Países Bajos tiene la tasa de homicidios más baja del mundo, tras reducirse a la mitad en estas dos décadas, pero registra algunos de los peores datos de violencia entre el crimen organizado, especialmente narcotraficantes, que encargan el asesinato de miembros de bandas rivales, abogados, testigos y periodistas.
El asesinato a tiros de Derk Wiersum en el 2019 y de Ridouan B en el 2018, abogado y hermano, respectivamente, de Nabil B., un testigo protegido de la Justicia, se suman a la decapitación de Nabil Amzieb, un joven de 23 años vinculado a una de las mafias parte de la guerra entre narcotraficantes en Países Bajos. Su cabeza apareció colocada delante de un bar de Ámsterdam frecuentado por los enemigos de la banda de Ridouan Taghi.
Esto son solo tres ejemplos de una lista de las víctimas del crimen organizado, a la que podría sumarse el tiroteo contra el periodista neerlandés Peter R. de Vries, fallecido hace unos días tras dedicar su vida a investigar a los criminales, desde las desapariciones y violaciones, hasta el narcotráfico, los asesinatos y los grupos que se alojan en los suburbios de Ámsterdam.
Esta violencia parece acentuarse, mientras la tasa de homicidios se ha reducido a la mitad en 20 años, según la agencia de estadísticas (CBS).
Mientras en el 2000, unas 223 personas fueron asesinadas -153 hombres y 70 mujeres- por diferentes motivos, en el 2020 se registraron 125 homicidios -81 hombres y 44 mujeres- en Países Bajos, aunque 16 víctimas no vivían oficialmente en territorio neerlandés.
El tiroteo contra De Vries rememoró el asesinato de un polémico periodista, Martin Kok, también tiroteado en el 2016 en un club, tras años en una lista negra de los criminales y tras haber sobrevivido a varios intentos de asesinato con un explosivo colocado debajo de su coche y dos tiroteos separados.
Antes de dedicarse al periodismo y poner en marcha su propio blog sobre delitos, Kok había cumplido dos penas de prisión por asesinato.
Su muerte dio la vuelta a toda una dinámica: la guerra entre el crimen organizado ya no se limitaba a atacar a grupos enemigos sino también a la sociedad civil.
De Vries fue tiroteado a plena luz del día. Participaba en el programa televisivo RTL Boulevard, que, en una decisión sin precedentes, tuvo que cancelar unos días después del tiroteo varios programas tras recibir amenazas de un potencial ataque con lanzacohetes o armas automáticas contra sus estudios en Ámsterdam.
No está claro quién está detrás del ataque a De Vries, pero los ministros del país y la prensa local no dudan en apuntar al crimen organizado. El reportero era consejero confidencial de Nabil B., testigo protegido en el caso Marengo, en el que se juzgan múltiples asesinatos vinculados a los hombres de Taghi, arrestado en Dubái a finales del 2019 tras años huido de la justicia.
Este problema persigue desde hace décadas a Países Bajos, donde circulan más de 6,700 millones de euros en transacciones sospechosas, en su mayoría dinero del narcotráfico, según la Unidad de Inteligencia Financiera.
La economía sumergida generada por el crimen organizado en Ámsterdam “se ha vuelto incontrolable” y está atrayendo a un “ejército de jóvenes delincuentes”, según un informe municipal que admite que la ciudad se ha convertido en un centro de comercio de cocaína.
El tráfico y la producción de drogas en la capital holandesa “están prácticamente legalizados”, puesto que “no se rastrean”, y las autoridades tienen un “conocimiento muy fragmentado sobre las redes criminales en los diferentes vecindarios, de las relaciones entre los niños en la calle y la organización criminal”.
La directora de Europol, Catherine de Bolle, aseguró que se ha detectado “un asombroso” aumento del uso de todo tipo de violencia. “Es una preocupación creciente porque (son grupos que) antes no usaban violencia, era algo que veíamos más en Sudamérica”, pero ahora también en territorio europeo.
Esta violencia también ha aumentado en puntos de tránsito importantes, como los barrios que rodean los principales puertos europeos, “importantes para el tráfico de cocaína, un mercado muy lucrativo”, y “hay cada vez más grupos del crimen organizado que se centran en el mismo dominio y tratan de usar la misma infraestructura, lo que resulta en luchas por quedarse con el territorio”.
“Ni siquiera la pandemia tuvo impacto en el tráfico de cocaína. Cuando miramos a Países Bajos y Bélgica, por ejemplo, las cifras han sido muy altas en el 2020, más que en el 2019”, subrayó.
Según Europol, las consecuencias económicas y sociales de la pandemia crean “las condiciones ideales” para que el crimen organizado “se propague y arraigue” en la UE y el narcotráfico sigue siendo “el negocio delictivo más importante”, presente en casi el 40% de las redes delictivas.