Considerado habitualmente como uno de los más nocivos, el gas metano es, para el ingeniero agrónomo alemán Frank Mitloehner, “un activo” esencial del combate al cambio climático desde una batalla que tiene en primera línea a los productores agrícolas y ganaderos.
Desterrar la visión que atribuye al sector agropecuario un papel “contaminante” para pasar a entender a los productores como actores centrales en la “solución climática” es una de las claves que, a su paso por Montevideo, destacó el profesor especializado en estudios de la huella ambiental ganadera.
Metano: de problema a solución
Según el actual director del Clear Center de la Universidad de California en Davis (UC Davis), Estados Unidos, si bien el metano, liberado usualmente por el ganado mediante eructos y heces, es uno de los principales gases de efecto invernadero, también puede tener la llave hacia un enfriamiento global.
“Si reducimos el metano, reducimos el calentamiento. Pero lo mismo no se aplica a otros gases con efecto invernadero, porque al reducirlos (el calor) se mantiene estable. Cuando se reduce el metano puede inducir un enfriamiento y eso hace que la agricultura sea parte de la solución climática”, resalta.
Mitloehner, que presidió entre el 2012 y 2015 el proyecto FAO-LEAP de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), explica que, a diferencia del dióxido de carbono y el óxido nitroso, que quedan en la atmósfera por 1,000 años, el metano se destruye allí mediante un proceso de “oxidación”.
En tanto el índice que se usó por 30 años para medir el impacto climático de estos gases, el GWP100, medía la emisión y no la destrucción que lo balanceaba, según el experto, se sobreestimó por cuatro veces el daño del metano, lo que afectó a la industria agropecuaria, vista erróneamente como de las más contaminantes.
Leche en California, carne en Uruguay
El docente del Departamento de Ciencia Animal de la UC Davis ve a los rumiantes (vacas, cabras y ovejas, entre otros) como un “milagro”, pues son capaces de convertir algo indeseable como la maleza en productos de consumo.
“Son los únicos animales que pueden digerir la celulosa y hacer de ella carne y leche; utilizan el recurso de las pasturas de la manera más eficiente posible para producir alimentos que la gente desea”, apunta.
Además, detalla que tanto en California, donde está asentada una de las industrias lecheras más poderosas, con entre 1,000 y 3,000 vacas por tambo, como en Uruguay, donde la carne es uno de los productos estrella de la exportación, la industria ganadera tiene un desafío común: aprovechar el metano.
“En California estamos atrapando algunos de los gases del estiércol en lagunas que se mantienen bajo plástico y los convertimos en combustible para vehículos”, detalla sobre la estrategia de la industria lechera californiana, que logró reducir un 30% la emisión de metano y dar ganancia a los productores, que recibieron apoyo estatal para impulsarla.
Sin embargo, señala que Uruguay, a donde viajó para participar en varios intercambios con técnicos, empresarios y autoridades del Instituto Nacional de Carnes (INAC) y otros organismos, deberá buscar una solución a medida de su realidad, ya que su sistema no es intensivo como el estadounidense.
“En Uruguay no recogen el estiércol de la misma manera; los animales vagan por las pasturas libremente el estiércol queda en el piso, se va incrustando y allí enriquece la fertilidad del suelo, o sea que la misma tecnología no se aplicaría, pero otra sí”, enfatiza.
Por otro lado, Mitloehner destacó el “increíble” trabajo de Uruguay en aprovechar al máximo sus recursos naturales y apuntó que el país aún puede mejorar su manejo de pasturas y genética animal.
Ojos al futuro
La exposición para la prensa de Mitloehner en Montevideo cerró con una invitación a repensar cómo hacer más sostenible y eficiente la producción alimentaria del mundo cuando, en el transcurso de una vida, probablemente se triplique la población mundial.
Sobre esa perspectiva a futuro, el profesor, que hizo hincapié en el potencial de convertir los gases generados en el rumen del ganado y liberados con el estiércol en el combustible verde con “la quema más limpia” existente, dice que lo central es cambiar la mirada.
“No deberíamos mirar al metano como algo malo; lo tendríamos que ver como algo bueno. Esto suena absurdo, pero no lo es, porque si reducimos las pérdidas de gases al aire estamos mejorando el lucro de los productores y, además, reduciendo en impacto climático”, concluye.