El movimiento ‘slow food’ (comer con calma) inicia una nueva etapa en la que se apuesta por la “agricultura local para defender la biodiversidad, el territorio y la identidad de las comunidades nativas”, dijo Dalí Nolasco Cruz, la primera mujer indígena latinoamericana en formar parte de su comité ejecutivo.
Este trabajo es de vital importancia en América Latina, segunda región con mayor presencia en esta red y donde “la situación es crítica”, explicó Nolasco, miembro del pueblo nahua en la región mexicana de Puebla, en una entrevista tras el anuncio de su nombramiento.
“Hemos sido un territorio explotado y muy violentado y por ello pienso que en ‘Slow food’ se encuentra un espacio de esperanza para cambiar las cosas a pesar de que nuestros territorios están amenazados”, añadió.
Influir en el ámbito político, educar a la sociedad para cambiar sus tendencias alimentarias y apoyar las transformaciones de las comunidades agrícolas son las misiones principales de la nueva etapa del movimiento, inaugurada este fin de semana en Pollenzno (norte de Italia) con un nuevo comité ejecutivo y presidente, el africano Edward Mukiibi.
En esta nueva era, la organización quiere consolidar su presencia en las distintas regiones del mundo para reforzar su influencia en la toma de decisiones de los gobiernos y otros poderes que marcan el día a día de los agricultores, sobre todo los más vulnerables.
Una forma para ayudarles, además de presionar para influenciar en las políticas, es “regresar a la agricultura y gastronomía local, que históricamente mantuvo con vida a los pueblos”, resaltó la activista mexicana.
“Con ello retomamos formas de producción agroecológicas, que ya se practicaban y que, aunque no son saberes procedentes de las universidades, han funcionado durante miles de años”, añadió.
El regreso a la gastronomía local, con la recuperación de recetas y productos que históricamente pertenecieron a esas comunidades, tiene una gran “incidencia política” pues respalda a los agricultores locales y evita la dependencia de las exportaciones.
En las comunidades indígenas esta labor es aún más importante pues la represión que han sufrido durante años ha causado que se olviden de sus tradiciones, resaltó Nolasco, fundadora de la red de organizaciones de mujeres indígenas de Tlaola, Mopampa, Timo’Patla y Yoltika.
“Muchas mujeres indígenas mexicanas están haciendo recetarios para descolonizar la dieta, reeducar los paladares y reconectar con los sabores de los pueblos indígenas y los ancestros”, subrayó.
Fundada en 1989 para evitar la desaparición de las culturas y tradiciones alimentarias locales y para contrarrestar el avance de la cultura de la comida basura, Slow Food ha crecido desde entonces hasta convertirse en un movimiento mundial en el que participan millones de personas en 160 países.
Los nuevos líderes del movimiento también esperan “poder involucrar a más personas” y así reforzar su misión final: “Luchar para que todo el mundo tenga derecho a la comida, buena en términos de sabor, nutrición, impacto medio ambiental y respeto a los animales”, explicó a Efe la nueva secretaria general de ‘Slow Food’, Marta Messa.