepública soviética de Georgia, en el Cáucaso, para instalarse en Europa tras la adopción de una ley similar.

Algunos expertos se interrogan sobre las razones de un texto que puede amenazar el mundo de los negocios y cuyo efecto real se desconoce.

La prensa rusa lo considera "un ataque sin precedente contra la mafia", que transmite la imagen de un Vladimir Putin fuerte en un momento en el que su índice de popularidad decae.

"La mafia se hace preguntas", asegura Mijaíl Orski, gánster arrepentido que dirigió en los años 1990 una banda de unos 50 antiguos deportistas y veteranos de la guerra de Afganistán que chantajeaba a taxistas.

Este autor de dos novelas policíacas de 58 años está convencido de que los aproximadamente 400 "padrinos" actualmente en Rusia no aceptarán el exilio ni "caminar hacia el suplicio". "Acabarán por encontrar una solución".

Algunos conservadores estiman que la ley introducida por Putin apunta más al mundo de los negocios que a los jefes de bandas criminales en activo.

"En adelante cualquier hombre de negocios podrá acabar en la cárcel como "jefe criminal" y la competencia confiscará su empresa con la ayuda de policías corruptos", critica el abogado Vladimir Jerebenkov.

Jerebenkov cuenta entre sus clientes con una decena de antiguos jefes mafiosos de los años 1990, convertidos ahora en "hombres de negocios ordinarios a los que la nueva ley permitirá sacarles sus empresas".

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