(Foto: Difusión)
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Llueve copiosamente en Bradley, pero el profesor de “fitness” y sus cuatro alumnos del club Body Society, sudan la gota gorda en el parque londinense de Eel Brook Common, levantando peso y haciendo sentadillas y abdominales.

Algunos están equipados con una alfombrilla de , pero otros se tienden en el césped mojado, que llena de hierba y tierra la camiseta.

Los británicos van a poder volver a sus adorados pubs a partir de este fin de semana tras tres meses y medio de confinamiento, pero gimnasios, spas, piscinas, salas de conciertos y discotecas seguirán cerrados hasta nueva orden.

"Es realmente duro, no les voy mentir", dice Jo Watson, cofundadora de Body Society.

Abrió este gimnasio con su marido el año pasado, lo que les impide beneficiarse de algunos créditos o ayudas gubernamentales destinadas a las PME con más de un año de existencia.

Lo mismo ocurre con sus empleados, todos independientes, que prácticamente tampoco se han beneficiado de las medidas gubernamentales de desempleo parcial concedidas a millones de trabajadores en el Reino Unido.

La mayoría de los y entrenadores han tenido que recurrir al ingenio y ofrecen clases por o desde el salón de su casa. Desde que empezó a suavizarse el confinamiento en el Reino Unido, algunos hacen ejercicio en los parques. Pero el estudio de Jo no cobra por estos cursos.

"Nuestro propietario aceptó suspender el alquiler el trimestre pasado, pero el nuevo pago llega. Si exige que paguemos, no tenemos ningún ingreso en este momento". Jo no sabe si su gimnasio podrá sobrevivir.

La asociación UK Active calcula que desaparecerán 58,000 empleos en el sector antes de final de año, así como 1,300 gimnasios y centros de ocio, casi la mitad de los existentes.

"Los gimnasios y centros de ocio deportivos han tenido un efecto positivo en la educación, la productividad, la reducción del crimen y la soledad" y "desempeñan un papel crucial para las categorías sociales desfavorecidas", dice UK Active en un comunicado, en el que pide ayuda al gobierno.

Incertidumbre

Para los profesionales como Jo, lo más duro es la incertidumbre: "queremos instalar distribuidores de gel, pantallas en la recepción, marcas en el suelo, reorganizar los horarios de clases, pero no quiero perder el tiempo ni el dinero mientras no sepamos exactamente lo que va a exigir el gobierno", dice.

Vestida con ropa deportiva, coleta, una mirada azul chispeante y amplia sonrisa, esta madre de familia que acaba de tener un bebé reconoce que está "devastada" porque "todo el trabajo, todas estas noches" para montar su negocio han quedado reducidas a la nada a causa de un virus.

Aunque entiende la necesidad sanitaria en el segundo país más enlutado de Europa por el COVID-19, encuentra "frustrante" que el sector del deporte, que "quiere enseñar a la gente a tener un estilo de vida más sano", se vea penalizado, mientras los pubs pueden abrir.

Lucy Morris, al frente de un pequeño estudio de yoga cerca de Camden, reconoce que "la respiración, la transpiración en una sala pequeña con escasa ventilación" puede entrañar riesgos. "No quiero ser responsable de propagar el virus".

Pero se alarma de los vencimientos que llegan. "Por ahora, no hago más que acumular deudas". No paga el alquiler desde marzo y el gobierno ha prohibido las expulsiones hasta septiembre. Pero ¿después? ¿Los bancos se van a mostrar comprensivos con los retrasos?

Theodore Lake, director de Hampstead Gymnastics, un centro deportivo para niños, piensa que puede aguantar hasta octubre como mucho. Pero teme que sus profesores, sin ingresos, busquen otros empleos, y los padres se nieguen a llevar a sus hijos a sus clases por temor al contagio.

Mientras tanto, para una purista como Lucy Morris, que piensa que el "yoga frente a una pantalla no es yoga", los cursos en línea son un mal menor.

La joven, consciente de que su práctica va a cambiar duraderamente, ha instalado internet en su estudio ya que “es posible que tengamos que confinarnos de nuevo”.