Algunos se dejan el sueldo, muchos hacen filas desde la madrugada para conseguir los deseados sobres. Y otros, puristas, solo aceptan láminas impresas en Italia, cuna del álbum del Mundial de fútbol que enloquece a los latinoamericanos.
Como cada cuatro años, el álbum Panini de la Copa del Mundo, que esta vez se realizará en Catar del 20 de noviembre al 18 de diciembre, causa furor en una región que se desvive por el deporte rey y que se ilusiona con que Lionel Messi o Neymar rompan la hegemonía europea tras 20 años.
“Casi todo lo que cobro (gano), o por ahí me prestan, o lo que me deben y me tienen que pagar, lo invierto comprando figuritas. Es mi hobby, es mi cable a tierra”, dice a la AFP la argentina Hilda Losada, con una risa socarrona.
Esta abuela de 68 años que debe rellenar su álbum y el de su nieto llegó a las cinco de la mañana a una tienda de un barrio de clase media de Buenos Aires en busca de paquetes, tan buscados y escasos en Argentina, que el gobierno medió la semana pasada entre la firma italiana y los tenderos para intentar solucionar el desabastecimiento.
“Es uno de los pocos lugares donde en este momento se están consiguiendo”, cuenta Losada, en medio de una larga fila de compradores ansiosos, muchos de los cuales se van con las manos vacías o acuden a sitios donde cuestan el doble del precio establecido (casi un dólar, al cambio oficial).
Sus familiares le dicen que está loca, pero ella los desoye: se deja embriagar por la fascinación que tiene desde “chiquitita” por coleccionar álbumes, incluso en tiempos de cinturones apretados debido a una inflación galopante (56,4% acumulada en el transcurso de 2022).
“Lo más cerca” del Mundial
El aumento de los precios de los sobres (en Brasil se doblaron respecto a Rusia-2018, de 0,37 a 0,74 dólares) y del costo de vida no merma la pasión de los latinoamericanos.
“Cuando salen estas oportunidades, aparece la plata”, señala Leila Edul, de 28 años y dueña de una tienda en el barrio bonaerense de San Cristóbal.
Ni siquiera se resintieron los llamados “puristas”, que en Colombia pagan 60 dólares por la caja de 50 sobres con láminas de fondo azul impresas en Italia, casi el doble de lo que cuestan las producidas en Brasil, de fondo naranja y comercializadas en la región.
Llenar el álbum -entre 638 y 670 cromos, según el país- “es lo más cerca” que estaremos de una Copa del Mundo, justifica de su lado Carlos Rodríguez, un técnico de servicio al cliente de 45 años, en Ciudad de Guatemala.
Raúl Vallecillo, gerente de Panini en Chile, asegura que las ventas en Latinoamérica han superado las expectativas de la empresa, fundada en la ciudad italiana de Módena y que comercializa el objeto de culto en 150 países desde México-1970.
En la nación del centrocampista Arturo Vidal, por ejemplo, ausente de la cita máxima, se vendió en un mes lo que esperaban comercializar en cuatro.
El furor, según Vallecillo, se debe a que probablemente será la última participación de Messi (35 años) y Cristiano Ronaldo (37) en un Mundial, lo que aviva el interés de coleccionistas y fanáticos, y a que Catar-2022 es uno de los eventos más importantes de la pospandemia.
“Generalmente los países que clasifican al Mundial tienen mayor crecimiento respecto a la curva de venta (…) pero hay otros países como Venezuela, Colombia, Perú y Chile (que no participarán en Catar) donde este es mucho mayor” de lo que se habría esperado, explica a la AFP.
Imágenes de los padres junto a sus hijos se replican en los centros de intercambio de láminas o en parques los fines de semana en casi toda la región, incluso en países como Colombia pese a que su selección quedó fuera del Mundial por primera vez en 12 años.
“Más que emoción yo lo siento como un momento de papá-hijo. Él no es muy futbolero, yo soy muy futbolero y con esto empezamos a hablar de jugadores (...) es un momento para los dos”, dice Carlos Felipe Leguizamón de 37 años, en Bogotá a la AFP.
‘Extras’ y ‘dealers’
En el Museo del Fútbol de Sao Paulo, decenas de personas se citaron este mes para intercambiar “figurinhas”, también llamadas monas, cromos, estampas o baratijas.
Leandro Fonseca, de 40 años, está a la caza de las láminas especiales lanzadas para esta edición, algunas de las cuales, como la de Neymar, se venden en internet por casi tres salarios mínimos brasileños (unos 560 dólares al cambio actual).
“Estoy detrás de las ‘extras’, pero espero llenar unos veinte álbumes. En cada Mundial lleno bastantes”, dice el coleccionista, que asegura haberse gastado hasta el momento alrededor de US$ 1,800 para completar siete libritos.
En la metrópoli latinoamericana, como en las demás ciudades, los ‘dealers’ hacen su agosto vendiendo figuritas a precios que varían según la disponibilidad en las calles y la importancia del jugador.
Al margen del negocio de algunos, en Montevideo, donde al igual que en Chile, Brasil y Argentina, ha habido escasez de figuritas, Guillermo Orcile disfruta ayudando a que su hijo Salvador, de siete años, llene su primer Panini.
“Nos resulta importante la sociabilización, que vaya entendiendo el intercambio, por qué se da, que finalmente es lo que hace al asunto de los álbumes”, explica. “Porque si solo se trata de comprar y comprar, se pierde el espíritu”.