Con fuentes abiertas y comprando datos en el mercado negro, Christo Grozev, periodista de la plataforma de investigación Bellingcat, reveló que agentes del servicio de inteligencia ruso (FSB) trataron, supuestamente, de envenenar al opositor Aléxei Navalni, actualmente en prisión.
Grozev vive en Viena, bajo la protección de la policía austríaca, que junto a exagentes de inteligencia rusos le han advertido de que su vida corre peligro por sus investigaciones.
“El miedo es una emoción subjetiva, así que no temo por mi vida. Pero creo que van a intentar matarme”, confiesa Grozev.
Los intentos de asesinato con el agente nervioso novichok de Navalni o de Serguéi Skripal y su hija Yulia en Reino Unido en el 2018 son, para Grozev, ejemplos de las “muchas herramientas” que el Kremlin tiene para eliminar a los críticos.
El investigador considera que los ataques con ese veneno cuentan con el visto bueno del propio presidente de Rusia, Vladimir Putin, en coordinación con el FSB. “El programa del novichok es tan peligroso que se necesita su aprobación”, asegura Grozev.
El periodista búlgaro no tiene problemas en definirse como un activista que lucha contra la opacidad y los crímenes estatales.
“Soy un activista, pero mi objetivo es investigar los crímenes llevados a cabo por los gobiernos, los que nadie quiere o puede investigar”, añade.
Activistas por la verdad
Este activismo está profundamente enraizado en la propia labor de Bellingcat, el portal de investigación con datos abiertos con el que Grozev colabora desde el 2016 y que ha ganado reconocimiento con revelaciones impactantes.
La primera gran investigación de Grozev fue desvelar la supuesta implicación de militares rusos en el derribo del vuelo MH17 en julio del 2014 en el este de Ucrania con 298 personas a bordo.
Esa investigación hizo que Bellingcat se convirtiera en un nombre conocido en Holanda, de donde eran una gran parte de los viajeros que murieron en ese vuelo, y actualmente una fundación de la lotería de ese país es el mayor soporte financiero del portal.
El periodista explica que dentro de Bellingcat, que funciona más como una red global de colaboradores que como un medio tradicional, “el único activismo es por la verdad”.
En aras de este “activismo por la verdad”, Bellingcat publica siempre su metodología, explicando paso a paso la forma en que han llegado a sus conclusiones y los datos que han utilizado para hacerlo.
Esta información metodológica está pensada para que otros periodistas puedan confirmar los resultados de sus investigaciones, y de esta manera dar credibilidad a su trabajo, que no tiene el apoyo de un gran medio detrás que lo avale.
La relativa modestia del portal se remonta a sus orígenes: empezó en el 2014 como un proyecto personal del bloguero Elliot Higgins, que por aquel entonces investigaba el uso de armas químicas en la guerra civil de Siria.
“Bellingcat es un modelo para enfocar investigaciones” resume Grozev, basado principalmente en el uso de datos de libre acceso, aunque con salvedades.
Tras la pista del novichok
Para poder identificar a los agentes del FSB que supuestamente envenenaron con novichok a Navalni, Grozev usó datos obtenidos en el mercado negro ruso sobe pasaportes y registros de llamadas privadas, una investigación muy similar a la que Bellingcat hizo en el 2018 para el caso Skripal y que hizo a Grozev merecedor del European Press Prize Investigative Reporting Award.
“Empezamos trabajando con datos abiertos, pero cuando te enfrentas a una sofisticada red de espionaje que conduce el crimen profesionalmente, no es suficiente”, asegura el periodista.
La corrupción generalizada en Rusia hace que desde empleados de bancos y de compañías telefónicas hasta policías se saquen un sobresueldo vendiendo datos en el mercado negro, accesible fácilmente con un puñado de criptomonedas.
Un mercado al que llevan años acudiendo a comprar los propios servicios de inteligencia rusos, criminales y más recientemente, periodistas.
“Es nuestro último recurso”, añade Grozev, que asegura que solo acude a este mercado cuando tiene un fuerte convencimiento de que un Estado ha cometido un crimen, y tan solo usa los datos necesarios para probar la hipótesis, eliminando cualquier rastro de información privada.
Grozev admite que se sorprendió cuando comprobó que tras el caso Skripal, el mercado negro de datos seguía en activo.
“Nos pusieron trampas, para que perdiéramos el rastro, se volvieron más inteligentes”, comenta el periodista, aunque señala que el cambio más sustancial es que los precios “se duplicaron”.
Las revelaciones de Grozev han tenido mucha repercusión en Europa Occidental y tras el caso Navalni, en opinión del periodista, empiezan a tener calado en la sociedad rusa.
“Uno de los proveedores de datos que nos ayudó con el caso me habló un mes después, diciéndome que por mi culpa su negocio se había destruido, pero que estaba muy orgulloso de lo que había ayudado a hacer y que acudiría a las protestas contra el Kremlin. Me dio las gracias”, confiesa. “Por primera vez se empieza a entender que Putin está detrás de todo”, asegura.